En una semana marcada por la tragedia, Burkina Faso se encuentra de luto tras los devastadores ataques contra tres aldeas en el norte del país, que se cobraron la vida de alrededor de 170 personas.
Este sombrío anuncio fue hecho por Aly Benjamin Coulibaly, un fiscal regional, quien reveló los informes recibidos sobre los ataques a las aldeas de Komsilga, Nodin y Soroe en la provincia de Yatenga el pasado 25 de febrero.
Estos ataques, perpetrados en un contexto de creciente violencia por parte de organizaciones extremistas religiosas, son independientes de otros incidentes mortales ocurridos el mismo día, que incluyeron ataques a una mezquita en la comunidad rural de Natiaboani y a una iglesia en el pueblo de Essakane.
Aunque aún no se ha publicado una cifra oficial de muertos por estos últimos ataques, un alto funcionario eclesiástico informó que al menos 15 civiles perdieron la vida en el ataque a la iglesia.
Burkina Faso, que ha estado lidiando con una insurgencia desde 2015 iniciada por rebeldes en el vecino Mali, enfrentó el 25 de febrero una serie de ataques coordinados.
Estos incluyeron asaltos contra un destacamento militar en Tankoualou, en el este del país, un batallón de respuesta rápida en Kongoussi, en el norte, y soldados en la región norteña de Ouahigouya, evidenciando la escalada de violencia y la complejidad del desafío de seguridad que enfrenta el país.
En respuesta a la creciente amenaza, Burkina Faso se encuentra en alerta máxima. Un memorando del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ha circulado, instando a un refuerzo de las medidas de seguridad a todos los niveles, incluidas las amenazas de ataques kamikazes en centros urbanos.