En África, investigadores llevaron al límite la inteligencia artificial al enfrentar su robot prototipo cara a cara con un león.

Antes de la prueba, la máquina había sido entrenada con cientos de imágenes de animales y libros sobre emociones.
Podía identificar alegría, tristeza, enojo y miedo. Sobre el papel, era impecable. Pero en el momento en que apareció el león, el sistema colapsó. Los registros solo mostraron: “Gato grande. Miedo.”
Luego, falló, repitiendo “miedo” más de 100 veces hasta que se congeló por completo. Los borrados de memoria no ayudaron.
El miedo estaba tan arraigado que cada vez que el robot veía una criatura de cuatro patas, desde una cabra hasta un gato doméstico, respondía igual: “No. Miedo.”
Los ingenieros finalmente tuvieron que extraer parte de su CPU, una reparación que le costó a la empresa medio millón de dólares y casi ocho meses de trabajo.
El experimento terminó con el primer robot en la historia diagnosticado con trastorno de estrés postraumático.