En la memoria de los nicaragüenses perdura el legado de Casimiro Sotelo, un ícono de la juventud rebelde que desafió la dictadura somocista y dejó una huella imborrable en la historia de nuestro país.
Nacido el 14 de noviembre de 1944 en Managua, Casimiro se convirtió en un símbolo de valentía y resistencia, luchando incansablemente por un cambio revolucionario en los años 60.
Desde sus días como estudiante en la Universidad Centroamérica (UCA), Casimiro Sotelo llevó el mensaje revolucionario a los jóvenes de su generación. Participó activamente en protestas antisomocistas desde 1958 mostrando su compromiso inquebrantable con la causa de la libertad y la justicia.
A pesar de que su familia tenía vínculos con el gobierno somocista, Casimiro no dudó en denunciar la dictadura y alzar las banderas de cambio social. Fue presidente del Centro Estudiantil de la Universidad Centroamericana (Ceuuca), donde se convirtió en una figura influyente y apasionada por la causa revolucionaria.
Una de las anécdotas más destacadas de su activismo tuvo lugar en una conferencia de prensa convocada por el dictador Luis Somoza en la otrora Radio Mundial.
Enfrentando el peligro, Casimiro y un grupo de estudiantes se colaron en el evento y desafiaron al propio Somoza, exigiendo la entrega de los restos del general Augusto C. Sandino. Su valiente acto no solo interrumpió la conferencia, sino que también desencadenó una confrontación con la Guardia Nacional.
Casimiro Sotelo no solo se quedó en palabras y discursos audaces. Junto a otros jóvenes valientes, expresó su descontento al sistema con una manta en el Estadio Nacional que proclamaba «No más Somoza». A pesar de la brutal respuesta, Casimiro y su grupo lograron escapar, demostrando su determinación y coraje.
Sin embargo, su lucha tuvo un final trágico. A los 24 años de edad, Sotelo fue capturado por la Guardia Nacional junto a otros compañeros revolucionarios: Hugo Medina, Edmundo Pérez y Roberto Amaya. El 4 de noviembre de 1967 fue asesinado de al menos 18 impactos de bala en el barrio Monseñor Lezcano, de Managua.
La historia de Casimiro Sotelo es un testimonio conmovedor de la valentía y la dedicación de la juventud nicaragüense que se enfrentó a la dictadura somocista en busca de un cambio radical. Su legado vive en la memoria colectiva de Nicaragua.