Andan diciendo los estafadores de la palabra, a secas y sin ahondar mucho, que Donald Trump al abandonar el Acuerdo de París, se unió a la posición de Nicaragua sobre cambio climático. Pero las razones de Donald Trump, nada tienen que ver con las que hicieron que Nicaragua no suscribiera el pacto firmado en París en 2015. En realidad las razones de Nicaragua, son exactamente las opuestas, y la salida de Trump de los acuerdos, no hace más que darle la razón a Nicaragua, en cuanto a que los países ricos responsables del desastre, no quieren asumir con justicia y con seriedad los compromisos para revertir el daño.
Lo que ha hecho Trump es negar la veracidad científica del cambio climático, porque eso es conveniente a la gran industria y economía estadounidense, porque eso les permite mezquinamente, continuar con el beneficio irracional e irresponsable que históricamente han mantenido con el usufructo, agotamiento y destrucción de los recursos naturales y la contaminación ambiental.
Para comprender el engaño que hay detrás de esta pantomima, tan solo basta hacernos la reflexión siguiente. Si el objetivo del acuerdo es reducir el consumo y la dependencia de los combustibles fósiles, más la búsqueda y el uso de energía amigable con el medio ambiente: ¿por qué entonces los poderosos países mantienen una guerra permanente por la apropiación del petróleo, del gas y del carbón? No les parece contradictorio.
En realidad Trump no ha hecho más que ratificar sin máscaras lo que solapadamente han hecho hasta ahora los países más contaminantes: esquivar un compromiso serio para la solución, porque ninguno de ellos está interesado en combatir el mal, especialmente Estados Unidos que es el mayor responsable del desastre.
La reunión y la firma de esos acuerdos en París en diciembre de 2015, no fueron más que “un fraude y una farsa… una suma de palabras y de promesas, sin acciones concretas” tal como lo dijera el científico de la NASA, James Hansen en una publicación del diario británico The Guardian. James Hansen, es un activista que desde hace tres décadas ha estado alertando sobre los riesgos que significa el cambio climático.
Y es que los tales acuerdos no fueron más que un lavarse la cara ante la opinión pública, un mamotreto dilatorio y pospositorio, pues el documento firmado contiene acuerdos que no son suficientemente estrictos con las naciones y las economías más grandes del planeta, acuerdos sobre apenas una mínima parte de las valiosas propuestas que originalmente se habían llevado a la mesa de París, acuerdos que dejan el compromiso a largo plazo y a voluntad, sin comprometer a nadie y peor aún, sin sancionar a ningún país que incumpla lo mínimamente comprometido. Es un compromiso que no compromete por lo tanto no es compromiso.
Por eso pienso que la actitud de Nicaragua resulta digna, y sus razones son muy responsables y respetables, al haberse negado a firmar esos acuerdos de pantalla. Yo no tengo duda que Nicaragua está a favor de toda regulación y de cualquier acuerdo que se haga en serio a favor del clima. En lo que no ha estado de acuerdo es en esos mamarrachos a los que nos han acostumbrado los irresponsables países contaminantes, que no quieren darle la cara al problema en una arrogancia que es asumida con complacencia o indiferencia por las sometidas naciones pobres.
Hoy todo el mundo se sorprende y se lamenta de lo que Trump se haya retirado del Acuerdo de París, pero esto no es nuevo, es simplemente lo esperado porque esa ha sido siempre la tónica de Estados Unidos con respecto al problema del cambio climático, recordemos que aun cuando el expresidente de Clinton firmó el acuerdo del Protocolo de Kioto, el 11 de diciembre de 1997, que comprometía a los países firmantes a reducir en un 5.2% las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, el Congreso estadounidense jamás ratificó dicho acuerdo y tal como está ocurriendo hoy con el actual presidente Trump, el gobierno de Bush hizo oficial su retiro del Protocolo en 2001. ¿No es falta de seriedad eso?