Las mujeres que se dedican al “trabajo” de la prostitución han sido las más afectadas por la pandemia del Covid-19 en el mundo.
Además de las faltas de medidas preventivas ante el virus, las prostitutas atraviesan una tensa situación socio-económica que a algunas las ha obligado a bajar sus precios o en el peor de los casos a dejar su oficio.
En países como Italia y España, donde pocas personas se atreven a salir de sus casas, muchas trabajadoras han decidido quedarse de manera permanente en los clubes a la espera de clientes.
Otras más desesperadas se atreven a violar las regulaciones de las autoridades y satisfacen a sus admiradores a domicilio.
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Algunas que han sido contagiadas de coronavirus, han confesado a sus médicos que en la desesperación por obtener dinero no ponen ninguna restricción a sus clientes.
Muchas se han atrevido a dar besos y hasta tragar el semen de sus compradores con tal de obtener centavos.
Las mujeres tienen miedo a que la situación se alargue y no puedan hacer frente a los gastos de alquiler de habitaciones o manutención de su familia.
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A la vez temen que sus explotadores no las dejen seguir estando refugiadas en estos lugares y las expulsen a la calle, o les lleguen a aumentar la deuda.