El sustento “espiritual” de la hiperderecha, para volver al Estado en descomposición de su oligocracia bananera, es la adicción al odio, al subdesarrollo y al walkerismo.
Tal su periclitada “Democracia” neocolonial: la ineptitud de no haber podido estrenar un Estado Soberano en casi dos siglos de mando absoluto, a excepción del periodo del General José Santos Zelaya, 1893-1909.
Uno de los embustes, melaza del forraje con que pastan su abominable entreguismo borreguil, es que de «Nicaragua se está yendo todo el mundo».
Con ese tema quieren dar pie a sus patrañas de “la crisis sociopolítica y de derechos humanos”, como en su momento calumniaron lo del “encarcelamiento” a los “candidatos” …
¿Es que fue la semana pasada cuando salieron los primeros nicaragüenses del “único” país del planeta donde hay gente que decide marcharse?
La migración es tan antigua como las mismas ganas de ir a “rodar fortuna”, confirmó hace unas siete décadas el poeta Pablo Antonio Cuadra.
Hijo del “patriciado criollo de raíces coloniales”, como diría su padre, Carlos Cuadra Pasos, a PAC seguramente le dolerían los disparates de esa infra minoría de aplasta-patrias.
Porque el escritor nunca le dio paso a la insensatez, y de seguro se opondría al grupúsculo que ha cerrado fila en su obstinada consagración de la estupidez: destruir a Nicaragua con la torpe excusa de “rescatar” la “democracia”.
En vez de salir con nonecas guayolas —Diccionario de la Real Academia Española: Nic. mentira (expresión contraria a lo que se sabe).—, recordaría:
“Como los personajes de sus ‘cuentos de camino’, el nicaragüense lleva en la sangre la tentación de ‘rodar fortuna’. Nos han llamado ‘los chinos de Centro América’, los ‘judíos del istmo’. A pesar de nuestra escasa población —11.8 habitantes por kilómetro cuadrado— existe en Costa Rica una colonia de más de cincuenta mil nicaragüenses, en San Francisco de California cerca de cinco mil (…) y en los lugares más lejanos e inverosímiles hay siempre un viajero que no regresó —un nicaragüense tentado por la aventura y mordido por la nostalgia: en los hielos de Alaska escribiendo las cartas de los cazadores y haciéndoselas pagar con pieles; extrayendo diamantes en África; trabajando de ‘extra’ en Hollywood; alcalde de una aldea en Escocia; ejerciendo la picaresca en Nueva Orleans, en Nueva York, en Buenos Aires…”. (El nicaragüense, San José, 1987).
II
El Escrito a máquina pudo ser redactado en la década de 1950. La población era de 1 millón de habitantes, data el doctor Germán Romero Vargas (Historia de Nicaragua, Hispamer 1994).
En 1960, era de 1 millón 789 mil 684, según el Banco Mundial
En el 61, vivían 15 habitantes por km2 (BM).
Entre 1970 y 1978, el Córdoba se cotizaba al 7 x $1.
El somocismo alcanzó su “cima” económica en 1977.
En la época dorada del somocismo, 16 mil 125 prefirieron vivir mejor en Estados Unidos que en el mero Granero de Centroamérica.
Al final de la dictadura, el país contaba oficialmente con 2 millones 400 mil habitantes.
En el periodo 1980-1989, aumentaron a 44 mil 166 los domiciliados en el norte.
De 1990-1999, cuando se instaló el reino de la “democracia”, se reportaron 168 mil 659 connacionales en la Unión Americana.
En 2000 se informó de 178 mil ciudadanos (Estudios demográficos urbanos vol.22 no.3 Ciudad de México sep./dic. 2007).
En 2005, la Cepal dio cuenta que “169 mil 269 nicaragüenses residían en el exterior (3,3%), principalmente en Costa Rica y los Estados Unidos (INEI, 2006)”.
Sin embargo, en ese primer quinquenio se calculaba que el número de nicaragüenses ascendía a unos 300 mil en EE. UU.
Hoy somos casi 7 millones de almas en Nicaragua. Y hay 56 habitantes por km2 en 2020, no 11 (BM).
Según la densidad demográfica en determinada época, así también el tamaño proporcional de quienes viajan.
Sus motivos distan a años luz de “la política”, como dundecamente pretenden hacer creer las radicales “lumbreras marxistas” de los años 80 y sus lastimosos epígonos.
En ningún momento se niega que haya flujo migratorio, pero no se puede engañar al mundo con que empezó el año pasado algo que lleva…
Dos terremotos.
31 presidentes.
Una junta de gobierno.
Un triunvirato.
Tres revoluciones.
El Golpe de Estado de Emiliano Chamorro, conocido como El Lomazo, contra el presidente Carlos José Solórzano, en 1925.
El Golpe de Estado de Anastasio Somoza García contra Juan Bautista Sacasa en 1936.
El Golpe de Estado de Anastasio Somoza García contra Leonardo Argüello en 1947, declarado “loco”, porque no entregó la Banda Presidencial al fundador de la dictadura.
Un fracasado Golpe de Estado en 2018, de la misma Casa Matriz de Somoza y con la Nota Knox membretada esta vez por la Iglesia Católica.
Tres intervenciones.
Una guerra de agresión.
Ah, y para variar algo, un Príncipe de la Iglesia, declarado y bien llorado por la Jerarquía Católica en 1956: Anastasio Somoza García….
Lo que sí hay es un alto grado de estulticia al pretender, otra vez, asolar a la nación con un enfoque ahistórico para derrapar en la ruindad de instrumentalizar la migración.
Aun así, las ganas de ir a “rodar fortuna” no alcanzan lo que la RAE define como “Fenómeno”: “Cosa extraordinaria y sorprendente”.
Lo “extraordinario y sorprendente” aquí es haber desembolsado una patética exacerbación sobre un hecho que bien cabe en la palabra “tradición”.
Pero es que al fracasar el Plan Acabar con la Soberanía Nacional en 2018, la canalla mediática, la especulación mercantil de los DDHH y ciertos Estados coludidos contra Nicaragua, ejecutan el Plan B2, por si fuera poco el Boicot: la Bajeza de blandir los desplazamientos humanos como inhumana arma política.
Tal alharaca no es más que el corolario de una financiada desestabilización, intentona de Golpe de Estado, destrucción de vidas y bienes, ¡y la demolición planificada de la economía y la verdad!
Lo que no dicen es que del 24% de quienes estarían dispuesto a emigrar, solo el 0.3%, lo haría por razones políticas (M&R Consultores, 11 de enero 2023).
En contraste con Nicaragua, los porcentajes en la región son apabullantes: el 60% quiere irse del “paraíso” costarricense y el 66.5% de El Salvador (Segundo Trimestre, 2022).
En tanto, Workmonitor-Randstad, en 2019, reveló que el 92% de trabajadores de Chile procuraría partir a otros destinos; 84% de empleados abandonaría Argentina; 40% de japoneses quieren irse de la isla, y en Holanda, por las mismas razones laborales, el 39% se quiere largar en busca de nuevas oportunidades.
PAC testimonió que desde antes de los años 60 poseíamos “uno de los índices más altos de emigración en Hispanoamérica”.
¡Saquen la cuenta si como ahora se hubiera espoleado inescrupulosamente la inmigración para prefabricar una “diáspora”!
Las cifras se dispararían exponencialmente.
El poeta Cuadra narra lo siguiente:
“El 10 de mayo de 1893, Angel Ganivet —cónsul entonces de España en Bélgica— cuenta que fue llamado del Hospital Stuyvemberg por un español procedente del Congo que llegaba enfermo, desahuciado y que deseaba hablarle antes de morirse.
“Resultó que el tal individuo —escribe Ganivet— no era español sino nicaragüense, de Matagalpa”.
¡Nada menos un matagalpino viviendo en “las tórridas Áfricas y las Asias lejanas” !, como corroboró Rubén Darío.
Y en el siglo XIX.
III
Buscar otros destinos no es “huir”.
Del nicaragüense en el África Profunda, el poeta universal enfatizó que “no es único el caso del navegante matagalpense, (así lo refiere) de Ángel Gavinet; y en Alemania, en Francia, en Rumanía, en Inglaterra, en los Estados Unidos, sé de nicaragüenses trasplantados que ocupan buenos puestos y ganan honrosa y provechosamente su vida”. (“El Viaje a Nicaragua e Intermezzo Tropical”, Rubén Darío, Biblioteca Ateneo, Madrid, 1909; Edición Conmemorativa Digital, enero 2019, Instituto Nicaragüense de Cultura).
El 12 de marzo de 1903, el Gobierno del General José Santos Zelaya nombró a Rubén Darío Cónsul en París.
Un día de tantos recibió a un ciudadano, “en quien reconocí por el tipo al nicaragüense del pueblo. Me saludó jovial, con estas palabras, más o menos: ‘No le vengo a molestar, ni a pedirle un solo centavo. Vengo a saludarle, porque es el cónsul de mi tierra. Acabo de llegar a Francia en un barco que viene de la China, y en el cual soy marinero. Es probable que pronto me vaya a la India’”.
En 1906, Nicaragua contaba con unos ¡500 mil habitantes! (Romero Vargas).
Y apenas empezaba el siglo XX.
El portaliras, con 26 palabras retrata, a través de su compatriota, a una parte del nicaragüense:
“Se despidió contento como entrara y se fue a gastar sus francos en la alegría de París, para luego seguir su destino errante por los mares”.
No es casual que ya de antaño, el catalizador del Movimiento de Vanguardia tratara de definir al pueblo de Nicaragua como una “raza procesional”.
Los dos personajes mencionados por estas “torres de Dios” —en la bisagra de los siglos XIX y XX— son apenas una muestra del afán de ir hacia donde la brújula personal apunte los rumbos que le pueden faltar a una biografía incompleta.
Rumbos que no herrumbran
sueños,
ni tumban
despertares,
sino que con sus cantares los enrumban,
libre de los lugares
comunes del mal, de la balumba
de falsarios seglares
y de las cizañas que suman y rezuman
los báculos crepusculares…
Rumbos que no derrumban
a nadie en su decente ir,
menos a la Patria, donde sus hijos alumbran
un presente nacido solo del porvenir,
¡nunca del pasado de penumbra!
del que sí es deber, huir.
Porque…
EL PODER DE NICARAGUA ES LA VIDA.