Natividad: Noche de Paz con Chilincocos

Algunos pueden ser angustiosamente meticulosos y repetir “el Mesías no vino al mundo el 25 de diciembre”; otros, que Jesús nació antes de Cristo, con cuatro años de retraso, según el calendario gregoriano, etcétera.

Unos, viendo la batalla perdida, prefieren afilar sus argumentos con una extensa lista de textos bíblicos para aserrar los árboles de Navidad, porque afirman, son de origen mundano altamente sospechoso. Sin embargo, es el día de hoy y nadie  ha podido presentar evidencias donde aparezca una sola persona de rodillas ante un pino, natural o de plástico, persignándose.

Para gustos nacionales, son preferibles los Nacimientos, a tono con las insuperables pastorelas nicaragüenses, auténtica introducción al espíritu de la época que nos rescata de la contaminación del mercado y su patrono, Santa Claus.

Pero aun admirando lo bello, por humilde que sea —y de eso se trata— la instalación de un Belén; María, José y el Niño también; la Estrella, los pastores, los sabios de Oriente, siempre saltarán los inconformes.

Desde su ecosistema fundamentalista tendrán a mano tantos “¡No!” como si fuera un crimen de lesa humanidad recrear el relato verídico que arranca en una “cuna” que, si nos atenemos a los indicadores del Banco Mundial, nadie, ni antes ni ahora, ha usado por estar tan debajo de la línea de la extrema pobreza:  un pesebre. ¡Ahí fue acurrucado nada menos que el Hijo del Santo Padre, Creador de los Cielos y de la Tierra!

Últimamente, algunos han puesto de moda a los celtas y sus ritos, mientras hay quienes retroceden a la época de Nimrod, para rastrear las raíces paganas de todo cuanto hoy se celebra.

Si bien es cierto hay libertad de expresión, hacerles caso sería como mandar de vacaciones a pastores y sacerdotes, y dejar la Navidad en manos de patólogos y forenses.

¿Se imaginan ustedes llevar la trascendental conmemoración del centro de nuestras almas, cuando nos reunimos la víspera en casa, a una mesa del Instituto Legal de Medicina para practicarle una autopsia y ver cómo “apareció” este “mal” y quién fue “el culpable”?

Mejor sería diseccionar el odio, el rencor, la envidia y el egoísmo para poder entender las enfermedades de los espíritus incompletos, y no la plenitud cristiana por excelencia: el amor y la solidaridad.

La Música de Dios

La Biblia no registra el día exacto, pero sí la certeza de su nacimiento de una Virgen, María. El testimonio colectivo de los profetas es abrumador aunque haya quienes traten de rechazarlo.

Además, el interés del Espíritu Santo no está en que los hombres y mujeres se apoyen en los cálculos de la NASA, sino en la música de Dios, en la sinfonía multitudinaria de las huestes celestiales, disfrutada no en los teatros exclusivos de la opulencia, sino a campo abierto por sencillos trabajadores, junto a sus rebaños, en aquella inaugural e inolvidable Nochebuena. Y de ahí se desparramó en himnos, villancicos, cantos navideños y sones de pascua, desde “Noche de Paz” (Joseph Mohr/ Franz Xaver Gruber) y “El Niño del Tambor” (Katherine K. Davis) hasta “Ese Cabellito Rubio” (Manuel Ibarra Mayorga)  y “Un Gajo de Chilincocos” (Carlos Mejía Godoy.)

Qué triste sería sustituir la Misa del Gallo o los cultos evangélicos por la universidad y basar nuestra fe en la arqueología, en la antropología, en la historiografía y la matemática, y que a la medianoche los académicos nos extendieran un certificado imposible: autorizados para creer en la Natividad.

Dios y Hombre

Lo más peregrino que uno logra escuchar de los escépticos de temporada es que el día principal del año se debe a un personaje del folclor hebreo, tan ficticio como los mismos semidioses de las mitologías antiguas.

Ahora, reconociendo que no fue el 25 cuando nació nuestro Señor, ¿es cuestionable que los hombres y mujeres de buena voluntad celebren la Navidad? El fanatismo puritano me impulsaría a responder que sí; la sensatez, a reconocer, por lo menos un día al año, el cumpleaños de quien nos vino a dar “Vida y vida en abundancia”, porque es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie va al Padre si no es por Él.

Si a cualquiera le cantan las mañanitas, o se le felicita por su onomástico, ¿seremos tan orgullosos que le negaremos a Jesucristo su natalicio? Recordemos: Jesús es ciento por ciento Dios y ciento por ciento hombre.

Solo puedo decir: bendito, Señor, porque naciste en esta Tierra y le diste sentido a la humanidad, porque la historia ya nunca más fue la misma y cambiaste para siempre el destino de los efímeros. Has abierto, para el que quiera entrar,  las puertas del Reino del Santo Padre.

Profecías

La Biblia nos adelantó la llegada del Redentor. Ésta es una de las profecías:

“Pero tu Belén, Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. Miqueas 5:2, año 735 a.C.

Si la primera venida de Jesús no fue en la fecha marcada en los almanaques de la mayoría de los países, hay algo mejor todavía: nace todos los días en aquellos corazones que reconocen que Él es el Señor de sus vidas.

En ello consiste la verdadera Natividad.

Por Edwin Sánchez

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