Acostúmbrarse al horror. Hacer inoperantes los pronunciamientos de los organismos internacionales. Desacreditar como fuente poco fiable (en cuanto “antisemita”) cualquier voz que se levante para denunciar ese horror. Así funciona la propaganda sionista, una poderosa maquinaria bien consolidada a lo largo de los años, especialmente después de la caída de la Unión Soviética, sostenida por intereses económicos que han incrustado a un cuerpo extraño como su gendarme, en la tierra que históricamente pertenece a los palestinos.
En Italia, y también en el resto de Europa, los medios se dedican a consolidar esta versión, calificando de “terrorista” cada acción de resistencia de los palestinos, inventando siempre nuevas supuestas vilezas cometidas “por Hamás contra mujeres y civiles inocentes”, y silenciando así los actos de genocidio que perpetra cada día la entidad sionista, con cada vez mayor ferocidad.
Es propaganda de guerra: la guerra sucia del imperialismo, que se extiende cuanto más cae el velo de maya sobre las raíces estructurales del colonialismo, y sobre la verdadera naturaleza del colonialismo israelí, que ha construido su poder como vasallo impune, a fuerza de masacres y ocupaciones violentas y repetidas.
Es propaganda de guerra: la guerra sucia del capitalismo, que perpetúa el sometimiento de los trabajadores, ocultando las razones de la explotación, y el terror de la burguesía a que el sujeto organizado designado para enterrar al viejo mundo resucite de las cenizas de la resignación.
Lo que está en marcha contra los palestinos no es una “guerra” en igualdad de condiciones, sino un genocidio provocado por una ocupación colonial. La asimetría está dada por los números.
Una desproporción que ha aumentado a lo largo de los años con la sucesión de masacres impunes: en 2006, 660 palestinos fueron asesinados (141 menores, 322 no combatientes y 22 asesinatos selectivos). De ellos, 405 en Gaza (88 menores y 205 no combatientes), frente a 23 soldados israelíes; en 2007, 373 palestinos fueron asesinados, de los cuales 290 en Gaza, frente a 6 soldados de seguridad sionistas y 7 colonos asesinados en el mismo período; en 2008, antes del inicio de la Operación Plomo Fundido, 455 palestinos murieron, frente a 18 ocupantes.
Desde el 7 de octubre, “Israel” denunció 1.200 muertos por las fuerzas de resistencia, entre soldados y colonos. Los bombardeos israelíes contra la Franja de Gaza han causado más de 22.600 víctimas. Casi 9.000 son niños y 6.300 son mujeres. Otras 7.000 personas se consideran desaparecidas y probablemente muertas. Las fuerzas armadas ocupantes continúan bombardeando hospitales y campos de refugiados, y también continúan los ataques en Cisjordania. Las vidas de los habitantes de Gaza (dos millones de personas) están reducidas al límite debido al bloqueo de ayudas y suministros. En los pocos hospitales que permanecen activos, los médicos, que trabajan las 24 horas del día, operan sin anestesia.
Mientras tanto, el régimen sionista, con el apoyo de los Estados Unidos y sus vasallos, prepara una segunda nakba, una segunda catástrofe para los palestinos, que se avecina aún más sangrienta que la de 1948, ya que la intención declarada del régimen sionista es acabar de una vez con los palestinos de Gaza y anexar definitivamente los demás territorios ocupados. El gobierno de Biden le dio vía libre, con la complicidad de Europa.
El coordinador del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el almirante John Kirby, consideró “infundada y contraproducente” la denuncia de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, para acusar a “Israel” de genocidio. Las primeras audiencias han sido fijadas para los días 11 y 12 de enero. Mientras tanto, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí ha dado instrucciones a sus embajadas en otros países para presionar a diplomáticos y políticos hasta que emitan declaraciones en contra de la denuncia – muy precisa y detallada – presentada por Sudáfrica para perseguir los crímenes de “Israel”.
La “limpieza étnica” se disfraza de “migración voluntaria”. Por este motivo, los emisarios del primer ministro Benjamín Netanyahu se pusieron en contacto con varios gobiernos africanos, incluidos los de la República Democrática del Congo, Ruanda y Chad, para convencerlos de que acogieran a los palestinos.
Las fuerzas de resistencia, unidas, se levantaron el 7 de octubre y desbarataron la red mortal que se había extendido sobre la cuestión palestina tras los Acuerdos de Abraham, puestos en marcha por Trump en 2020 con una declaración conjunta entre “Israel” y los Emiratos Árabes Unidos.
Un plan para “normalizar” las relaciones entre los países árabes y el régimen sionista, con vistas a un “acuerdo histórico” entre Netanyahu y Arabia Saudita, con la participación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Inmediatamente después de la acción del 7 de octubre – de la que, según un debate que estalló en Tel Aviv, el régimen sionista había sido advertido desde hacía algún tiempo por los servicios secretos, pero no consideró creíble la información -, Hamás invitó a los ciudadanos de Argelia, Marruecos, Jordania, Egipto y otros países árabes, a pasar a la acción, recibiendo una respuesta masiva en términos de manifestaciones pro palestinas, que se extendieron también a otros continentes (incluido Estados Unidos).
La reacción popular ciertamente influyó en la convocatoria de la cumbre que, el pasado11 de noviembre, reunió en Arabia Saudita a la Liga Árabe (22 países) y a la Organización de Cooperación Islámica (OCI, compuesta por 57 países, incluidos los árabes), convocando a los países chiítas y suníes que habían estado enfrentados durante décadas.
De particular impacto fue la presencia del presidente iraní, Ebrahim Raisi, quien, en su primera visita a Arabia Saudita después de la reanudación de las relaciones diplomáticas facilitadas por China, había exhibido la keffiyeh palestina. En su segunda aparición en una cumbre en Arabia Saudita estuvo el presidente sirio Bashar al Assad, cuyo país se reincorporó a la Liga Árabe en mayo del año pasado.
Al concluir la cumbre, hubo una declaración final sin condena hacia Hamás (un “peaje” que, sin embargo, hay que pagar en los países occidentales, incluso para la izquierda, ante de denunciar el genocidio en Gaza). Se pidió un alto el fuego, el fin del asedio, un cese global de la exportación de armas y municiones al régimen sionista y una investigación de la Corte Penal Internacional sobre los “crímenes de guerra cometidos por Israel”.
Los cuatro países árabes signatarios de los Acuerdos de Abraham -Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos-, junto con Egipto y Jordania (los otros dos Estados árabes que tienen relaciones con “Israel”), Mauritania, Yibuti y Arabia Saudita, sin embargo, impidieron a la cumbre asumir compromisos más drásticos y eficaces, como los propuestos por Argelia y Líbano: cortar el suministro de petróleo a Netanyhau (propuesta ya rechazada en octubre, en el seno de la OPEP, por Arabia Saudita), romper las relaciones económicas y diplomáticas, bloquear el suministro a las bases militares de Estados Unidos en Oriente Medio y interrumpir el tráfico aéreo israelí en el Golfo.
Mientras tanto, el líder de Hezbolá ha amenazado con una respuesta contundente al asesinato de Al Arouri, número dos de Hamás, y de otros seis líderes políticos palestinos, ocurrido en el Líbano el 2 de enero. Un “asesinato selectivo”, perpetrado por “Israel” con un misil lanzado desde un dron en Beirut.
En el sur del Líbano, más de 76.000 personas han abandonado sus hogares a causa de los misiles sionistas a los cuales Hezbolá responde. Ya 100.000 personas han huido del norte de “Israel” debido a la presión de la resistencia libanesa. El gobierno de Netanyahu está considerando construir un muro en el norte de “Israel” para impedir que los cohetes antitanque de Hezbollah alcancen los kibutzim de la Alta Galilea y los Altos del Golán.
En Líbano, sobre una población de 4,5 millones de habitantes, hay dos millones de refugiados, ubicados en 12 campos gestionados por la ONU y en decenas de barrios marginales donde sobreviven trabajando en el campo por poco dinero.
Hay medio millón de refugiados palestinos, herencia de anteriores ataques del régimen sionista: desde la Operación Litani con la que “Israel” intentó invadir el Líbano en 1978 para crear una “zona tampón”, hasta la Operación Paz en Galilea, osea la Primera Guerra Libanesa, cuando, en 1982, después de atacar a la OLP, a los sirios y a las fuerzas musulmanas libanesas, “Israel” ocupó el sur del Líbano y obtuvo la salida negociada de la resistencia palestina.
Una guerra que terminó con la retirada de las tropas sionistas en 1985. Y hasta la “segunda guerra libanesa” de 2006, cuando el ejército sionista llegó a Beirut causando alrededor de 1.200 víctimas libanesas, en su mayoría civiles, y sufriendo 300 bajas, principalmente militares, pero fue expulsado por las milicias chiítas después de 33 días.
Una derrota que las fuerzas de Hezbolá, ahora que el “eje de resistencia” con Irán y Siria está más consolidado, podrían infligir también a Netanyahu, si quisiera repetir la aventura. Nasrallah dijo que está librando una guerra no sólo por Gaza, sino también “por el Líbano y su sur” y que no habrá tregua con “Israel” hasta que termine el asedio de Gaza.
Irán está de luto por el doble atentado suicida ocurrido en la ciudad de Kerman, cerca de la tumba de Qassem Soleimani, el general iraní asesinado hace cuatro años en Irak por Estados Unidos. Las bombas explotaron entre la multitud, provocando 84 muertos y una reacción de indignación del gobierno iraní. Los ataques fueron reivindicados por el Isis, pero muchos ven la mano de “Israel”, que intenta involucrar a Irán en un conflicto regional más amplio.
Mientras tanto, ha comenzado el viaje del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken (el cuarto desde el 7 de octubre), que se prolongará hasta el 11 de enero, con escalas en Turquía, Grecia, Jordania, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, ” Israel”, Cisjordania y Egipto.
El jefe de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, también viajó a Líbano para reunirse con Unifil, la fuerza de seguridad de la ONU formada por 10.000 soldados, 1.200 de ellos italianos, que pide revisar las normas de intervención para tener más libertad en caso de conflicto.
Después de que Estados Unidos bloqueara una resolución en la ONU para imponer un alto el fuego a “Israel”, tampoco llegó ninguna solicitud de alto el fuego en Gaza por parte de los 27 miembros de la Unión Europea. Un nutrido grupo de organizaciones humanitarias ya se manifestó en Bruselas para pedir al Consejo de la UE que no esconda la cabeza en la arena. Médicos Sin Fronteras definió la abstención de Italia como “una bofetada a la humanidad”.
Al bloquear una resolución de alto el fuego en la ONU, Estados Unidos ha renovado la licencia para matar a su gendarme en Oriente Medio, que se ha pronunciado por la “solución final” en Palestina.
Mientras tanto, gracias a la acción de las fuerzas hutíes que, en solidaridad con la lucha palestina, bloquean los barcos y el paso en el Canal de Suez y el Mar Rojo, varias grandes empresas han decidido desviar sus rutas. Esto supone una ampliación del viaje entre los puertos asiáticos con los del norte de Europa, los del Mediterráneo y los de la costa este de Estados Unidos en aproximadamente diez días.
Un retraso que evidentemente afectará a los costes de transporte y plazos de entrega de la mercancía.
Por esta ruta pasa aproximadamente el 12% del comercio mundial, con más de 1 billón de dólares en mercancías al año. Estados Unidos ha organizado una coalición multinacional, la Prosperity Guardian. Participan 19 países, entre ellos el Reino Unido, Bahréin, Francia, Italia, Países Bajos, Noruega, Seychelles, España y “Israel”. Italia ya está desplegada con su marina cerca del estrecho de Bab el Mandeb, en una función antipiratería, con una base militar en el pequeño Estado de Yibuti.