Una cosa es que Nicaragua esté en la ruta hacia la retoma de su normalidad, al menos lo que simbolice la ausencia de violencia y muerte y otra que podamos considerar que estemos en paz. Cómo podríamos estar en paz si éste fin de semana pasado otro sandinista abultó en 198 los asesinados por el odio, cómo podríamos hablar de normalidad si este martes se presentará en el plenario de la Asamblea Nacional, una reforma al Presupuesto General de la República, con disminuciones en las proyecciones de ingresos y gastos, que garantizarán el equilibrio necesario para que la economía nicaragüense se mantenga a flote, tras al daño ocasionado por el terrorismo golpista en el país.
Cómo podríamos hablar de estar en normalidad si el terrorismo generó un impacto en el sector público, dejando 252 edificios destruidos; 209 kilómetros de calles y carreteras dañadas y destruidas; 278 maquinarias dañadas y destruidas; 389 vehículos dañados o destruidos.
Cómo podemos creer en normalidad si el impacto en pérdidas para las alcaldías fue de 147 millones y para el MTI fue de 9 millones, ejemplificó. Como pensarlo si el turismo, calcula sus pérdidas en 231 millones de dólares; además, la violencia y desestabilización hizo que 8 mil 600 pequeños negocios en turismo tuvieran que cerrar operaciones.
Cómo vamos a estar normal si la disminución de los ingresos se proyecta en 7 mil 462.3 millones de córdobas, lo que equivale al 9.2% del presupuesto y al 1.7% del PIB, tendríamos que estar locos en pensar algo así porque de lo único que tenemos certidumbre es que esto fue un impacto económicamente profundo, pero peor aún lo fue más el daño moral que el terrorismo nos causó y todo eso se lo debemos a quienes andan en desbandada, a quienes huyen y traspasan nuestras fronteras para evadir la justicia y sostener descaradamente desde su condición de prófugos que ahora son perseguidos políticos, mientras los que no pudieron y están detenidos e indagados, por crímenes que pudieron haber cometido, se declaran prisioneros políticos ante el clamor de un pueblo que pide justicia.
Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, cuando dejó para la historia aquella frase de que “cada quien es dueño de su propio miedo” marcó que en toda conducta humana lo primero que uno debe tener como referente es, que siempre, para cada acción hay una reacción y que debemos ser en todo momento conscientes que para cada acto bueno o malo que hagamos siempre vamos a cosechar lo que sembramos.
Individuos, qué, en abril, junio y julio, siendo minorías terroristas secuestraron al país, para desatar un odio nunca antes visto y que apostaron a que el golpe cumpliría el objetivo de derrocar al presidente Daniel Ortega, nunca imaginaron que sus crímenes, torturas, vejámenes a la dignidad humana, quemas, saqueos y el pavoroso daño a la economía sería perseguido por la justicia.
Ellos pensaron que su discurso de odio contra el sandinismo amedrentaría la base de ese partido y que a partir de ahí se produciría un desgrane tan masivo que facilitaría la toma del poder que nunca pudieron por la vía de las elecciones y que los nuevos gobernantes dejarían impunes todos sus crímenes.
Estaban tan seguros que hubo quien manifestó estar dispuestos a “sacrificarse” para recibir la banda presidencial teniendo como origen un medio golpista y para sus efectos apresuraron una declaratoria en Masaya como territorio libre de sandinismo y a partir de ahí hasta se conoció una extensa lista de nuevos ministros, diputados, contralores y magistrados que constituirían la “revolución pacífica” que advertía el obispo Juan Abelardo Mata y por supuesto bendicen Silvio Báez y Rolando Álvarez
Esta gente, alentada y financiada por los Estados Unidos de Norteamérica y descerebrada políticamente, nunca supo en realidad a qué se me metía y lo peor es que la empresa privada se lanzó al vacío contra los intereses del propio capital que la emplea y todos juntos, utilizando como carne de cañón a unos chavalos que no saben ni cómo se llaman, que están ahí solo para vociferar, para pegar gritos de media lengua, lo único que hicieron fue causar un enorme dolor al país, enlutar los corazones de 198 familias y desbaratar en tres meses lo que al país le había costado once años en llevar a Nicaragua hasta el 18 de abril pasado.
Hoy muchas de estas maras están detenidas y están siendo investigadas, otras que se sienten culpables y saben qué hicieron, andan huyendo y otras ya se fueron a Costa Rica descaradamente a pedir “asilo político”, pero lo que en verdad llegaron a hacer fue a avergonzar a los nicaragüenses honestos que desde hace años están por allá y digo a avergonzarlos porque las noticias no se hacen esperar y lo mismo que hacían aquí, asesinar, robar y violar lo están haciendo en San José y otras provincias de nuestra vecina del sur a donde llegaron para hacer de las suyas y en consecuencia a levantar una campaña nicafóbica que ya es parte de la agenda mediática contra los nuestros.
Percibo en éste ambiente que de la misma manera que hay corazones rotos por la pérdida irreparable de 198 nicaragüenses, de aquel y de este lado y que justamente piden la misericordia divina para atravesar este trance, de la misma manera la justicia busca hasta por debajo de las piedras a quienes fueron los ejecutores de todos estos crímenes y no tengo dudas que los busca independientemente de quienes sean, de la posición que tangan y de la investidura que ostenten.
Llegará el momento en que todas esas maras que se fueron tengan que volver al territorio nacional donde la justicia los espera para procesarlos y hacerles pagar, pero mientras tanto, los nicaragüenses revestidos de paciencia seguirán retomando la ruta de su recuperación, porque tiene conciencia que el mundo no se detiene y que todos juntos lograremos sacar a la nación adelante.
Que Dios bendiga a Nicaragua