Diversos estudios en neurociencia han revelado cómo el contacto con el agua, ya sea en el mar, ríos o lagos, tiene efectos sorprendentes en el bienestar humano.
Este tipo de interacción activa la producción de hormonas relacionadas con la felicidad, como la dopamina, serotonina y oxitocina, que ayudan a reducir el estrés y aumentar la sensación de calma. La presencia de agua, junto con su sonido y paisajes, puede inducir un estado meditativo que favorece la relajación y la creatividad.
Wallace J. Nichols, biólogo marino, acuñó el término “Blue Mind” para describir el estado de calma y satisfacción que experimentamos al estar cerca de cuerpos de agua.
Según Nichols, la conexión con el agua está vinculada a un beneficio físico y emocional profundo, ya que el 70% de nuestro cuerpo es agua, lo que hace que estemos naturalmente en sintonía con este elemento. Los estudios han demostrado que las personas que viven cerca de cuerpos de agua experimentan mejor salud mental y física.
El concepto de biofilia, propuesto por el biólogo Edward Wilson, también explica esta atracción humana por el agua. Según este concepto, nuestra necesidad de estar cerca de ríos, océanos o lagos es el resultado de millones de años de evolución en estos ambientes. Esta conexión profunda con la naturaleza se traduce en bienestar y vitalidad.
Además, investigaciones como las realizadas por la Universidad de Michigan han demostrado que el simple hecho de ver un cuerpo de agua desde casa puede tener un impacto positivo en la salud, superando incluso factores como la edad o el estatus social.
Este tipo de estudios continúa destacando cómo los entornos acuáticos mejoran nuestra calidad de vida, reforzando la importancia de incorporar elementos naturales en nuestra rutina diaria para un bienestar óptimo.