La ciudad Maravillosa se convirtió este fin de semana en la ciudad del Infierno, con temperaturas que desafiaron la lógica y el termómetro en Brasil.
El sistema municipal Alerta Río, en Río de Janiero, registró una sensación térmica de 62.3 grados, pulverizando todos los récords históricos y convirtiendo a esta ciudad en un verdadero horno insoportable.
Este verano ha sido el más caluroso de la última década en Río, con seis récords de temperatura batidos en pocas semanas.
La semana pasada se llevó el premio mayor, con más de 40 grados en los termómetros y una sensación térmica que llegó a los 62.3 grados.
La excesiva humedad en el ambiente, que en Río fácilmente llega al 80%, hace que el calor que siente el cuerpo se multiplique. Barra de Guaratiba, un barrio ubicado en las afueras de la urbe, fue el epicentro infernal con temperaturas que superaron todos los límites.
La geografía de Río juega un papel importante en estos récords. Las montañas del Estado, junto con las del Estado de Minas Gerais, dificultan la circulación de los vientos, según explicó el meteorólogo de Climatempo Guilherme Borges al diario O Globo.
La humedad elevada, que viene de la proximidad con el océano, también colabora manteniendo temperaturas más altas, añadió el experto.
El cambio climático hace que las olas de calor sean cada vez más frecuentes y más intensas. Este año, además, todo se agravó por El Niño, el fenómeno que caldea el ambiente en el cono sur de forma natural.
En noviembre pasado, las temperaturas llegaron a los 58 grados de sensación térmica. Durante un concierto de la cantante Tylor Swift cientos de personas se desmayaron por deshidratación y una joven de 23 años falleció por un paro cardíaco debido al calor extremo.
Desde entonces, el Ayuntamiento de Río ha tomado medidas. La temperatura ahora se considera un factor para subir los niveles del estado de alerta de la ciudad y se obliga a los productores de eventos a distribuir agua gratis en días de máximo calor.
El infierno vivido en Río de Janeiro es un adelanto de lo que nos espera con el cambio climático. Las olas de calor serán cada vez más frecuentes e intensas, y las ciudades deberán adaptarse para proteger a sus habitantes.