Este primero de septiembre se cumplen 33 años de que un tsunami impactó contra la costa del Pacífico de Nicaragua, causando muertes y destrozos entre la población de Casares y La Boquita, en el departamento de Carazo.

El desastre natural ocurrido la madrugada del 1º. de septiembre de 1992, causó la muerte de al menos 170 personas, 500 heridos y dejó a 13 mil 500 sin hogar.
El tsunami generó olas de entre 4 y 15 metros de altura, destruyendo casas y embarcaciones.
Después de un fuerte terremoto registrado frente a nuestras costas, el Centro de Alerta contra los Tsunamis del Pacífico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) no emitió ninguna advertencia de tsunami.

Eso porque la magnitud inicial determinada con ondas sísmicas superficiales fue de sólo 6.8, es decir inferior a su umbral de advertencia.
Sin embargo, el análisis de los registros sísmicos mostraría más tarde que la Magnitud Momento, que es una mejor representación de la energía total irradiada del terremoto, fue de 7.7.
A menudo, una sacudida fuerte del terremoto sirve como una señal de advertencia natural de un inminente tsunami, para que las comunidades costeras puedan evacuar. Pero, en este caso, la agitación del suelo fue débil o suave.
El singular evento dio lugar a la creación de un sistema nacional de alerta de tsunamis en Nicaragua, y sembró las semillas del nuevo Centro de Asesoramiento de Tsunami de América Central (CATAC), un proyecto en desarrollo con apoyo de Japón y organizado por el INETER de Nicaragua.





