Será la ciudad rusa de Kazán la que acoja la próxima Cumbre de los BRICS+, que se celebrará del 22 al 24 de octubre. Participarán 32 países, 24 de los cuales estarán representados por sus respectivos Jefes de Estado, lo que sanciona el valor estratégico de una cumbre que parece trazar una línea definitiva que separa el antes del después, es decir, el naciente orden democrático y multipolar que hace retroceder al unipolar con representación imperial.
Desde Argelia a Indonesia, pasando por Nicaragua, Cuba o Kazajstán, al menos otros 40 países han solicitado formalmente su adhesión. Significativa pero necesaria de varias valoraciones es la de Turquía, país perteneciente a la OTAN, de la que posee el segundo ejército más poderoso.
Hoy, mientras tanto, la agrupación BRICS representa el 42% de la población mundial y el 35,6% del PIB global, mientras que los países del G7 (15% de la población del planeta) producen el 30,3% y el 60 de la producción petrolera. En 2028, la balanza se inclinará aún más a favor de los BRICS: 36,6% frente al 27,8% de los países del G7.
Política y Seguridad, Economía y Finanzas, Desarrollo Tecnológico y Redes Globales. La cumbre -precedida de varias reuniones a nivel ministerial entre sus miembros- no sólo será el escenario de un debate político y estratégico sobre las perspectivas del nuevo bloque que contiene tanto economías emergentes como establecidas.
También se medirá por la aprobación de medidas financieras y monetarias destinadas a consolidar el proyecto y su capacidad para dar respuestas firmes y viables a los desafíos de este tercer milenio y a la furiosa reacción que Occidente intentará desatar en los mercados y en la desestabilización política y militar.
La directriz general es aumentar la cooperación interna dentro del bloque, que se apoyará en las monedas locales (según las últimas cifras, el comercio entre los países BRICS ha alcanzado casi los 678.000 millones de dólares al año).
Por lo tanto, un aumento de la capitalización del Nuevo Banco de Desarrollo y, a nivel general, el refuerzo de la cohesión política y el establecimiento de un proceso de ampliación que supere la fase inicial de la historia de los BRICS y se convierta en la representación del Sur Global y del Este del planeta. En definitiva, un Nuevo Orden Geopolítico Global.
Para apuntalar la identidad del bloque, que va mucho más allá de un mero mecanismo de resiliencia, entre los temas que se debaten figuran la ciencia y la innovación, la tecnología, la logística, la salud y la seguridad, la cooperación en los ámbitos de la economía digital, las tecnologías de la información y la comunicación y la innovación.
Desarrollo del comercio electrónico, inteligencia artificial, tratamiento de big data y facilitación de la creación de empresas tecnológicas. Se propondrán iniciativas sobre la seguridad y la estabilidad de las cadenas de transporte mundiales, el aumento de la eficiencia del transporte y la reducción de los costes logísticos.
Pero si estos son los aspectos más proactivos, hay que decir que gran parte de la acción global sigue estando dirigida a limitar el amenazador exceso de poder del Occidente colectivo, que SE alterna entre suficiencia y amenazas.
Se sentarán entonces bases aún más profundas para la desdolarización de la economía internacional, con el fin de acelerar el fin del uso de la moneda norteamericana en las transacciones entre los miembros del BRICS+, y se acentuará aún más el proceso de consolidación del Banco de Inversiones.
La cumbre pondrá de relieve el fracaso del sistema occidental de sanciones, con 24 países (el 60% de los cuales son de renta baja) que representan el 73% de la población mundial que enfrenta a más de 15.000 sanciones diferentes, en beneficio de la menguante economía del G7. Que utiliza el dólar como garrote sobre las cabezas de los países soberanos y los sistemas de pago en red como instrumento de coerción y presión política sobre el intercambio de productos financieros y transacciones comerciales.
Es la degeneración de lo que se suponía fueran las herramientas reguladoras del libre mercado, las herramientas necesarias de la globalización del mercado, que ahora se han convertido en coercitivas y abusivas al servicio de los intereses occidentales.
Cambian la economía y las finanza mundial
Hay varias directrices técnicas del proyecto que se darán a conocer en Kazán, dando a los inversores mundiales la oportunidad de verificar la absoluta concreción y solvencia de unas plataformas de divisas y comercio absolutamente fiables.
El elemento más importante es la creación de una unidad contable común, una plataforma para liquidaciones y pagos multilaterales en las monedas digitales de los BRICS, que conectará los mercados financieros de los miembros del BRICS+. Se llamará The Unit, o sea «La Unidad» y su valor estará vinculado en un 40% al oro y en un 60% a una cesta de monedas nacionales de los miembros. El Consejo Empresarial de los BRICS considera La Unidad «un instrumento conveniente y universal», ya que puede convertirse en cualquier moneda nacional.
En cuanto a la protección del comercio, el BRICS Bridge complementará los sistemas interbancarios ya activos, como el SPFS ruso y el CPAM iraní, que liquidan transacciones financieras, el 60% de ellas utilizando sus propias monedas nacionales. Para sustituir a la plataforma SWIFT, se anunciará un sistema de pago basado en blockchain denominado BRICS Pay, que prescindirá por completo del dólar estadounidense.
Podría ser adoptado rápidamente por los países participantes gracias a su capacidad para evitar sanciones. También está previsto crear una cámara de compensación (Clear), un sistema de seguros y una agencia de calificación del BRICS, todas ellas entidades independientes de los gigantes occidentales.
Es evidente que la recapitalización y el reparto de la riqueza necesitan una moratoria general de la deuda del Sur contraída desde la segunda mitad del siglo pasado y que se ha ido autorreproduciendo automáticamente al margen de cualquier condición aceptable de mercado pero sólo gracias al control total de Occidente sobre los organismos financieros internacionales, que primero saquea y luego exige en un interminable pulso a muerte destinado a engordar a 52 Estados mientras esquilma a unos 120.
En este sentido, se está elaborando un proyecto BRICS+ que prevé una moratoria para el Sur y el Este del mundo de las deudas con los países occidentales como compensación por las políticas sancionadoras y que podría conducir a la creación de un nuevo sistema financiero mundial, apoyado por la mayoría de los países del Mundo dispuestos a desligarse de la red asfixiante del Occidente Colectivo. Lo que sería mortal para las economías del imperio unipolar que ya sufren una exposición a la deuda de 35 billones de dólares.Un nuevo mundo a las puertas del imperio unipolar.
En Kazán se escenificará la representación de un mundo diferente. Que compra y no saquea, que explora y no expolia, que coopera y no ordena, que dialoga y no silencia. Un mundo en el que se tenga la audacia de imaginar que toda cultura es respetable, que toda religión es aceptable, que toda historia es escuchable y que toda necesidad es representable. Que la soberanía nacional es reconocida y no cuestionada, que cada modelo social, político y jurídico es respetado y que, por tanto, nadie intentará desestabilizarlo, ni interna ni externamente.
Un mundo en el que se tenga la sabiduría de creer que no puede haber sanciones unilaterales de alguien contra otro, y que cualquier medida de presión sólo tiene como único instigador posible la pluralidad de la comunidad internacional.
Ninguno de los países que participan en este desafío global, en el que el Sur y el Este toman la palabra, cree que este proceso de transformación esté exento de contratiempos, de posibles «stop and go», de problemas reales, endógenos y exógenos, es decir, internos o inducidos por quienes ven en esta evolución un enemigo mortal para su dominación unipolar. Ninguno de los participantes en este nuevo mundo inédito, desvergonzado y fascinante se hace ilusiones sobre un realineamiento pacífico y negociado de los equilibrios internacionales, una especie de paso del testigo entre dos épocas históricas.
Es un mundo, el que prevé este nuevo orden, en el que todo un continente como África, objeto de décadas y décadas de colonización, ahora, aunque en geometrías variables y progresivamente, decide que lo que quiere vender y comprar es asunto suyo, y que lo hará – si lo hará – a los precios vigentes internacionalmente y no a lo que una Europa decadente, ladróna de primera y última instancia de la riqueza ajena, decide.
¿Cómo? Primero saqueando los recursos, luego transformándolos en productos acabados que revende a los propietarios ya saqueados a precios muy superiores a su valor. La fluctuación del valor sigue el curso de las operaciones: bajo cuando saquea y alto cuando revende. Esto ya no, ya basta.
Un mundo en el que se tenga la desfachatez de creer que cada país, con su tamaño territorial, su demografía, su impacto en el PIB mundial, su papel político regional y su fuerza militar, puede y debe participar en la gestión de lo que se mueve a su alrededor, que debe por tanto participar en una gobernanza compartida del planeta. Que pase, pues, de ser uno a ser parte de un todo.
Kazán está a 2.257 kilómetros de Yalta, donde se estableció la división del mundo en bloques y sus esferas de influencia. La caída del campo socialista en 1989 dejó obsoleto Yalta, pero la arrogancia imperial de un Occidente empeñado en circunnavegar el mundo con su dominio fue puesta en entredicho ya en 2009, cuando China, Rusia, India y Brasil (a los que se unió dos años más tarde Sudáfrica) decidieron encontrar un camino alternativo e inclusivo para la distribución equitativa de los recursos y la gobernanza planetaria.
De aquella rebelión en nombre de una mayor inclusividad y una mejor democracia global, llegamos a Kazán, donde se expedirá el certificado de nacimiento del Nuevo Orden Mundial. En el que todos, y no sólo los nacidos en Occidente, serán considerados ciudadanos legítimos, sanos portadores de derechos y soñadores, cada uno en su lengua y todos juntos en el mismo mundo.