San Amado

San Amé nació en Grenoble, a mediados del siglo VI, y fue educado en el monasterio de Agaune, donde vistió el hábito religioso.

Después de haber vivido algunos años en ese monasterio, se retiró, con el consentimiento de su abad, a una caverna situada en lo alto de una roca.

Pasó mucho tiempo en esa soledad, ayunando a pan y agua y obrando numerosos milagros.

A pedido de San Eustasio, abad de Luxeuil, se asoció a sus trabajos apostólicos, y realizó numerosas conversiones.

Persuadió a un señor de Austrasia, San Romarico, a que dejara el siglo y juntos fundaron un monasterio que más tarde se llamó Remiremont.

Severo para consigo mismo, indulgente para con el prójimo, San Amé supo, por su dulzura y caridad, conciliar el amor de Dios y de los hombres.

Murió sobre la ceniza, revestido de un cilicio, hacia el año 630.

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