D’Arricka Green, de cinco años, aguardaba el autobús junto a su abuela, cuando salió disparada hacia la calle. La inevitable embestida la mató.
La noticia conmovió primero a Louisville, Kentucky, y luego a todo Estados Unidos. En un acto inconsciente, una niña intentó cruzar corriendo la calle, sin comprobar si venían autos o no.
Un camionero que justo pasaba allí no pudo hacer absolutamente nada para evitar atropellarla.
D’Arricka Green quedó aplastada por la inmensa mole metálica. La abuela, quien la acompañaba en ese momento, empezó a clamar ayuda.
Un grupo de personas logró levantar las ruedas y sacar a la niña de cinco años de abajo. Pero ya era demasiado tarde: Había muerto.
La noticia habría quedado como una historia más, de no ser por la poco frecuente humanidad que demostraron el camionero y la madre de D’Arricka.
Pocas horas después del accidente, el hombre, que había quedado literalmente destrozado, regresó al lugar con la única intención de dar sus condolencias a la familia.
Lejos de culparlo por lo ocurrido o de sentirse incómoda con su presencia, la mujer entendió que era una víctima más.
Por eso, ambos se fundieron en un sentido abrazo, que quedó registrado por las cámaras de televisión.