Esta es una historia que parece sacada de una novela, pero es muy real y sucedió en los años 30, cuando los nazis andaban gobernaban Alemania, a ellos se les ocurrió hacer un concurso para encontrar al «bebé ario perfecto«.
Su objetivo era buscar una raza germana pura y el responsable de la propaganda nazi Joseph Goebbels escogió personalmente la foto de una bebita para ponerla en la portada de su revista «Sonne in Haus», que en español significa «Un sol en la casa».
Sin embargo, ¡fue una gran burla para los nazis! Precisamente esa pequeña niña que ellos creían que era la encarnación de su raza perfecta, ¡resultó ser una niña judía!.
La propia Hessy Taft, la verdadera protagonista, reveló su historia hace poco al diario Bild, ya a sus 80 años de edad.
«Ahora me puedo reír de esto», dijo la señora «pero si los nazis hubieran sabido quién era yo en realidad, no estaría viva para contarlo».
Los papás de Hessy eran de Letonia y se habían ido a vivir a Berlín en 1928. La niña nació en 1934, justo cuando Hitler era el líder nazi. Cuando Hessy tenía apenas 6 meses, su mamá la llevó a un fotógrafo de moda llamado Hans Ballin para que le sacara unas fotos.
Y aquí es donde la cosa se pone interesante. Resulta que los nazis le pidieron a 10 fotógrafos que mandaran sus mejores fotos de bebés para el dichoso concurso. Y Ballin, decidió mandar la foto de Hessy sabiendo que era judía.
«Quise ridiculizar a los nazis», le dijo después a la mamá de la niña cuando esta, asustada al ver la foto de su hija en la revista, fue a pedirle explicaciones.
La revista salió publicada en 1935 y la foto de Hessy se hizo tan famosa que hasta la pusieron en postales.
Pero claro, cuando la cosa se puso peligrosa para los judíos en Alemania, la familia de Hessy tuvo que huir del país. Primero se fueron a Letonia, luego a París, después a Cuba y finalmente llegaron a los Estados Unidos en 1949.
Hoy en día, doña Hessy sigue dando clases de química en la Universidad de San Juan, en Nueva York. Y hace poco decidió donar su ejemplar de la revista nazi al memorial de las víctimas del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén.
«Es como una pequeña venganza», dijo, «siento algo de satisfacción».
Esta historia nos demuestra que a veces la vida tiene un sentido del humor bien retorcido. Quién iba a pensar que la niña que los nazis pusieron como ejemplo de su «raza perfecta» iba a resultar ser judía.