En una noche fría marcada por temperaturas que rozaban los menos 15 grados centígrados, la tierra tembló en Gansu, China, desatando una tragedia de proporciones desgarradoras.
Un terremoto de magnitud 6.2 azotó esta provincia nororiental, dejando tras un rastro de destrucción y dolor. Hasta ahora, se reportan al menos 126 muertes y más de 500 heridos.
Lo más desolador es que este terremoto no vino solo: Una serie de réplicas, algunas alcanzando magnitudes de hasta 4.0, continuaron atormentando a los residentes durante toda la noche y la mañana siguiente.
El sismo, que tuvo lugar a las 11:59 pm del lunes, tuvo su epicentro en la frontera entre las provincias de Gansu y Qinghai. Con una profundidad de apenas 10 kilómetros, su fuerza fue devastadora.
La provincia de Gansu ha sido la más afectada, con un saldo de al menos 100 vidas perdidas. Qinghai, por su parte, también ha sufrido, con 11 personas fallecidas.
Ante la magnitud de la catástrofe, el gobierno chino activó una respuesta masiva y rápida: 1,440 bomberos enviados directamente al epicentro del desastre, y otros 1,603 de regiones cercanas listos para intervenir.
Equipos médicos, ambulancias, suministros de emergencia como mantas, camas plegables, tiendas de campaña y estufas han sido desplegados para aliviar el sufrimiento de los afectados. Además, se han destinado 28 millones de dólares para las labores de rescate y búsqueda.
El terremoto no solo ha dejado un saldo de muerte y heridos, sino que también ha impactado severamente los servicios básicos. Las infraestructuras de suministro de agua, electricidad, comunicaciones y transporte han sufrido daños considerables, complicando aún más las tareas de rescate y asistencia.
En un llamado a la nación, el presidente chino, Xi Jinping, exhortó a no escatimar esfuerzos en las labores de búsqueda y rescate, y en brindar toda la atención necesaria a los damnificados.