Cuando se habla de mariscos, el calor sube, y no solo porque sean un manjar exquisito. La fama de los mariscos como afrodisíacos tiene años de encender rumores y noches de pasión. Pero, ¿es verdad que al comer unas conchas o unos camarones nos dan ganas de “pecar”? Veamos qué dice la ciencia y, de paso, pongámonos en ambiente.
Las ostras, esos bocados suaves y deslizantes, son ricas en zinc, un mineral que ayuda a subir los niveles de testosterona y, con ella, a encender la chispa del deseo.
Un estudio de la Universidad de Florida asegura que el zinc y la D-aspartato (un aminoácido presente en varios mariscos) son clave para la “energía” que nos hace falta cuando la cosa se pone interesante. Comer ostras, entonces, no solo puede despertar el paladar, sino también otras partes del cuerpo.
Pero eso no es todo: los mariscos están llenos de omega-3, una grasa buena para el corazón… y para mejorar la circulación, lo que se traduce en mayor “flujo” y “sensibilidad” en esos momentos especiales. Claro, no se trata de que con una ración de camarones ya estés listo para un maratón de amor, pero con su consumo regular podrías notar que todo se mueve con más «suavidad» cuando llega la ocasión.
Así que, mito o no, comer mariscos puede tener su lado picante. Y si, además de darte placer en cada bocado, te da un empujón extra en tu vida amorosa, ¿quién se va a quejar? La próxima vez que tengas una cena especial, ya sabes que un buen plato de mariscos podría ser el “calentamiento” perfecto para todo lo que venga después.