Nos hicieron creer que nuestro destino era ser patio trasero, hecho de un forever blindado de abyección a prueba de Decoro Nacional y de tayacanes en la materia.
Y por hacer añico “la voluntad de Dios”, que así se nos inculcó, nos vino el odio armado, desalmado y malvado de la banda de los supremos poderes mefistofélicos en 2018.
En tres meses, los agentes de la perversión ejecutaron una versión laboriosamente concentrada de toda la guerra de agresión en los años 80, pero mortíferamente diabólica.
Por lo menos en el siglo XX, Ronald Reagan y los cabecillas, dieron la cara, y el resto del cuerpo con el escándalo Irán-Contra.
El presidente lució una camiseta estampada que con tres palabras, “Yo soy Contra”, repasaba la Historia de Estados Unidos respecto a Nicaragua desde William Walker hasta sus siete intervenciones, pasando por la canónica frase rooseveltiana que tipifica de qué calaña son los que se han servido de la patria:
«Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta»
Hoy, las palabras de Eduardo Galeano mantienen la misma vigencia que en1986:
“El acoso y el bloqueo, despiadados, crecientes, no ocurren porque en Nicaragua no haya democracia, sino para que no la haya. (…) No ocurren porque Nicaragua difunda armas en los países vecinos, sino para que ya no pueda difundir ejemplo: su peligroso, contagioso ejemplo de independencia nacional y participación popular. Para aniquilar a Nicaragua es imprescindible desprestigiarla y aislarla. (…). Quieren que Nicaragua sea no más que un cuartel: un vasto cuartel de hambrientos”.
La diferencia es que ahora hay un patético Baile de Máscaras sin tiempos de fulgor.
A los testaferros de la guerra sucia les da pena asumir sus actos nefandos.
Los mismísimos Reagan, George Shultz, Elliott Abrams y Jeane Kirkpatrick, se avergonzarían de contar con esa caterva, santulona y mundana, de mantenidos.
Trataron de tomar el poder, pero no a través del arte de la política: son mediocres Artesanos del Odio.
No soportan a los creadores de porvenires que decidieron desgajar la Banana Republic de la Historia, y arrancar de raíz el podrido chagüite del injerencismo.
Esta minoría, sin representatividad nacional alguna, desató una barbarie sin memoria en las páginas fatales de la Historia: torturas, ultrajes, hogueras para quemar vivos a ciudadanos, danzas macabras alrededor de sus víctimas fatales, y curas atizando las llamas literales de la impiedad.
Nada de esa monstruosidad tiene que ver con la política, pero sí con el odio bien pagado a los que ya nacieron aptos para el rastrero oficio de ofidios.
¿Cómo hubieran reaccionado los Lula, Boric, Petro y Fernández ante esas arremetidas demoníacas de fuego, destrucción, sangre y muerte?
Lo más probable, si acaso fueran integérrimos como Salvador Allende o Evo Morales, es que estarían muertos o en el exilio, pero nunca festejando el Golpe de Estado, unos al otorgar alegremente nacionalidades postizas a los fratricidas, y otros repitiendo como “palabra revelada”, las diatribas de Almagro, los infundios de Bachelet y las patrañas y distorsiones de CNN, Infobae, El País, AFP, Efe, DW…
¿Cómo taparse los ojos ante la historia reciente, trazada por uno de los personajes más inclementes del siglo XX, a quien le está reservado su merecido sitial en el salón VIP del Museo de la Infamia?
Basándose en un expediente, David Brooks y Jim Cason publicaron en La Jornada cómo Henry Kissinger, Secretario de Estado, convence a Richard Nixon —el máximo protector incondicional de Anastasio Somoza— de proceder en Chile con intervenciones clandestinas diseñadas, según él, “para intensificar los problemas de Allende para que, mínimo, pueda fracasar o ser forzado a limitar sus objetivos, y máximo crear condiciones donde un colapso o derrocamiento podría ser factible”, todo esto tres días después de la toma de posesión del mandatario chileno.
En 1976, Kissinger elogió al dictador Augusto Pinochet: “usted le hizo un gran servicio a Occidente en derrocar a Allende”.
Convencido desde entonces de que la expresión más sublime de la “Democracia” es un Golpe de Estado, Míster K le confesó al hombre que así le pagó al doctor Allende su nombramiento de Comandante en Jefe del Ejército de Chile:
«Los queremos ayudar»
II
Un identikit de los Torquemada de la Inquisición ampliada de 2018, lo perfila Wikipedia: “El odio es un sentimiento intenso de repulsa hacia alguien o algo que provoca el deseo de rechazar o eliminar aquello que genera disgusto; es decir, sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno. Así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo”.
“Puede generar sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico…”.
La Política es adversa al odio.
Rodrigo Borja, en su Enciclopedia, establece que “La política, en cuanto conocimiento científico aplicado a tareas prácticas, se relaciona con el poder y tiene, en consecuencia, la doble dimensión de conducción de seres humanos y de administración de cosas. Conducir seres humanos es motivarlos, inducirlos, estimularlos y concertar las acciones dispersas y desarticuladas de ellos hacia la consecución de las metas sociales”.
Las metas sociales no se logran con…
Levantar tranques de la muerte.
Secuestrar y someter violentamente a las poblaciones…
Desmembrar a sus víctimas, torturarlas y matarlas de a poquito.
Prefabricar “autoconvocados” a imagen y semejanza de algunos obispos y sacerdotes: con “todos los opositores al gobierno, aunque haya sospecha de ser oportunistas, abortistas, homosexuales, narcotraficantes…para lograr el objetivo final…”.
El atroz intento del Golpe de Estado.
Ser peones viperinos de intereses extranjeros.
“Lamentablemente, dice Borja, a la política contemporánea en el mundo entero le falta una dimensión ética y una dimensión estética. Demasiadas cosas sucias y poco elegantes se hacen a su nombre. (…) Hay crisis de valores, ausencia de principios y, con frecuencia, falta de autenticidad en las posiciones”.
“Alguien calificó a la política como el arte de lo posible (…)”. Es “—agrego yo— el arte de hacer posible lo deseable”.
“Lo dicho significa que la política debe ser una disciplina real y objetiva. Esta es la diferencia con la poesía. Si el poeta da rienda suelta a su imaginación gana una corona de laureles, pero si el político hace lo mismo fracasa irremisiblemente. La política debe ser la ciencia y el arte de lo posible, de lo dado, de lo real. En este sentido se habla de realismo político”.
Estamos en la Nicaragua más real desde su constitución en 1838.
Es la primera vez que un gobierno trata a cada ciudad, por muy lejos que esté, como si fuera la mera Capital de la Nación.
Ciencia y arte de lo real:
A 226 kilómetros de Managua está una muestra de la Nicaragua del siglo XXI: el Hospital de Ocotal.
Comprende cuatro campos de fútbol, siete edificios, capacidad instalada para 236 camas, y servicios de medicina física, rehabilitación, oncología/quimioterapia, unidad de nefrología, Clínica del Dolor, servicios endoscópicos, Consulta Externa, Emergencia, Hospitalización, Unidad Obstétrica, Neonatología y Farmacia.
O el Hospital Nuevo Amanecer de Puerto Cabezas, en el otrora menospreciado Caribe, que se extiende por casi tres campos de fútbol, con seis quirófanos y muchas de las facilidades clínicas y especialidades que los nosocomios del Pacífico, para el bienestar de las comunidades costeñas.
Ya no digamos los Palacios de la Vida que constituyen los hiperhospitales de León y Chinandega.
III
Como bien dice el expresidente ecuatoriano, “Los lugares del escalafón político nunca permanecen vacantes. Si los mejor dotados, los mejor intencionados, los más honestos fugan del escenario de la política, porque suponen que es una actividad de aventureros, sus lugares serán inmediatamente ocupados por los menos capaces y por los menos honestos. (…) Resulta indispensable reivindicar el carácter misional de la política, reconciliarla con la ética y proscribir la corrupción en todas sus manifestaciones”.
Los resultados del carácter MISIONAL son palpables en Nicaragua cuando gobiernan los más capaces y mejor intencionados, en las antípodas del subdesarrollo consolidado por los que llegaron al tablero de mando más por su pedigrí que por sus méritos.
En vez de los muros inhumanos del aislamiento de antaño, puentes de hermandad como las impresionantes crecidas del progreso: Wawa Boom y Malacatoya. Un adiós a los pegaderos de los ríos desbordados.
En vez de las trochas del olvido, caminos de paz.
En vez de los exclusivos Country Clubs de la élite, nuevos estadios, parques, áreas recreativas, polideportivos y ferias.
En vez de las desgraciadas distancias de la exclusión, las mejores carreteras de Centroamérica que unen la nación y más allá.
En vez del asesinato de la reputación del Gobierno Sandinista que perpetran los mercaderes de derechos humanos, la realidad que testimonió la Jefa del Centro Latinoamericano de Perinatología de la Organización Panamericana de la Salud, doctora Suzanne Jacob Serruya:
“Es de una importancia trascendental para los resultados en salud, el acceso universal que muchos países, a veces ricos, no tienen. Y eso se da por un principio del Estado, que reconoce la salud como un derecho. (…) Que todos lo tengan presente, porque no son todos los países de Latinoamérica y el Caribe que tienen un modelo de atención universal y gratuito. Y está en base de la atención primaria, comunitaria, y una línea de tratamiento hasta los hospitales”.
Entonces, ¿por qué tanta saña contra Nicaragua?
Brooks y Cason apuntan: “El historiador Greg Grandin ha escrito que Kissinger también fue un promotor de las dos guerras del Golfo, todo bajo su mantra de que no se toleran desafíos abiertos y menos ataques contra el poder dominante.
“El Archivo Nacional de Seguridad (EE. UU.) ofrece un catálogo de expedientes –antes secretos– para documentar sus actividades, incluyendo el derrocamiento de la democracia en Chile, el bombardeo secreto de Camboya, ‘su desdén por los derechos humanos y el apoyo a las guerras sucias, hasta genocidas, en el extranjero, como también su implicación en los abusos criminales de la administración Nixon…’”.
Tal es Míster K, tan coherente que emuló a Franklin D. Roosevelt: “Anastasio Somoza Debayle es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. (Abarcable a los actuales, aunque les dé pena ajena declararlo).
Parte de la respuesta del porqué el viejo acoso y bloqueo contra Nicaragua está ahí, en el momificado pasado de un centenario Doctrinario del Odio, que ha influido más en la Unión Americana que sus Padres Fundadores: George Washington, Thomas Jefferson, John Adams…
La agreden porque Nicaragua es un vivo recordatorio de que Estados Unidos, en vez de reciclar el fatídico “legado” Kissinger,debe por fin estrenar los preceptos desu propia Declaración de Independencia.
Porque de ningún apuro saca a la Humanidad una potencia tan grande, sin la grandeza de cumplir sus venerados ideales:
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…”.
Agreden a Nicaragua porque de ser el país más subyugado por las fuerzas interventoras en América —que sus cipayos la terminaron de hundir en la pobreza—, pasó a la Era de las Proezas,al instalar los andamios de la aurora al sueño de la Patria Grande de Rubén Darío:
OCUPAR su puesto de VIGOR y de GLORIA en el mundo.