El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), publicó las nuevas directrices para reabrir las escuelas que han pausado su año escolar, según ellos, como medida preventiva ante la coronavirus.
La medida adoptada por decenas de países ha dejado sin educación a más de un mil 300 millones de niños, según el organismo internacional.
Por lo que han advertido que el cierre generalizado de los centros educativos como respuesta a la pandemia de la COVID-19 plantea un riesgo sin precedentes para la educación y el bienestar de los niños.
La afectación será principalmente para los niños más marginados que dependen de la escuela para su educación, salud, seguridad y nutrición.
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“La desigualdad creciente, los problemas de salud, la violencia, el trabajo infantil y el matrimonio precoz son solo algunas de las amenazas a largo plazo para los niños que no van a la escuela”, afirmó Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF.
“Sabemos que cuanto más tiempo pasan los niños sin ir a la escuela, menos probabilidades hay de que regresen. Si no priorizamos la reapertura de las escuelas (cuando sea seguro hacerlo), es probable que seamos testigos de un catastrófico retroceso de los avances en materia de educación”.
Las nuevas directrices ponen de manifiesto que, si bien todavía no hay pruebas suficientes para medir el impacto del cierre de las escuelas sobre las tasas de transmisión de la enfermedad, los efectos adversos sobre la seguridad y la educación de los niños están bien documentados.
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Los avances logrados en la ampliación del acceso a la educación por parte de los niños en las últimas décadas no solo podrían perderse, sino que, en los peores casos, podrían revertirse por completo.
“En los países más pobres, la comida que reciben los niños en la escuela suele ser la única comida que reciben al día. Sin embargo, muchas escuelas permanecen cerradas a causa de la COVID-19 y, como resultado, 370 millones de niños no están recibiendo esas comidas nutritivas que son un sustento para las familias pobres”, dijo David Beasley, Director Ejecutivo del PMA.
“Además, tampoco tienen acceso a la atención de la salud que normalmente pueden obtener a través de la escuela. Esto podría provocar daños duraderos; por eso, cuando las escuelas reabran, será fundamental restablecer los programas de comidas y los servicios de salud, que también pueden alentar a los niños más vulnerables a regresar a la escuela”, dijo.
Según las directrices, el interés superior de los niños y las consideraciones generales en materia de salud pública sobre la base de una evaluación de los beneficios y los riesgos para la educación, la salud pública y los factores socioeconómicos–han de ser la prioridad para las autoridades nacionales y locales a la hora de tomar la decisión de reabrir las escuelas.
Las escuelas deben estudiar la mejor forma de volver a abrir sus puertas, mejorando el aprendizaje y ofreciendo una asistencia más completa para los niños, por ejemplo, en todo lo relacionado con la salud, la nutrición, el apoyo psicosocial y las instalaciones de agua, saneamiento e higiene.