Izquierda… el corazón que le hacía falta a la Democracia

I

En 1990, 1996 y 2001, la Izquierda de Nicaragua, el FSLN, reconoció sus derrotas en las urnas. Y mientras la derecha estuvo ganando, el tribunal electoral era el más impecable del Universo. Cuando empezó a perder en 2006, lo bajaron del altar, le vieron defectos por todos lados y entonces sonaron las maracas del “fraude”.

Recientemente, las fuerzas progresistas de Argentina aceptaron el triunfo de Mauricio Macri, y el pasado fin de semana, el presidente Nicolás Maduro resumió el verdadero talante democrático de la Izquierda Latinoamericana, aunque algunos exhiban sus nostalgias al atribuirle esa gloria a los militares: “Nosotros, viendo estos resultados adversos, hemos venido con nuestra moral, con nuestra ética, a decirle a Venezuela que ha triunfado la democracia”.

Con todos estos procesos electorales, desde los años 90, la Izquierda demostró su compromiso con la Democracia: la inclusión social es básica para hacerla de carne y hueso. Sí, no basta cumplir con la liturgia electoral para que sus oficiantes sean considerados “democráticos”.

La versión de democracia de la derecha es muy precaria, por mucho que la ex izquierda y los renegados digan lo contrario. ççLa Izquierda en el poder hizo visibles a los invisibles de todos los siglos. Ese gran pueblo de indocumentado en sus propios países por fin tocó la Democracia con sus propias manos y la abrazó, y ya no fue más una categoría abstracta. Eso es Estado de Derecho, no Estado de Derecha.

Aunque la derecha conservadora se quiera dar un baño de legitimidad porque en su retórica habla de la “independencia de poderes”, los hechos confirman que su autonomía es parte de la utilería de una película llamada “democracia”. El sistema funciona como un todo; podrán haber matices, acciones aisladas, algún caso mediático, pero su autoritaria maquinaria se encarga de limpiar el camino hacia su objetivo máximo: arrodillar un país ineluctablemente al culto del dios Mercado.

En esa narrativa, la “democracia” no ve al hombre y la mujer como seres pensantes, sino como piezas del engranaje, y cuando se aproximan a ser consideradas almas es porque sonríen ante un escaparate, en tanto son clientes, espectadores, usuarios… Sus opiniones no cuentan, para eso están los medios y otros poderes fácticos. Su deber es consumir puntos de vistas ajenos presentados como verdades absolutas. Otros son los que deciden.

Que los europeos entiendan: la democracia de ellos, no es la que creen instalada en América Latina, custodiada por la derecha conservadora.

La Democracia era hasta hace unos años, apenas un enunciado, una propuesta, en un subhemisferio enmascarado de ficciones jurídicas importadas. Por eso y muchas cosas más es que con partidos y líderes como Hugo Chávez y Evo Morales, Lula y Correa, el retorno del Frente Sandinista con el comandante Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo, se supera el grave déficit democrático.

Esta es la Izquierda que surge y se nutre de americanitud, muy lejos de ser una perniciosa copia del derrumbado socialismo europeo. Sin ella, la Democracia está condenada a ser un cuerpo sin alma que podría ser tomado por extremistas de derecha o de ultraizquierda.

II

La Izquierda latinoamericana no ha tumbado a ningún gobierno electo democráticamente, sin embargo, la derecha radical, continental y europea, celebró de pie el Cuartelazo Parlamentario contra el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, en 2009.

La Izquierda nunca ha hecho maniobras desde el Congreso para ejecutar golpes de Estados técnicos ni suaves, tal como la derecha derrocó “democráticamente” al presidente legítimo de Uruguay, Fernando Lugo, en 2012. Ahora pretende reeditarlo contra Dilma Rousseff, a quien los brasileros le extendieron masivamente su mandato hasta 2019.

La Izquierda no ha enviado pirómanos a pegarle fuego a las casas de partidos adversarios, ni atizado la xenofobia como se hizo contra el personal médico cubano, mucho menos proponer “La Salida” de un Presidente emanado de la conciencia cívica, como sí lo hostigó abiertamente el ultraderechista Leopoldo López, al tratar de dar el Guarimbazo a Nicolás Maduro.

La Izquierda nunca ha contado con fábricas trasnacionales de distorsión para sitiar a un país mediante la difusión de rumores, falacias, infamias con el fin perverso de preparar a sus audiencias a recibir como “un cambio natural de época” los Golpes de Estado de nueva generación.

La Izquierda tampoco bloqueó económicamente a ningún país gobernado por la derecha para prefabricar presidentes y dar esta magistral lección de “democracia”: elegir entre morirse de hambre o votar por los socialistas; fallecer por enfermedades fácilmente curables o acceder a las medicinas; la guerra o la paz.

III

Ningún partido de derecha puede dar testimonio de estas credenciales que blindaron de calidad a la Democracia en América:

De 1998 a 2015 en Venezuela se cumplieron 20 procesos electorales inmaculados. Hasta este último, consultas tras consultas, la derecha infamó a las autoridades del poder Electoral de ser juez parcial. Incluso, la Mesa de la Unidad Democrática se negó a firmar un documento para reconocer los resultados de las parlamentarias. La razón: “carecía de seriedad”.

Ex presidentes que fueron retirados por los pueblos con penosos índices de rechazo popular, y sin vocación democrática ni respeto al Derecho Internacional como Laura Chinchilla o el (o)caso del señor Quiroga, organizan clubes de “observadores” para predicar lo que jamás sudaron.

Su verdadero objetivo era hacer que la derecha ganara a como fuera, listos a gritar “fraude”. Pero las autoridades solo hicieron lo que han hecho durante 19 comicios: que el pueblo decidiera por vigésima vez.

La derecha conservadora local, ex presidentes de esa línea y medios de prensa afines, constituyen una pavorosa Trinidad Diabólica contra la Democracia en el continente. Están dispuestos a todo y ya lo adelantaron en la voz de Macri, presentándolo como algo “natural”, un “cambio de época”.

Pero si fuera “natural”, no se necesitarían estas alianzas satánicas, ni las guerras económicas, ni los Golpes de Estado de nueva generación.

Sí hay un gran cambio que nos cambia a todas y todos: la Democracia en América Latina y El Caribe ya no será la que el mundo se acostumbró a ver resignado hasta hoy, funcionando únicamente con el hígado de una opulenta minoría.

A pesar de ciertos yerros que deben ser corregidos en Venezuela, cuyos efectos algunas veces son atribuidos coralmente al “imperio”, estamos frente a una Izquierda Clásica americana en construcción, esa misma que dotó a la Democracia del corazón que tanto le hacía falta.

**Edwin Sánchez

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