Cada 6 de enero se celebra el conocido Día de los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, aquellos tres hombres que visitaron al niño Jesús a pocas horas de nacido guiados por una estrella para adorarlo y llevarle tres regalos: oro, incienso y mirra.
Según lo cuenta la historia, se ha hablado sobre los magos de Oriente que visitaron al hijo de Dios: Melchor, Gaspar y Baltasar, reyes de países lejanos a quienes el espíritu santo les mostró el camino a Belen por medio de una estrella para llegar al pesebre donde se encontraba el niño Jesús luego de su nacimiento.
En el libro de Mateo, verso 2, las santas escrituras cuentan que los magos al llegar al pesebre expresaron: “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle”, seguidamente se propusieron a adorarlo, luego de hacer un viaje largo sin importar ser hombres de autoridad y riquezas, su única intención era ver y adorar al Mesías.
El mencionado texto bíblico también señala los tres elementos obsequiados por los Reyes Magos y usados como adoración. Mateo 2:11 “Al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, postrándose, lo adoraron y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: Oro, incienso y mirra”.
Ellos colocaron sus ofrendas a sus pies. El oro era su tributo al Rey, el incienso, con su aroma dulce, era para el sacerdote, el paracleto y la mirra para la sepultura.
Significado de los obsequios de los Reyes Magos para el niño Jesús
Melchor (Magalath) un hombre anciano, de cabellos y larga barba blancos, procedente de Europa, entrega la Mirra: es una sustancia rojiza aromatizada común en medio Oriente para la elaboración de perfumes, sin embargo, en aquellos tiempos era utilizada para el aceite de la santa unción, para uso santísimo y como bálsamo para la santa sepultura.
También fue usada por sus cualidades soporíferas, mezclándola con diversas bebidas ofrecidas a personas torturadas.
La mirra vino a ser el regalo que anunció proféticamente momentos muy amargos en la vida del Mesías. El sufrimiento y la negación continua de sí mismo sería la constante en su peregrinar por la tierra. La mirra entonces representa aflicción, dolor, angustia, tiempos de amargura, sufrimiento y muerte de Cristo. La mirra vino a ser el símbolo de “humillación plena” en la vida de Cristo. La mirra es el símbolo del hombre.
Gaspar (Galgalath), el más joven y rubio de los tres reyes magos, procedente de Asia entrega el Incienso: Es una preparación de resinas aromáticas usado en algunos casos para rituales religiosos.
En aquel entonces se quemaba en el Tabernáculo de Moisés y en el Templo de Salomón sobre el altar de oro del incienso; era para uso exclusivamente sagrado.
Tenía un simbolismo en sí mismo muy profundo y espiritual, debía ser quemado en el santuario cada día y cada noche como ofrenda agradable al Señor.
El incienso era un símbolo de la oración, según ambos Testamentos (Salmo 141:2; Apocalipsis 5:8) y era algo muy preciado y costoso. El incienso también era obtenido a alto precio para perfume, de árboles de Arabia y África (Jeremías 6:20; Cantares 3:6).
Este incienso era colocado en una vasija llamada incensario en la cual también se colocaba el fuego para que ardiera en el altar. El altar del incienso, el incensario de oro y el incienso simbolizaron la mediación de Cristo, su posición sacerdotal y su intercesión por el hombre. El incienso es el símbolo de Dios.
Baltasar (Serakin) un hombre de raza negra procedente de África entrega el Oro, el más preciado de los metales. Es símbolo de realeza, dignidad, soberanía y autoridad. Representa posición, gobierno y dominio. El oro da seguridad, influencia e identidad al que lo posee. En el libro de Mateo vemos a los Reyes de Oriente abriendo sus tesoros a Jesús. Ellos le darían de lo mejor que poseían.
Trajeron desde lejos todos sus tesoros para adorarle y al verlo, pusieron a sus pies lo más significativo, valioso y profético: El oro como presente a los pies de Cristo significaba que los Reyes tomaban su realeza, posición y dignidad y la sometían al GRAN REY. Toda su identidad, rango, seguridad e influencia la cedían a Cristo. Dicho de otra forma, ellos se sometían, se sujetaban y en obediencia total rendían sus coronas a Jesús; todo lo que implica el oro debe ser puesto a los pies del Mesías.
En resumen, el oro entregado por los magos a Jesús eran un reconocimiento de su realeza; el incienso, un homenaje supremo a su divinidad y la mirra, un anuncio a sus padecimientos como Redentor de la humanidad.