Se llama Francisco, en honor al Papa, baila, practica y enseña tai chi, es bilingüe (por ahora) y, aunque no tiene corazón, es un gran compañero y mentor de los estudiantes.
Francisco es uno de los 7,000 robots humanoides Nao que se encuentran diseminados en todo el mundo y tiene como hogar la Escuela Bilingüe Santa María del Valle de San Pedro Sula.
Este pequeño androide llegó en enero 2016, casi un año después de que Wendy Hall, rectora de ese centro educativo católico, se lo solicitara (abril de 2015) al fabricante francés Aldebaran Robotics, filial del grupo japonés SoftBank.
Más allá de ser considerado como una herramienta, los estudiantes de bachillerato lo ven como un amigo.
“Con él estamos aprendiendo a programar, hacemos que él hable, podemos hacer que dance, que esquive cosas, que cante”, explicó Sonia Gámez, una de las estudiantes que trabaja con el androide en la clase de robótica.
Este robot humanoide, que cuesta unos $8,000, posee cámaras con las cuales reconoce caras y lee libros, “sonares” para detectar objetos y ojos led para expresar emociones.
Hall cree que su escuela se ha convertido en el primer centro educativo de Honduras que ha incorporado un robot Nao en el modelo de enseñanza con el ánimo de despertar más la creatividad en los alumnos.
“Decidimos ponerle el nombre de Francisco por el papa Francisco. Somos un centro educativo católico y queremos demostrar que la religión pude ir de la mano con la ciencia”, dijo Hall.
Aldebaran Robotics, con sede en París, diseñó el primer Nao en 2006 y lo llevó al mercado en 2011 para que lo adquirieran centros educativos de diferentes continentes.
Miguel Rivera, profesor de robótica de Escuela Bilingüe Santa María del Valle, es quien se encarga de cuidar, como si se tratara de un niño, a Francisco y lo pone a disposición de sus alumnos.
“Este robot nos permite enseñar lenguajes modernos de programación, como Python. Nao es el robot humanoide más avanzado”, dijo Rivera.
El Python es un lenguaje interpretador de programación que permite, en este caso, darle órdenes al robot a través de instrucciones codificadas. Por ejemplo, si Sonia Gámez desea que Francisco alce la pierna derecha y, al mismo tiempo, la mano izquierda, debe escribir en código la orden y ejecutarla en el sistema operativo del robot.
“Con el robot, nosotros logramos materializar la teoría. Nosotros le enseñamos a realizar una coreografía, a mantener una diálogo, reconocer objetos. Ponemos en práctica la lógica de la programación”, dijo.
Francisco, de cuerpo blanco y ribetes rojos, mide 58 centímetros de altura y tiene la capacidad para hablar más de una decena de idiomas, sin embargo, los estudiantes, por ahora, solamente le han “enseñado” (programado) español e inglés.