Un ritual ancestral de vida y conservación: las tortugas llegan masivamente a Nicaragua

En el Pacífico sur de Nicaragua, miles de tortugas de paslama emergen del océano para cumplir con un rito milenario: desovar en la arena caliente de la playa La Flor, a 156 kilómetros de Managua, un refugio silvestre de anidación masiva en Centroamérica.


Sputnik presenció el arribo de este reptil marino en la playa situada en el municipio de San Juan del Sur, del departamento de Rivas (suroeste), donde se registran las oleadas de miles de tortugas entre julio y enero, detalló Yuri Aguirre, especialista en biodiversidad del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (MARENA).

«Estas [tortugas] seleccionan estos sitios por la temperatura de la arena, también porque son lugares que no tienen contaminación lumínica. Se dan varias anidaciones [al año], varias arribadas donde, en una noche, podemos contabilizar hasta 2.000 tortugas», explicó en una charla para Sputnik.

El proceso comienza lentamente, incluso horas antes del desove. «En la tarde, ellas comienzan a hacer algo que llamamos ‘el cabeceo’. Se asoman a la superficie para observar el entorno. Cuando cae la noche y todo está oscuro, empiezan a salir a la playa», agregó el experto.


El uso de luces artificiales está estrictamente prohibido durante esta temporada. «La luz blanca las desorienta y las hace regresar al mar. Por eso, monitoreamos con luz roja y [con] absoluto cuidado», añadió.

En peligro de extinción


Playa La Flor es uno de los dos sitios en Nicaragua, donde puede observarse el arribo y reproducción de las tortugas de paslama, una especie en peligro de extinción. El segundo destino es la reserva de Chacocente, ubicada en la costa del oriental departamento de Carazo.


Una vez en la playa, cada tortuga cava un nido, deposita entre 60 y 120 huevos, y los cubre cuidadosamente con arena antes de regresar al mar. El proceso completo puede durar más de una hora, expuso Aguirre.
La arena de estos refugios se convierte en el vientre natural de los tortuguillos, que pasan bajo la superficie de la playa por varias semanas hasta su nacimiento, para evitar la depredación de esta especie.

Pero la tarea no termina ahí. Los especialistas trasladan algunos nidos a viveros artificiales para garantizar mejores condiciones de incubación, bajo el resguardo de militares y policías.

«Extraemos los huevos con guantes y en recipientes especiales. En el vivero, cada nido tiene un código, una fecha y una estimación del día en que nacerán las crías. Hacemos un control estricto para saber cuántas tortuguitas logran salir y cuántos huevos no se desarrollaron», señaló el especialista.

La eclosión de los huevos ocurre unos 45 días después del desove. Las crías corren instintivamente hacia el mar, iniciando así una carrera por la supervivencia, bajo la mirada de cientos de personas que se reúnen para presenciar este espectáculo de la naturaleza en Nicaragua.

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