El líder de Nirvana se suicidó el 5 de abril de 1994. Su cuerpo fue encontrado, tres días después, en su casa en Seattle
Kurt Cobain se atrincheró en una habitación sobre el garaje de su casa en Seattle. Colocó un taburete contra la puerta y se encerró a escribir una carta de despedida. Se había quitado ya su gorra de cazador, que usaba para que la gente no lo reconociera. Era el 5 de abril de 1994.
Cobain sacó entonces de una caja de tabaco Tom Moore su parafernalia de drogas y se inyectó tres dosis de heroína. Había, ya, bebido cerveza y fumado cigarrillos. Colocó en el suelo dos toallas, sacó su billetera y dejó a la vista su licencia de conducir para que pudieran constatar su identidad. Se acomodó en el piso y apoyó sobre el pecho su escopeta calibre .20. El cañón apuntaba directo a su barbilla. Con el pulgar jaló el gatillo. Un disparo certero.
«Es mejor quemarse que desvanecerse», se leía en su nota suicida, escrita en tinta roja y dedicada a Boddha, su amigo imaginario de la infancia. La frase fue tomada de la canción de Neil Young «Hey Hey My My». En su último mensaje, Cobain lamentaba no disfrutar la fama.