Una día como hoy pero de 1967 decenas de miles de nicaragüenses se concentraron en la Avenida Roosevelt de Managua para protestar contra el presidente Lorenzo Guerrero Gutiárrez y el general Anastasio Somoza Debayle, quien entonces era candidato del Partido Liberal Nacionalista.
Las elecciones se realizarían días después, exactamente un 5 de Febrero, y estaba más que claro que con el apoyo de la Guardia Nacional Somoza tenía asegurada la victoria en un proceso electoral que fue muy violento y caracterizado por muchas irregularidades.
Los manifestantes habían sido convocados por la coalición electoral Unión Nacional Opositora (UNO), liderada por Fernando Agüero Rocha, y ese domingo llenaron la principal arteria de la Vieja Managua con la esperanza de poder cambiar la historia.
Ese día se realizaría el cierre de campaña de la UNO sin embargo Agüero y su dirigencia decidieron celebrar esta manifestación como forma de presión para impedir la continuidad de la dinastía Somoza, exigiendo la convocatoria a nuevas elecciones supervisadas por la OEA.
Es importante recordar que a inicios de 1967 la UNO estaba integrada solamente por los partidos Conservador de Nicaragua, Socialcristiano y Liberal Independiente. A la hora de conformar la coalición había prevalecido el estigma anticomunista y por lo tanto habían sido excluidas las fuerzas de izquierda: Movilización Republicana (MR), integrada por los socialistas del PSN, el mismo partido MR y el FSLN.
En el caso del FSLN, se había apartado de la alianza para dedicarse a la formación de la base guerrillera de Pancasán y a organizar las condiciones para la lucha armada. Sin embargo, cuadros del Frente y de otras fuerzas de izquierda participaban en manifestaciones de la UNO, que de hecho por esta razón eran bastante heterogéneas.
Ese domingo, en su discurso, Agüero afirmó que la única condición por la cual los manifestantes se retirarían de la Roosevelt era que Somoza dejara el poder. Su discurso no fue el único, representantes de varias fuerzas políticas y gremiales tomaron la palabra. La tensión, que había caracterizado desde el principio la manifestación, subió dramáticamente cuando aproximadamente a las 5 de la tarde, se hizo evidente que la intención de los manifestantes era obligar a Somoza a retirarse.
Se tomó la decisión de avanzar hacia la Loma de Tiscapa, donde se encontraba la Casa Presidencial, sin embargo la multitud tuvo que detenerse en la esquina del edificio del Banco Nacional de Nicaragua (BNN), donde hoy es la Asamblea Nacional, porque ahí estaba un pelotón de soldados de la GN; el teniente Sixto Pineda pretendía usar las mangueras de un camión de los bomberos del Aeropuerto Internacional Las Mercedes para dispersar a los manifestantes.
Sin embargo, un disparo lo hirió de muerte y en pocos segundos se desató una balacera que dejó un saldo impresionante: cayeron abatidos por los Garand y las armas de guerra de la Guardia Nacional centenares de manifestantes; incluyendo mujeres, ancianos y niños.
Mientras los civiles caían en la Avenida Roosevelt, Agüero Rocha, acompañado por la dirigencia de la UNO y sus colaboradores (algunos fuertemente armados), se refugiaron en el Gran Hotel junto con unas 2,000 personas más, que se encerraron ahí para salvar sus vidas.
La Guardia Nacional rodeó el edificio con 500 hombres y empezó a atacar hasta con tanques blindados.
La dirigencia de la UNO tomó como rehenes los huéspedes del Gran Hotel, incluyendo a algunos norteamericanos, lo cual permitió empezar una negociación con la Guardia Nacional que en horas de la noche del día después (23 de enero) garantizaría su salida.
Tras la masacre del 22 de enero, la Guardia Nacional, por orden de Somoza desató una cacería violenta en todo el país que llevó a la cárcel un sin número de opositores políticos de las distintas fuerzas antisomocistas (incluyendo a militantes y cuadros del FSLN), sin importar que muchos opositores sacados de su casa no habían participado en la manifestación.
Otros opositores se refugiaron en las embajadas de México, Venezuela y otros países, que terminaron repletas.
De la dirigencia nacional de la UNO, el único a ser encarcelado fue el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal quien permanecería en prisión durante casi dos meses. Agüero, en cambio, pudo continuar en campaña. El 5 de febrer perdió las elecciones. El tercer Somoza, garantizaba con su victoria la continuidad dinástica de la dictadura.
Cuatro años después, el 28 de marzo de 1971, Agüero pactó con Somoza para ser miembro de la Junta Nacional de Gobierno (JNG) en el periodo del 1 de mayo de 1972 al 1 de diciembre de 1974. De esa forma garantizó al dictador la reelección para su segundo periodo en la presidencia.
La masacre de la Avenida Roosevelt enseñaba muchas cosas. Las masas movilizadas ese día llegaron con una disposición combativa: soñaban con sacar a Somoza y estaban dispuestas a arriesgar sus vidas por ello. El Dr. Agüero y la dirigencia de la UNO no organizaron a las masas, no garantizaron suficientes armas ni crearon las condiciones para una verdadera insurrección. El pueblo estaba dispuesto a luchar, pero no tenía en ese momento una dirigencia dispuesta a asumir los costos, los riesgos y los sacrificios para llegar a la victoria.
Once años más tarde, la insurrección de Monimbó y las insurrecciones de 1978 y 1979, que empezaron con un número limitado de guerrilleros, con poca cantidad de armas y en desigual combate, terminaron, en el julio de 79, derrocando a Somoza. Las masas decidieron unirse a la sublevación, porque ahí sí hubo una organización, el FSLN, con sus militantes, cuadros y dirigentes, surgidos del pueblo y dispuestos a combatir hasta las últimas consecuencias.
En cambio, la dirigencia de la UNO, en 1967, no quiso correr muchos riesgos. Dejó que los muertos los pusiera el pueblo. De hecho, si hubieran llegado al poder, habrían editado una versión “somocismo sin Somoza”, caracterizado por el capitalismo oligarca de siempre. Con la bendición de Estados Unidos. Recordemos que el mismo Agüero de cara a las elecciones de 1967, había realizado una gira a los Estados para garantizarse el apoyo norteamericano, que de hecho nunca se concretó.
Tras los hechos trágicos del 22 de enero, quedó demostrado una vez más que la lucha armada era la única alternativa para liberar a Nicaragua de la dictadura somocista y el FSLN la única organización que podía guiar al pueblo hacia su liberación.