Un reciente estudio realizado por la Universidad del Sur de California y la Clínica Cleveland ha confirmado que el riesgo de eventos cardiovasculares graves se duplica tras una infección por COVID-19, y este efecto puede persistir hasta tres años después de la recuperación.
Según los investigadores, las infecciones severas que requirieron hospitalización presentan un riesgo aún mayor, lo que subraya la necesidad de monitoreo continuo para los pacientes que hayan sufrido cuadros graves de la enfermedad.
El Dr. David Goff, del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre, expresó su preocupación ante el impacto prolongado de la pandemia en la salud cardiovascular global, destacando que las enfermedades cardiacas ya eran la principal causa de muerte antes de la COVID-19. Este nuevo hallazgo pone de manifiesto la gravedad del problema y la importancia de actuar rápidamente para atender a las personas afectadas.
Los investigadores identificaron que la infección por COVID-19 está vinculada a inflamación cardiaca, insuficiencia cardiaca, arritmias y otros trastornos cardiovasculares. Ante esta evidencia, los expertos han instado a los médicos a considerar el historial de COVID-19 de los pacientes como un factor clave en la evaluación de su salud cardiaca. Este enfoque puede ser crucial para prevenir complicaciones a largo plazo en pacientes recuperados.
El Dr. Stanley Hazen, coautor del estudio, recomendó que quienes padecieron una infección severa sean tratados como pacientes de alto riesgo para futuros problemas cardiacos. Los resultados refuerzan la importancia de la prevención y el seguimiento médico en la población post-COVID, para reducir el impacto en la salud pública y evitar una crisis cardiovascular global en el futuro cercano.