Según los últimos informes de las autoridades chinas, al menos 131 personas murieron, 980 resultaron heridas y 16 están desaparecidas, convirtiéndose en el terremoto más mortífero ocurrido en China desde agosto de 2014 en la provincia de Yunnan.
El devastador terremoto de magnitud 6.2, ocurrido en horas de la noche, sacudió las provincias de Gansú y Qinghai, en el norte de China, dejando una estela de destrucción y dolor.
En respuesta al desastre, el Gobierno chino y el Ministerio de Gestión de Emergencias activaron una alerta de nivel II.
Aunque los trabajos de rescate finalizaron, el mayor reto ahora es enfrentar una inclemente ola de frío que azota la región, con temperaturas que descienden hasta los 14 grados bajo cero.
Los equipos de mitigación de desastres están haciendo todo lo posible para atender a los heridos y reubicar a aquellos que han perdido sus hogares.
En un esfuerzo por apoyar las tareas de recuperación, el Gobierno chino anunció 200 millones de yuanes destinados a la asistencia y recuperación, 100 millones para reparar instalaciones educativas y 30 millones para la reconstrucción de carreteras e infraestructura vital.
Además, enviaron un suministro de 10,400 camas plegables, 10,400 edredones y 1,000 estufas a los afectados por el terremoto.
Este terremoto causó daños catastróficos, con más de 155,000 viviendas derrumbadas o gravemente dañadas y la interrupción de servicios básicos como agua, energía, telecomunicaciones y transporte.
Esta tragedia ha unido al pueblo chino en un esfuerzo común para superar las consecuencias del terremoto.