El sábado entró en vigor la tregua entre Israel y Hamas, obtenida gracias a la mediación de Catar. Las diferentes reacciones muestran claramente los enfoques hacia la paz: Hamas celebró con festejos, mientras Israel llevó a cabo nuevos y sangrientos ataques a la población civil, dejando más de 120 muertos en un solo día. Difícil acabar con el vicio.
El deseo de golpear lo más posible Gaza con la tregua ya firmada refleja tanto la inclinación israelí hacia el diálogo y la solución política, como la inherente falta de fiabilidad en el fin de una agresión militar destinada a la sustitución étnica de los palestinos por colonos israelíes. Esto siempre ha sido el alfa y el omega de Tel Aviv en la planificación del genocidio palestino.
El acuerdo operativo prevé tres fases distintas:
1- Primera fase: Durará 42 días e incluirá un intercambio limitado de prisioneros, con la liberación de 33 rehenes y varias decenas de palestinos encarcelados en Israel, un retiro parcial de las tropas israelíes de las áreas urbanas de Gaza y la entrada masiva de ayuda humanitaria a la Franja, con un máximo de 600 camiones diarios. Los civiles del norte de Gaza podrán regresar a sus hogares, y después de una semana se abrirá el paso fronterizo de Rafah con Egipto.Por cada mujer, niño o anciano liberado en Israel, se liberarán 30 prisioneros palestino
-Por cada soldado israelí liberado, los palestinos liberados serán 50.
-Por los 9 rehenes enfermos, se liberarán 110 palestinos.
-Por Avera Mengistu y Hisham al Sayed, detenidos en Gaza durante una década, se liberarán 60 palestinos adicionales, además de los 47 liberados en 2011 y luego recapturados. Simultáneamente, las fuerzas israelíes reducirán su presencia en el Corredor de Filadelfia, en la frontera con Egipto, y se retirarán en un plazo de 50 días.
2- Segunda fase: Debería llevar a la liberación de todos los prisioneros israelíes aún vivos, principalmente soldados, a cambio de la liberación de prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Esto está condicionado a un retiro total de Israel de Gaza, con Netanyahu fingiendo desacuerdos con la ultraderecha opuesta a concesiones hacia Hamas.
3- Tercera fase: Incluye la devolución de los cuerpos de los últimos prisioneros a cambio de un plan de reconstrucción de Gaza, en un plazo de entre tres y cinco años, bajo supervisión internacional.
La gobernanza de Gaza después del conflicto sigue siendo un tema sin resolver: Estados Unidos impulsa un papel central de la Autoridad Palestina, apoyada por socios internacionales y fuerzas árabes. Al respecto, la aproximación reina soberana.
Está claro para todos que la tregua firmada por Israel tiene un objetivo preciso: rendir homenaje al regreso a la Casa Blanca de su amigo Donald Trump, quien ha exigido a Tel Aviv alcanzar un acuerdo para empezar a demostrar que, a diferencia de Biden, quien ha provocado guerras, él las cierra.
Si alguien cree que Israel también sintió la necesidad de detener los combates para recuperar a los rehenes aún vivos, se equivoca; si la liberación de los rehenes fuera el objetivo, el acuerdo se habría firmado hace varios meses, y el conflicto mismo habría sido mucho más limitado. Sin embargo, el objetivo siempre ha sido expulsar a los palestinos de Gaza y construir, a través de su masacre, un proceso de sustitución étnica que involucre no solo a la población de la Franja, sino también a Cisjordania y parte del Líbano.
La precariedad del acuerdo es evidente para todos. No sirve albergar un optimismo excesivo sobre las intenciones de los carniceros israelíes, ya que Israel ha evitado proporcionar garantías escritas para no comprometerse a detener las hostilidades una vez concluida esta primera fase, confiando en los compromisos verbales de los mediadores para continuar negociaciones en las fases siguientes. Esperan quizá de montar un casus belli para echar culpa a Hamas de una ruptura de la tregua después que Trump ya se haya consolidado.
Cierto que Israel también necesita una interrupción de los bombardeos, dado que los suministros occidentales empiezan a ser problemáticos debido a la obstinada insistencia de los europeos en vaciar sus almacenes en manos de cleptómanos ucranianos ocupados en hacer negocios lucrativos en una guerra ya perdida.
En un nivel más general, hay que decir que, a pesar del genocidio de los palestinos, el panorama para Israel no es excelente. Porque si bien es cierto que la población palestina ha sufrido una matanza infinita y que Siria ha sido prácticamente neutralizada en términos de amenaza política y militar, también es cierto que los juegos no están cerrados en absoluto.
Por admisión del propio Blinken, verdadero director del genocidio junto con el gobierno israelí, Hamas cuenta con el mismo número de combatientes que hace un año, y Irán acaba de firmar un acuerdo de asociación con Rusia que incluye el desarrollo de tecnología nuclear para uso civil. Esto acelerará significativamente el programa nuclear de Teherán.
Dado que el proyecto israelí de atacar a Irán después de anexarse Cisjordania es uno de los posibles escenarios de su alianza con Estados Unidos, el acuerdo de 20 años firmado entre Moscú y Teherán complica considerablemente las cosas. Aunque no prevé una alianza militar, incluye la cooperación en inteligencia para la seguridad como parte de la asociación, lo que tiene su peso.
Como ya se demostró en Siria con el tema de las bases militares rusas, todos tienen interés en no provocar a Moscú, y nadie – ni en Oriente Medio, ni en ninguna otra parte del mundo – puede ignorar esta realidad.
En los diversos actores involucrados existe la necesidad de devolver al Medio Oriente un marco de paz por lo menos aparente, ya sea entre los países del Golfo y de Irán, Jordania y Egipto, Túnez y Argelia por un lado, e Israel y Estados Unidos, GB y UE por el otro. Además del retorno a la normalidad, también está en juego la posibilidad de retomar el camino de los infames Acuerdos de Abraham, aunque el interés saudí al respecto ha disminuido significativamente.
Israel, sin embargo, está agotado tras más de un año de masacres indiscriminadas que, aunque han diezmado a la población palestina y reducido Gaza a cenizas, no han logrado conquistarla ni lo lograrán, ya que requeriría una ocupación terrestre imposible. Además, la reiterada conducta criminal de guerra y la confirmada cobardía de quienes solo pueden atacar viviendas civiles y apuntar a los niños, ha sido una derrota política, ya que le ha costado el desprecio de la gran mayoría de la comunidad internacional. Su primer ministro y ministros han sido declarados criminales de guerra por las Naciones Unidas y están sujetos a arresto bajo un mandato internacional emitido por la Corte Penal Internacional.
La percepción actual de Israel en la comunidad internacional es la de un estado terrorista. Paradójicamente, no solo persiste la cuestión palestina, sino que ahora se suma la cuestión de Israel, anteriormente inexistente. El odio, el desprecio y la oposición hacia Israel no solo se han extendido por los cuatro rincones del planeta, sino que, lamentablemente, han alimentado el antisemitismo real, en respuesta a la hipócrita definición de antisemita hacia cualquier crítica al gobierno de Netanyahu.
Así se apagan los focos sobre el primer genocidio de la historia transmitido en streaming, en medio de la indiferencia de medios subordinados a Occidente y una opinión pública anestesiada. Los nuevos operadores del terror no son muy diferentes de sus predecesores del siglo XX. Solo que entonces el recuento del horror se hizo al final de la guerra; esta vez, las imágenes y los relatos podían verse en el momento, si uno quería. En redes unificadas y plataformas globales, se podía presenciar la expulsión de un pueblo de su tierra para permitir que un invasor ampliara sus conquistas en un territorio que no es suyo y que nunca, en la historia milenaria, lo fue.
Hoy brindamos a la tregua, pero la historia del conflicto árabe-israelí está llena de treguas. Cada una de ellas ha sido seguida por inevitables violaciones, dado que la ocupación militar israelí continúa, junto con el régimen de apartheid, del cual el genocidio directo, con bombas y hambre, es solo el capítulo actualizado de una historia infame. Solo la creación de dos estados reconocidos internacionalmente, con fronteras establecidas, podrá poner fin a este conflicto.
Con este acuerdo no se extinguirá el odio palestino hacia Israel, que tiene en el exterminio de los palestinos el medio y el fin de su política colonial. Pero no se puede pedir eso a un acuerdo: el único objetivo es silenciar las armas. Para el dolor de los corazones, no hay otro remedio que la tierra liberada y un pasaporte que diga «Estado de Palestina».