Escuchame bien, mi amor, porque aquí te va una charla con sabor a gallopinto y el sazón de la vida real.
¡Dejá de pensar que el sexo es solo «mete y saca», que esto lleva más arte que un buen nacatamal! Resulta que en esta tierra caliente, seguimos creyendo que si no hay orgasmo, no hubo fiesta. Pero te cuento que el placer y el orgasmo no siempre son amigos inseparables; pueden andar juntos o cada quien por su lado, y eso no tiene nada de malo.
Antes, el sexo era pura fábrica de guiriseros y nadie hablaba del placer, pero en los 50 y 60, con la píldora y la revolución sexual, la cosa cambió. Sin embargo, seguimos casados con la idea de que el coito y el clímax son el gran premio. En los hombres, si no ven el semen, sienten que les vendieron un fresco sin azúcar. Y en las mujeres, creer que placer es igual a penetración y orgasmo es como pensar que el vigorón solo es bueno si lleva chicharrón (¡aunque sabemos que el repollo y el yuca también cuentan!).
Aquí el detalle, chavalos: hay más formas de disfrutar que la pura genitalidad. ¿O no te gusta un buen masaje, caricias lentas, o un jueguito que suba la temperatura? El cuerpo está lleno de zonas erógenas que merecen atención, y si te das chance de explorar, hasta los pensamientos negativos salen corriendo. El sexo no es una competencia para ver quién llega primero; es un baile donde cada paso cuenta.
Así que, mis queridas y queridos, dejemos de preocuparnos tanto por «cumplir» y comencemos a disfrutar. ¿La clave? ¡Quitate la presión, relajate y descubrí todo lo que el cuerpo tiene para ofrecer! Aquí no hay deberes, solo derechos: el derecho a gozar, a explorar y a hacer que cada encuentro sea un verdadero «evento».