En horas de la madrugada del domingo 14 de julio, cuatro jovencitos, de entre 13 y 17 años, fueron asesinados a sangre fría en el poblado Raúl Silva Henríquez de Quilicura, en la Región Metropolitana de Santiago, en Chile.
Los muchachos acababan de celebrar un cumpleaños y estaban afuera de la casa, haciendo una fogata, cuando de repente llegó un vehículo lleno de delincuentes que les dispararon sin piedad.
Jazmín, tía de uno de las víctimas, comentó que escuchó la balacera y bajó corriendo. Lo que vio la dejó helada.
Su sobrino, que apenas había cumplido 16 años y estaba de visita en el barrio, trató de escapar pero cayó al suelo. Uno de los criminales, sin un gramo de compasión, se bajó del carro para rematarlo.
«Mataron a puros niños y más encima mataron a un niño inocente que no vivía aquí, que venía de visita», insiste Jazmín, hablando de su sobrino.
Tres de los jóvenes murieron ahí mismo y el cuarto falleció más tarde en el hospital. Para colmo, un hombre de 33 años y otro adolescente están graves en el hospital.
Los criminales huyeron como cobardes y después la policía encontró el carro que usaron todo quemado. Parece que todo esto fue por pleitos entre pandillas, pero la tía insiste en que su sobrino no era de ninguna pandilla.