Esthela Clark, de 47 años y residente de Florida, estaba obsesionada. Y ciega. Quería ser madre a cualquier precio. Y fue esa ceguera la que la llevó a contratar por 3 mil dólares a unos «coyotes» para que traficaran a una mexicana a través de la frontera. Quería rentar el vientre de la mujer de 22 años y así poder ser madre.
La joven -cuyo nombre las autoridades mantienen en anonimato- aceptó el trato que le fue cambiado constantemente por Clark, también de origen mexicano. La víctima sabía que el acuerdo era quedar embarazada del novio de su contratista, pero no conocía el método que emplearía la siniestra mujer. ¿La recompensa prometida? 4 mil dólares por el «servicio».
En un principio, Clark le ordenó a la mexicana que se mudara a su vivienda, dejando la posibilidad de que viviera sola en un vecindario cercano al suyo, en Jacksonville. Una sencilla propiedad de tan solo una habitación donde debería convivir con ella y su novio al mismo tiempo y lugar. La convenció diciéndole que ese barrio era peligroso y que no quería que un día apareciera muerta en la calle. La joven se asustó y accedió. Pensó que sólo serían nueve meses.
Fue entonces cuando comenzó la convivencia. A la semana de estar con ellos, la víctima presenciaba cómo Clark mantenía relaciones sexuales con su novio identificado como Rolando Castellanas, y luego intentaba inseminarla a ella misma.
Para eso tomaba el condón, sustraía el semen y lo ponía en una jeringa que luego descargaba en el interior de la joven. La maniobra se repetía cada vez que la pareja tenía sexo. A veces el denigrante hecho sucedía hasta cuatro veces por día.
Pero el tiempo pasaba y no quedaba embarazada. El trato de Clark comenzaba a ser cada vez más violento. La amenazó. Le indicó que no intentara escapar. Le advirtió que tenía poderes especiales derivados del Tarot y que adivinaría si ella pretendía mentirle.
Comenzó a restringirle las porciones de comida. Decía que tenía algo de sobrepeso y que eso impedía que quedara embarazada. Le exigía que limpiara toda la vivienda y la obligaba a dormir en el piso de la sala del apartamento. Fueron dos años de pesadilla y esclavitud, en los cuales incluso una noche fue violada por dos hombres desconocidos en presencia de su «empleadora».
Fuera de sí, la aisló de su familia en México, sin que tuviera posibilidad de comunicarse con ellos. Incluso les exigía que le reintegraran el costo de los «coyotes» que la habían hecho pasar la frontera. También la forzó a trabajar en un restaurant local y darle a ella las ganancias semanales. La pesadilla duró poco más de dos años, entre 2012 y 2015 hasta que un conocido de la víctima realizó la denuncia.
Clark enfrenta ahora severos cargos entre los que figuran tráfico de personas extranjeras, tráfico sexual de menores, trabajo forzado y tráfico de esclavos. Podría ser condenada hasta a 20 años de prisión.