El Barrio Rojo de Amsterdam desvela sus secretos en el primer museo de la prostitución del mundo, que abre sus puertas para enseñar sin tapujos la trastienda de un oficio legalizado en Holanda pero no por ello ausente de estigma social.
Situado en el turístico barrio de la capital holandesa, donde trabajan 900 meretrices en 276 escaparates, quiere dar una visión completa del mercado sexual, sin “romanticismos añadidos”, explicó Ilonka Stakelborough, creadora de la “Fundación Geisha”, que vela por los derechos del sector.
Por eso no olvida la denuncia del trabajo forzado por los proxenetas y la trata de blancas, en cuyo circuito caen sobre todo “mujeres provenientes de los Balcanes”, según la colaboradora en la realización de la propuesta museística, que ha surgido de una iniciativa privada.
El museo quiere contribuir a la “normalización” del oficio, cuya legalización en 2000 en Holanda ha tenido efectos no deseados: “muchas estudiantes, por ejemplo, no quieren inscribirse como activas en el mercado porque eso aparecería en su curriculum y deciden trabajar en sus casas”, reconoció la extrabajadora del sexo.
Pero también aspira a ser simplemente una “experiencia” para el visitante, que tiene la oportunidad de situarse en el lugar de la prostituta dentro del escaparate, ver las habitaciones, con su modalidad barata o de lujo, instrumentos sadomasoquistas y ver la moda de las meretrices desde los años veinte a la actualidad.