Este martes Nicaragua recuerda con mucho amor y cariño al pelotero puertorriqueño Roberto Clemente Walker, una de las luminarias más queridas de América Latina, tanto en el deporte como por su servicio al ser humano, quien perdió la vida hace 47 años.
El jugador de las Grandes Ligas de 38 años de edad, murió la noche del 31 de diciembre de 1972, después de que el avión en que trasladaba ayuda humanitaria para los damnificados del terremoto de Managua, cayó al mar a una milla de la costa, después de despegar del aeropuerto de San Juan, Puerto Rico.
Un terremoto de 6.2 grados de magnitud en la escala Richter sacudió Managua el 23 de diciembre, dejando más de 10 mil muertos, 20 mil heridos y más de 250 mil personas sin techo, apenas días después de que Clemente participó en el Campeonato Mundial de Béisbol Nicaragua Amiga 1972, como director de la selección de béisbol de Puerto Rico.
Luego de la catástrofe, Clemente, siempre altruista, se movilizó a recolectar suministros de emergencia para las víctimas, convencido de que «Cada vez que tienes la oportunidad de hacer una diferencia en este mundo y no lo haces, estás perdiendo el tiempo en la Tierra».
Fue tan extraordinaria la respuesta que obtuvo el pelotero de los Piratas de Pittsburgh, que incluso después de enviar aviones de carga a Managua, aún había suministros que quedaban por trasladar a Nicaragua.
Clemente fue contactado por Arthur Rivera, quien ofreció los servicios de su avión de carga DC-7 para realizar el traslado. El jugador inspeccionó el avión y acordó pagarle a Rivera cuatro mil dólares cuando regresara a Puerto Rico tras cumplir la misión.
Por ley, Rivera debía proporcionar un piloto, un copiloto y un ingeniero de vuelo.
Sin embargo como la fecha era complicada para conseguir personal, Rivera contrató al piloto Jerry Hill, y se designó a sí mismo como copiloto, a pesar de no estar certificado para esa función, al tiempo que no pudo contratar a un ingeniero de vuelo.
Clemente desconocía que el avión DC-7 había estado involucrado en un accidente 29 días antes, el 2 de diciembre, cuando una pérdida de potencia hidráulica provocó que la aeronave se saliera de la pista y chocara contra una zanja de concreto llena con agua.
La aeronave terminó de cargarse el 31 de diciembre y Roberto Clemente decidió acompañar personalmente el vuelo después de haber sido informado de que sus envíos anteriores podrían no haber llegado a los destinatarios previstos debido a que el gobierno de Somoza los estaba acaparando.
A las 9.20 de la noche despegó con más peso del establecido y no pudo ganar la altura necesaria. Tres minutos después, la torre de control del aeropuerto de San Juan recibió un mensaje del avión anunciando que regresaba. Fue lo último que se supo.
Después que el avión se estrelló en las aguas, ni la nave ni los tripulantes jamás fueron encontrados.
Durante sus 18 temporadas en las Grandes Ligas con los Piratas de Pittsburgh, Clemente logró cuatro títulos de bateo, y un premio de «Jugador Más Valioso» tras ganar 12 guantes de oro y ser doce veces jugador estrella en las Grandes Ligas en 1966.
Bateó para .317 de promedio de por vida, fue seleccionado doce veces al Juego de las Estrellas e igual número de ocasiones fue galardonado con un «Guante de oro» en las Grandes Ligas por su excelente defensa.
Tal fue su excelencia defensiva que en 1958 sacó a 22 corredores para ganar el primero de un récord de cinco títulos de asistencias.
En 1972, se convirtió en el primer pelotero latinoamericano en la historia de las Grandes Ligas en conectar 3.000 imparables, cifra que automáticamente lleva a cualquier jugador al Salón de la Fama.
En 1971 las Grandes Ligas creó el «Premio del Comisionado», que se entregaría anualmente al jugador que sea seleccionado por su carácter admirable y sus contribuciones caritativas a la comunidad.
No obstante, tras la muerte de Clemente, el nombre del premio cambió al «Premio Roberto Clemente», que se entrega al pelotero que mejor representa al béisbol en términos de personalidad, trabajos en la comunidad, filantropía y contribuciones positivas tanto dentro como fuera de terreno.
Así fue Roberto Clemente Walker, un extraordinario ser que en 1972 nos dijo un “Hasta Siempre”, dejando un legado importante no sólo deportivo, sino como figura pública, solidaria y comprometida.
En el año 2013, en Managua, Nicaragua, se inauguró un estadio infantil que lleva el nombre de Roberto Clemente, el cual tiene un monumento en su honor, como un reconocimiento a su invaluable aporte a la humanidad.