Convertida en todo un símbolo, la estatua de la Libertad, instalada en una isla del puerto de Nueva York a unos 2,5 kilómetros del extremo sur de Manhattan, cumple hoy 130 años. La escultura que llegó a los estados Unidos procedente de Francia fue un regalo de este último como muestra de los cien años de amistad entre ambos países.
En la lista de objetivos de casi cualquier turista que visita Nueva York, Estados Unidos, la Estatua de la Libertad figura entre los primeros puestos. Una de sus curiosidades es el color: en realidad, esta dama verde con una antorcha en la mano no era para nada verde. Los investigadores creen que en sus orígenes era marrón oscura.
La estatua se compone de una aleación de hierro, sobre la que hay una capa de cobre. Y, en un principio, era marrón. El color original duró aproximadamente 20 años, según opinan los científicos. Después, la “piel” de la estatua se oxidó y se tornó verdosa.
El histórico monumento es visitada cada año por más de cuatro millones de turistas, lo que la convierte, junto con otras atracciones como el Empire State o el Rockefeller en uno de los principales sitios de la ciudad.