En medio del ritmo acelerado de la vida moderna, comer ha dejado de ser unan pausa consciente para convertirse en una tarea más dentro de la rutina. Para muchas personas, almorzar frente a la pantalla del computador, entre reuniones o de camino al trabajo, es parte del día a día. Sin embargo, la velocidad con la que comemos no es un detalle menor: puede ser un reflejo directo de cómo nos sentimos por dentro.

Quienes comen muy rápido no siempre lo hacen por falta de tiempo, sino por una necesidad inconsciente de calmar algo que se está moviendo internamente: preocupaciones, tensiones acumuladas o emociones incómodas.
Investigaciones han comprobado que cuando las personas se toman el tiempo para comer despacio, comen más sano, se sienten más satisfechas y experimentan una mejora general en su bienestar psicológico. Además, algunos indicadores físicos, como los niveles de glucosa o el ritmo digestivo, también muestran mejoras con esta práctica.
Otra variable que influye es el contexto social. Aunque no siempre es posible elegir, lo cierto es que comer en compañía puede tener un efecto positivo en el estado de ánimo. Compartir la mayoría de las comidas con otras personas se asocia con mayores niveles de satisfacción y bienestar general.
Podes empezar ya, a comer más lento y mejor, antes que te veas afectado por el sobrepeso y el exceso de flatulencias.
Aquí algunas recomendaciones:
Evitar las pantallas durante las comidas.
Masticar bien antes de tragar.
Tomarse al menos 40 minutos por comer y hacer la digestión.
Comer en compañía cuando sea posible.
Escuchar música mientras comemos es otra recomendación.