Unas notas a vuelapluma sobre el desplome del régimen sirio en esta época de terremotos, incertidumbres y enigmas.
- Para los que aún no se enteran, estamos en guerra. Abierta, cerrada, clara, oscura, directa, indirecta, como la quieran ver, pero guerra. No como las usuales. Una guerra distinta, inusual, inédita, porque es una guerra sistémica. Es decir, una guerra global para sustituir un sistema mundial por otro. La guerra del Accidente colectivo contra el resto del mundo, contra todos nosotros. No tiene tregua, ni esferas delimitadas, ni piedad. Es el todo o la nada. Así la entiende el atlantismo y hora es que la entendamos todos.
- Siria, con todo su dramatismo, no es más que un capítulo, importante, pero capítulo. Limitado a Oriente Próximo y Medio, pero con más repercusiones de las que puedan ahora imaginarse los más derrotistas o los más eufóricos. Demasiado pronto para sacar ninguna conclusión válida. Guarden sus aplausos o sus lágrimas para mejor ocasión. Pueden rememorar el episodio del entonces presidente George W. Bush diciendo, en 2003, que la guerra de Iraq había terminado, mientras los iraquíes decían que la guerra apenas había comenzado. Así, hoy, en Siria. La peli comienza y nadie puede saber cómo será su final. Paciencia, paciencia, que la paciencia es la madre de todas las virtudes.
- Vamos -y estamos ya de muchas formas-, a un mundo multipolar. Quiere esto decir que será un mundo de variados polos de poder e influencia, globales y regionales. China, Rusia, EEUU, en su momento India, serán actores globales. Irán, Indonesia, Arabia Saudita, Paquistán, Nigeria, Sudáfrica, Egipto, Argelia, serán actores regionales. La multipolaridad será compleja y rica en alternativas. Siria, por ejemplo, ya que está en la palestra. Allí pujan Rusia, Irán, Turquía, EEUU, Arabia Saudita, Qatar, Egipto. Imposible aventurar lo que puede salir de tal enjambre de intereses. Omitimos a Israel y a los kurdos, por ser simples instrumentos en manos de EEUU. Siria puede hundirse en una guerra tribal atroz como en Libia o alcanzar un punto precario de equilibrio como en Iraq. Pero, como todos los acuerdos de equilibrio precarios, serán acuerdos temporales. Sin fecha ni horizonte. Reinará la incertidumbre, como ocurre en todos los Estados intervenidos por la OTAN, Kosovo incluido.
- Vivimos una fase de transición, donde, como dijo Gramsci, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En ese interregno nacen los monstruos. Vale más hacerse a la idea e irse acostumbrando. La OTAN lleva 25 años de guerra contra el mundo. De Yugoslavia 1999 a Ucrania 2024. Ahora se abre el escenario de Siria. Una bomba geopolítica, étnica, religiosa, tribal. Esperemos sentados, que, así, al menos, los glúteos tendrán reposo. Las neuronas no, que esto es ajedrez del peor. Y explosivo.
- Si los signos, las líneas, las políticas no cambian, vamos a la guerra. Sistémica y total. Ucrania es el tubo de ensayo. Siria, un incidente. El magma se acumula en Asia-Pacífico. También los más modernos arsenales. No perdamos la perspectiva. Trump quiere ‘cerrar’ Ucrania porque aspira a dirigir todo el esfuerzo contra China. No hagan análisis ilusos e ilusorios.
- Cerramos con una premonición, aunque nuestra mente racional, materialista, es poco amiga de ellas. La debacle de Siria puede que haga ver, en Irán, que su única posibilidad de resistencia radicaría en desarrollar su potencial nuclear. En Corea del Norte lo entendieron a tiempo. En Rusia, al fin, lo han entendido. El Accidente colectivo es violento, totalitario, brutal. No aspira ni desea paz o negociación. Sólo entiende de violencia y rendición. Si vis pacem para bellum. Qué sabios eran los romanos clásicos.
¿Nos hemos explicado, palinuros y atlántidas? Esto, a vuelapluma. Volar solos, antes de que nos vuelen…