En la XXIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), celebrada en Caracas, hubo una casi total coincidencia entre los diversos mandatarios latinoamericanos presentes que, con acentos diferentes pero objetivos comunes, ofrecieron una lectura unificada del marco político regional e internacional expresado en tres documentos conceptuales, doctrinarios y de acción. En definitiva, la agenda programática hacia 2030.
El ALBA demuestra ser un actor cada vez más activo y proactivo en el escenario continental y lo hace proponiendo 22 documentos en los ámbitos económico, político, cultural y comunicativo.
La agenda de trabajo se centrará en los siguientes objetivos: la creación de una agencia de cooperación y desarrollo ALBA-TCP; el plan de relanzamiento de Petrocaribe; la aprobación del Plan Alimentario ALBA; la firma y adopción definitiva del Tratado de Comercio de los Pueblos; la promoción de un programa especial de desarrollo científico, cultural, comunicativo y académico compartido; el relanzamiento del Plan ALBA Salud; la creación de una agencia ALBA para la mitigación de los impactos del cambio climático.
La paz es premisa conceptual y política, fundamento del modelo de desarrollo, como condición indispensable para el desarrollo armónico del Caribe y América Central y del Sur, como agenda de trabajo y objetivo estratégico. “Ratificamos”, reza el documento, “la importancia y nuestro compromiso con la defensa de la ‘Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz’ que, 10 años después de su aprobación en una cumbre de la CELAC en La Habana, sigue plenamente vigente.
Paz no sólo como la simple ausencia de conflicto (aunque siempre deseable), sino como un escenario en el que injertar políticas convergentes de reconocimiento mutuo y respeto bilateral y multilateral, que exigen un esfuerzo integrador y un paulatino abandono de la timidez política, vástago degenerado de las exigencias coloniales, sea cual sea el “post” con el que se las quiera denominar.
A esto se refieren los países miembros de la organización cuando expresan su “firme apoyo al diálogo permanente entre Venezuela y Guyana para una solución satisfactoria” de la disputa territorial sobre el Esequibo.
Una porción de tierra venezolana de cuyo destino pende la afilada cuchilla de los intereses anglosajones, tanto en función propietaria sobre los recursos en que es rica como en clave política, por ser utilizada como instrumento de presión y amenaza a la soberanía venezolana al perpetrar un nuevo robo de lo que le pertenece.
A este decisivo aspecto se refiere la ratificación del compromiso de defender la soberanía de las naciones de la región “sin injerencias externas”, rechazando “los postulados de la Doctrina Monroe que, después de 200 años, sigue siendo utilizada para justificar a intervencionistas y desestabilizadores en América Latina y el Caribe”.
La joya de la corona de la cumbre de Caracas fue la solidaridad plena, absoluta e intransigente con el pueblo palestino, víctima de un intento de genocidio por parte de Israel y que, con el apoyo cómplice de EEUU, el silencio hipócrita de todo el Occidente colectivo y la impotencia de Naciones Unidas, asiste al estrechamiento de una tenaza mortífera, que en las palabras está a favor de la política de dos pueblos dos estados, pero en los hechos intenta acabar con la cuestión palestina diezmando a su población.
El documento final reafirma “el apoyo a la admisión inmediata de Palestina como Estado miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas, un paso justo y necesario que contribuirá a la protección de los derechos legítimos del pueblo palestino”, e “insta a que se determinen las responsabilidades del gobierno de Israel y de quienes lo apoyan en los crímenes perpetrados contra el pueblo palestino, de conformidad con el derecho internacional”.
En esto, el bloque socialista y progresista latinoamericano opta por el camino del compromiso directo y concreto, sin neutralidad inaceptable frente a víctimas y agresores. Precisamente sobre el ejemplo brindado por Nicaragua, que no sólo apoyó la acusación de Sudáfrica a Israel por genocidio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, sino que se convirtió en protagonista directo de la denuncia en el mismo foro de la acusación a Alemania, que después de EEUU es el principal proveedor de armas a Israel, aun expresando hipócrita preocupación por la población civil palestina golpeada con sus propias armas.
Como denunció el comandante Ortega en su discurso, EEUU tuvo la desfachatez de vetarlo mientras abastecía a los militares de Netanyahu. Ahora, aunque el veto estadounidense hace técnicamente imposible por el momento el procedimiento de admisión de Palestina, el ALBA tendrá que insistir y contar con el apoyo cada vez mayor de la mayoría de los países miembros, a fin de crear las condiciones para una confrontación política abierta entre la comunidad internacional en su conjunto y Estados Unidos.
El objetivo es dejar obsoleto el reiterado abuso del derecho de veto en desafío a la opinión general de la comunidad internacional, que en el caso de Palestina y el bloqueo contra Cuba encuentra dos de sus más innobles ejemplificaciones.
De Caracas al subcontinente
Desde Caracas surge la reactivación de las razones que, en 2004, impulsaron al Comandante Chávez y a Fidel Castro a impulsar la Alianza Bolivariana de las Américas. La reactivación de Petrocaribe es una muestra muy importante de ello, porque atiende a las necesidades generales de un bloque de países que se está equipando colectivamente para hacer frente a las sanciones, bloqueos y embargos que Estados Unidos y Europa utilizan para mantener su dominio, ya en crisis vertical y definitiva.
El litio boliviano amenazado por los intentos desestabilizadores de Washington es sólo el último ejemplo en las noticias del intento – ya exitoso en Ecuador – de arrebatar suelo y recursos del subsuelo vitales para la supervivencia del imperio, y la ya inminente adhesión de La Paz a los BRICS es asunto positivo.
Hay, de hecho, urge un refuerzo político frente a la renovada injerencia estadounidense que encuentra payasos fascistas alineados en Argentina y Ecuador y oídos sensibles en algunos presidentes del sur del continente, tal vez convencidos de que hay espacio para un acuerdo con Estados Unidos que respete las prerrogativas recíprocas.
Idea perdedora, porque no cuenta con la furia norteamericana ante el precario equilibrio de su dominación; ingenua, porque al dar la espalda a su comunidad continental construye las condiciones para sumar a sus respectivos países a la agenda dominante estadounidense; ilusoria, porque se cree a salvo y no comprende cómo el destino de quienes miran para otro lado es encontrarse ciegos a su vez.
Un modelo alternativo
Existe la reafirmación de un proyecto continental que se basa en una identidad clara a nivel político y cultural y que identifica un modelo de desarrollo diferente y alternativo precisamente en las fronteras del imperio decadente.
Cuyo modelo, además, está visiblemente en crisis de forma generalizada, como demuestran todos los indicadores socioeconómicos, y que ahora sólo se sustenta en la promoción de la desestabilización planetaria, terreno que considera propicio para sus intereses gracias a un aparato militar sin parangón en extensión y poder.
El ALBA afirma la única modalidad posible en su relación con el gigante del Norte, a saber, la de un diálogo basado en el respeto mutuo y desprovisto de toda forma de prevaricación y de instrumentos coercitivos. Reclama hacia todas las latitudes del mundo el derecho a la elección de interlocutores políticos y comerciales, a la búsqueda de las mejores alianzas posibles, a las mejores condiciones en las relaciones internacionales independientemente del gusto occidental.
La confianza en gobernantes fascistas en el corazón de la región, sin embargo, indica la línea política que EEUU parece abrazar, dando un paso atrás, a los años ‘60-70, cuando eligió las dictaduras militares como forma de gobierno útil para proteger sus intereses en el subcontinente. De ello están advertidos los países progresistas.
América Latina, como siempre, esté o no en el punto de mira internacional, juega un papel decisivo. En este cambio de época, en esta remodelación de la gobernanza mundial, la tierra acostumbrada a ver nacer lo nuevo, la porción del mundo comprometida en la batalla permanente por la independencia y la soberanía, jugará sus posibilidades de salvación del abrazo asfixiante y depredador del imperio. Cuales quiera que sean las formas en que se presente.