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domingo, septiembre 7, 2025

Occidente, el gran miedo

Las imágenes del desfile militar chino obtuvieron el efecto deseado por Xi, es decir, demostrar la solidez y la eficacia del fortalecimiento militar del Dragón y, al mismo tiempo, presentar a China como referente del nuevo mundo y punto de posibles mediaciones con el orden global saliente. Ninguna declaración belicosa, más bien ofertas de diálogo y de búsqueda de soluciones. Pero tampoco retrocesos en el camino que conduce al pleno reconocimiento del liderazgo internacional para China y todos los países emergentes.

Desfile militar chino: un nuevo orden global emergente
Desfile militar chino: un nuevo orden global emergente

Vista desde Washington y Bruselas, la parada alarma. El mayor temor de Occidente colectivo fue la materialización de los progresos militares de Pekín y la soldadura política del eje estratégico con Moscú. Tal demostración de fuerza y la reiterada alianza estratégica con Rusia dejaron claro que para Occidente la teoría de Tucídides – golpear al adversario antes de que se vuelva demasiado fuerte para poder golpearlo – es ya impensable. Ver desplegado el poder militar chino, con dispositivos capaces de anular la diferencia estratégica con EE.UU. y saber que son integrables con la extraordinaria fuerza del dispositivo militar ruso, evidenció que Occidente, que pretendía cercar, en realidad está cercado.

La presencia de 4 de las primeras siete potencias nucleares del mundo, de tres de las primeras cuatro economías del planeta y de los tres mayores índices demográficos existentes, todos desobedientes al sistema de reglas de Occidente colectivo, ofreció una imagen de fuerza extraordinaria. Poco importa que la construcción de estas alianzas haya sido inducida sobre todo por las políticas agresivas y provocadoras de Occidente. Como es sabido, a menudo la causa contra un enemigo común obtiene más adhesiones que la causa por una amistad común.

El intento de EE.UU. y la UE de desligar a Pekín de Moscú en el escenario ucraniano nunca despegó, mientras se registra el impacto del nuevo gasoducto siberiano que permitirá el suministro de gas desde Rusia a China. Con él desaparecen las últimas ilusiones de ver a Moscú y Pekín distantes por la atracción que los mercados occidentales ejercen sobre los productos chinos. En cambio, se concreta el riesgo de que los flujos energéticos hacia el Este pongan a Europa en dificultades de abastecimiento.

La superioridad económica, tecnológica y militar anglosajona hace tiempo que está en crisis y el imperio decadente se ve obligado a revisar bruscamente sus orientaciones estratégicas, porque la desestabilización planetaria sostenida por la idea neocon de exportación a escala global del monroísmo, ha caducado.

Por lo demás, la pérdida de influencia de Occidente se capta tanto en el creciente endeudamiento de la economía estadounidense (37 billones de dólares, de hecho una deuda impagable), que ha generado 40 millones de pobres solo en EE.UU. y que se ve obligada a obtener liquidez mediante la venta de bonos del Estado con intereses altísimos y quizás impagables, como en los flujos crecientes de capitales internacionales que se desplazan de Occidente hacia Oriente.

Postales desde el Sur Global

La cumbre de la OCS y el desfile de Pekín pusieron en evidencia la consolidación del bloque de países que luchan por un mundo multipolar y que pretenden superar esta fase de la historia humana caracterizada por el dominio del imperio de tracción anglosajona. Existe la conciencia de que la tendencia al vuelco sistémico es ya inevitable y que debe producirse la salida de escena de políticas arrogantes y sancionadoras, del uso de parámetros financieros que ya no corresponden a la realidad y del fin del Dólar como única divisa internacional de referencia, lo que obliga a la comunidad internacional a financiar la economía estadounidense mientras EE.UU. saquea los recursos globales.

En sustancia, se cuestiona no solo el imperio occidental bajo liderazgo anglosajón, que ha prosperado en el intercambio desigual y en el saqueo continuo y extenuante de los recursos del Sur, sino también la “excepcionalidad” de Estados Unidos y su poder decisorio y chantajista, tanto unilateralmente como en el seno de los organismos internacionales de carácter financiero, jurídico y normativo.

La histeria imperial

Los planes estadounidenses para contrarrestar la evolución económica y política del Sur global preveían dos ejes: el primero era contener la economía china en un desarrollo limitado al área asiática pero sin alcance global; básicamente, un gigantesco mercado para las mercancías estadounidenses. El reforzamiento y la agitación de Taiwán, además de permitir saquear la industria de semiconductores necesaria para la fabricación de todo producto tecnológico estadounidense, proponía una China obligada a aceptar incluso una limitación de su soberanía, certificando sus ambiciones reducidas.

El segundo buscaba, mediante la expansión hacia el Este de la OTAN, una derrota militar de tipo estratégico para Rusia, su fragmentación y posterior desintegración en diversas e insignificantes mini-regiones. Se pensaba así derrotar a Vladimir Putin, quien desde su llegada al Kremlin había decidido reconstruir la dignidad perdida con Yeltsin, comenzando por la utilización de sus inmensos recursos del subsuelo, de su prestigio e influencia internacional y de la reconstrucción de su doctrina militar también a través de la actualización de su fuerza nuclear estratégica.

Estas estrategias de la OTAN se revelaron dos gruesos errores de valoración y se enfrentan ahora a la derrota en Ucrania y a la afirmación de organizaciones regionales y globales dirigidas precisamente por Rusia y China. Un bloque que representa a tres quintos de la humanidad y alrededor de la mitad del PIB global y que dispone de lo que el planeta demanda y de lo que Occidente carece: recursos de tierra, mar, suelo y subsuelo, alimentos, agua potable y energía, sistematizados con una tecnología de vanguardia de valor estratégico superior.

Los BRICS, al igual que la OCS, parecen poseer una capacidad de conquista con adhesiones cada vez mayores, destinadas a la constitución de un bloque multipolar del Sur y del Este global en neta contraposición al Norte liberal unipolar. Por el contrario, la descomposición de la Unión Europea, suicidada para garantizar la supervivencia de la potencia estadounidense, registra una escasa atracción hacia los países que no forman parte fundacional de Occidente colectivo.

Sobrevive solo la capacidad de corromper a la clase dirigente de algunos pequeños países de Europa Oriental con el objetivo de encontrar nueva carne de cañón para desafiar a Rusia. Se sigue queriendo a Moscú comprometida en conflictos permanentes en sus fronteras o, en todo caso, en su esfera de influencia, como último y desesperado intento de minar su crecimiento económico, su imagen exterior y su consenso interno. En cambio, la presidencia de los BRICS, así como la de diversas asociaciones para el desarrollo económico, ha puesto en evidencia un papel importante de Rusia en los escenarios geoestratégicos, donde Moscú es muy bien considerada.

El camino y los caminantes

Estamos ante una transformación global que afecta la producción de bienes y servicios, la capitalización y las políticas de gestión y que se inscribe en un cambio general de carácter planetario. El desnivel creciente entre el imperio decadente y los países emergentes se debe a que el capitalismo, central y periférico, ya no es capaz de producir nada que sea necesario para la especie humana y para la organización de sus diversos modelos sociales, ni es capaz de influir en todo el mercado.

Vivimos un cambio de época que se funda en la nueva revolución tecnológica con el paso de la tecnología analógica a la digital, subrayado por la entrada en escena de los sistemas de cálculo de la matemática cuántica y de la inteligencia artificial. Estos cambian de raíz la relación entre hombre y trabajo, entre producción y consumo, reescriben las reglas del proceso de acumulación originaria y las de la organización social posible.

Estamos en presencia de un reset general del sistema global, que plantea la necesidad de afrontar el tema de la creación de trabajo y de la riqueza con una clave distinta y distante de la utilizada hasta ahora, porque la innovación tecnológica no es un hecho meramente científico-técnico, sino un proceso social de naturaleza dinámica destinado a cambiar la relación entre hombre y naturaleza. Cuánto, qué y cómo producir es la nueva cuestión ontológica.

El único camino para la supervivencia del género humano es el de la búsqueda de equilibrio en el respeto de los intereses recíprocos. Una negociación global que tenga presentes las respectivas exigencias de seguridad y el derecho al acceso a los mercados utilizando la divisa que se prefiera y una nueva cotización de las ya existentes no puede ser considerado motivo de guerras. La dimensión multipolar de la economía es el bote salvavidas de un sistema que se ahoga en sus recetas económicas y sociales e incluso bajo el perfil ético y de valores. No se debe tener miedo al cambio sino pensar en cómo gobernarlo: esta es la diferencia entre una política obtusa y una política visionaria.

Si 52 países con un total de 900 millones de habitantes del Norte piensan que aún pueden imponerse sobre los 142 restantes, con una población total de 6.500 millones y un 72 % de los recursos disponibles, se corre de prisa hacia el abismo. Haría falta sabiduría para guiar los barcos en medio de la tormenta. La idea de bombardear a quien está delante es la peor. Por lo tanto, la más probable.

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