Rezagos de la “cultura” Malinchista en Nicaragua

I

Malinchista, dice el Diccionario del Español de Nicaragua (DEN), es el que “menosprecia lo nacional y exalta lo extranjero”. Para la Real Academia Española es el “Que muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”.

La subestimación de la tierra natal es un anómalo comportamiento. Consiste, por ejemplo, en admirar al resto del mundo cuando construye un Canal o lo que necesite para su desarrollo, pero si lo trata de hacer Nicaragua es “terrible”, “catastrófico”.

Lo que aconteció en la frontera Nicaragua-Costa Rica, con la intempestiva llegada de unos 2 mil inmigrantes cubanos, es una demostración de soberbia: fueron lanzados por las autoridades ticas que tumbaron todo lo dispuesto en materia de migraciones, como las Convenciones y Acuerdos Internacionales sobre Movilidad Humana.

El experto en Derecho Internacional, Mauricio Herdocia, expuso a El 19 Digital que “esta ola migratoria carece de un marco de legalidad, seguridad y orden”.

El Estado no permitió que se violentara la frontera. Está en su legítimo derecho. Nadie que llegue a la casa de alguien derribando la puerta, no esperará ser recibido con gallopinto, tortilla comalera y cuajada chontaleña. Es lo que pasó.

La irresponsabilidad de Costa Rica no puede ser atribuida a Nicaragua, como alegremente acusa a su propio país la derecha conservadora en todas sus presentaciones.

El canciller costarricense, Manuel González, comunicó a la BBC, obviando la cuota de culpa de San José, que “El problema estructural surge desde Ecuador hasta Estados Unidos, si no hay una acción coordinada de todos los países para atender esta problemática, no va a haber una solución estructural al tema”.

La causa es la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que le da un estatus de privilegio a todo aquel cubano que ponga sus pies en suelo estadounidense.

II

Es una perversidad señalar que Nicaragua “por afinidad ideológica” y por “órdenes” del presidente Raúl Castro, ha dado un trato inadecuado a los que quisieron forzar su entrada al país. Y una canallada de los oportunistas manipular el hecho para sacarle provecho.

Quieren calificar al Gobierno del presidente Daniel Ortega de “ingrato” y nada “solidario”, y echarle en cara que en el pasado muchos nicaragüenses recibieron asilo político. Y “olvidan” que el éxodo masivo, en busca de refugio económico, sucedió a partir del neoliberalismo finisecular.

La realidad es que miles de cubanos han pasado por nuestro territorio, sin ningún obstáculo, pero en orden. Entonces a los partidos deshabitados les importó la suerte de esta gente.

Solo la semana anterior, el Ejército y el Ministerio de Salud evitaron una desgracia mayor a varias familias cubanas que se internaron en el monte. Extraviadas, abandonadas por los “coyotes” que ofrecieron pasarlas por Nicaragua, fueron rescatadas por los soldados.

María Matilde González testimonió: “Nos dieron atención médica, nos trataron bien. No tenemos ninguna queja. Queremos agradecerles, porque estas personas nos salvaron la vida. Nosotros estábamos en medio de la selva sin saber para dónde ir”.

De los “líderes democráticos” y sus organismos de “derechos humanos” que hoy critican por pura politiquería al Gobierno de Nicaragua, ninguno ayudó a los isleños ofreciéndoles posada ya no en sus hogares, sino en “los capítulos del tendido territorial” de sus partidos. Pero esas casas no existen por falta de pueblo, y solo las alquilan durante breves meses y en periodo electoral.

Si el Gobierno Sandinista, a como injuria la oposición minoritaria, es el “malo de la película”, ¿cómo es que a México llegaron mil 871 antillanos en 2014?

¿De qué forma, si no es pasando por Nicaragua, llegarían 9 mil 100 ciudadanos en lo que va del año, como dio a conocer el director general de Control y Verificación Migratoria del Instituto Nacional de Migración (INM) de México, Mario Madrazo?

El diario La Nación asegura que “En Costa Rica, este año ya se reporta el paso de más de 13.000 migrantes”. Obvio: toda esta gente transitó por Nicaragua sin que se le impidiera llegar a su destino.

III

La minoría ultraconservadora y sus medios tienen derecho a odiar, estar en contra de la rotación terrestre y el estelar adorno navideño de Orión, pero no a cambiar los hechos, alterarlos y desde esa falacia, juzgar una decisión soberana, condenar a su propio país y absolver a los principales responsables del drama de los caribeños.

La historia de Nicaragua nos ilustra que hay nicaragüenses de nacimiento pero no de corazón; que les importa más defender los intereses de su facción que los de su patria, y no es que aquí patria signifique FSLN, sino que la respuesta del Gobierno es conforme a las leyes de la República.

Es demasiada incoherencia que un grupo organizado en siglas partidarias y oenegés salga a las calles a protestar con la bandera azul y blanco de Nicaragua y a la hora de poner en práctica ese “sentimiento patriótico”, se pase a la acera del país que agrede las fronteras nacionales y nos acusa en La Haya.

Ahí queda expuesta la falsedad de su discurso que trata de ser encubierto con el pendón bicolor: ven a Nicaragua con su empañada mirilla correligionaria despreciando una clara visión de nación.

Por esa vía de anteponer los beneficios partidarios y hasta personales a los de la República es que Nicaragua perdió las enormes extensiones del Sur.

En el siglo XIX, los Calandracas de León, con tal de ganarle a los Timbucos de Granada, mutilaron el departamento de Oriente y con él a todo el Estado, cediéndole a Costa Rica: Guanacaste, Nicoya y áreas adyacentes al sur del Río San Juan. ¡Nada menos que la décima parte del territorio nicaragüense!

Así, el país vecino aumentó su mapa gracias a los demonios del odio y el rencor que mueven las facciones primitivas que aún hoy no logran desarrollarse como instituciones políticas nacionales y modernas. El gobierno de San José ha encontrado ahí, hasta la fecha, a sus aliados oficiosos.

**Edwin Sánchez

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