No tengo la menor duda que la hipocresía es uno de los males más espantosos que los seres humanos podemos mostrar de lo que realmente somos. La verdad es que la expresión más aborrecible de lo que podemos ser es modelar lo que no somos creyendo que engañamos a los demás con lo decimos y hacemos para aparentar lo que estamos muy lejos de vender de nosotros mismos.
No nacimos íntegros, que es la cualidad de hacer bien las cosas, aunque nadie nos esté observando. Quien diga lo contrario es un mentiroso porque la misma inocencia nos expone a la contaminación de un mundo que por su naturaleza ya es hipócrita y nos mete en laberintos del que solo los valores y principios podemos salir de una oscuridad que nos oculta a nosotros mismos de nuestro propio campo de visión y es entonces cuando recurrimos al auto engaño, a la apariencia, a la mentira, para sostener una imagen que jamás será nuestra.
La hipocresía es un bicho venenoso, altamente letal porque es mimetista y tiene una muy versátil capacidad de transformarse de mil formas y aunque finalmente pueda quedar al descubierto siempre terminará expuesta y al desnudo para terminar siendo despreciada y aborrecida porque sus efectos son altamente desagradables por los tóxicos que de ella derivan.
Todos hemos sido hipócritas alguna vez o muchas veces, al menos yo no me quedo al margen. Posiblemente nadie pretendió ser hipócrita porque eso simplemente pasa hasta en los mejores seres humanos y sucede porque desgraciadamente está en nuestra mente y es algo que solo se puede descerebrar con el paso del tiempo y en la medida que la calidad de madurez que lleguemos a adquirir lo permita.
La hipocresía es el enorme contrasentido donde reside la falsedad del individuo desde sus acciones y palabras y no significa propiamente que diga una cosa y haga otra, caso del incoherente, sino que lo del hipócrita es mucho más profundo porque disfruta al pretender engañar a los demás con una alta dosis de cinismo.
La hipocresía tiene su origen en la necesidad de esconder el sentir o la motivación real a los demás, vendiendo una imagen que no tenemos, que no nos calza, que no nos luce o que simplemente es irreal a quien lo sufre y el primero en darse cuenta de ello es el hipócrita.
En la hipocresía existe una inconsistencia entre lo que se piensa y se hace o se dice, esto con la finalidad de no revelar nuestra verdadera personalidad. En este sentido, la hipocresía es engañar a los demás; es una de las tantas formas que adquiere la mentira.
De hipocresía hay muchísimos ejemplos, particularmente en esta nuestra querida Nicaragua, donde hay quienes dicen amarla, quererla y hasta dicen que luchan por ella, pero todos los días o la asesinan o piden, que es peor, que el extranjero la mate.
Aquí hay agentes, voceros y empleados del amo extranjero que, a nombre de la verdad, desde el falso cliché de “periodistas independientes” todos los días se empinan en la mentira para destruir a una Nicaragua que nunca les hizo nada.
Aquí hay empresarios de maletín que se venden como grandes protagonistas del desarrollo económico del país y no hacen otra cosa más que crear condiciones, a cambio de la plata que reciben de agresor extranjero, para jugar con fuego y descarrilar una economía que hasta abril de 2018 iba viento en popa, pero qué con el fallido golpe de estado, ejecutado a nombre de la “libertad y la democracia”, generó pérdidas irreparables a las que ya pusimos detentes con la recuperación que ahora palpamos gracias al esfuerzo de quienes desean una mejor Nicaragua para el futuro.
Aquí hay medios de comunicación y “periodistas” que de independientes no tienen nada, que a cambio de sus mentiras recibieron miles y miles de dólares por sus actos terroristas y que sostienen que en Nicaragua no existe libertad de expresión, cuando la verdad es que abusan de un libertinaje donde la dignidad humana no existe para ellos y menos el anhelo de la inmensa mayoría de este pueblo que quiere vivir en paz, que quiere trabajo, que quiere una armonía, que solo la perversidad mental de los plumarios mediáticos niegan.
En Nicaragua existe una porción de individuos que equivocadamente nacieron aquí que se la pasan hablando de democracia, de libertades y de derechos humanos, pero son poderosos dictadores que ni entre ellos mismos se aguantan, son los oposicionistas y mentes torcidas y divorciadas del mundo moderno que nos quieren poner los grilletes de la esclavitud con modelos prehistóricos y arcaicos que a lo largo de los tiempos nos ataron a la miseria para negarnos el derecho inalienable a vivir en un país dónde todos seamos iguales ante la ley y no en aquel donde solo las castas y las oligarquías bendecidas por un sector hipócrita de la iglesia católica puedan tener.
Sí, yo hablo siempre de un sector de la iglesia católica de Nicaragua donde están Leopoldo Brenes, el sargentón de Silvio Báez, el Tachuela de Rolando Álvarez, el ahora obispo emérito Juan Abelardo Mata que sí mata y de otros curas de poca monta que se las pintan de buena cosa y son pirucas, homosexuales y abusadores de niños que se les ocurrió en su tremenda hipocresía que a estas alturas del juego pueden engañarnos con el panchomadrigalezco cuento de que son los pastores de nuestra fe.
Los más grandes hipócritas de Nicaragua son esos, que con nombres y apellidos menciono, porque son parte de ese catolicismo oscuro y oportunista que lo primero que afectaron fue a su iglesia porque esta vive un desmoronamiento constante y de todos los días, que es visible y evidente y que para esconder el vacío de sus templos hoy se escudan en el coronavirus para no oficiar misas porque estas ya no son negocio, porque ante la falta de feligreses concurrentes que antes llegaban con el diezmo o la ofrenda lo mejor es poner bajo llaves las catedrales, iglesias o ermitas donde aquellos santos que bajo sus naguas escondían armas hoy están más solos y abandonados que nunca.
Fíjense que es tanta la hipocresía de estos Cardenales, Obispos, Monseñores, Sacerdotes, curas o diáconos que ni el mismo Papa Francisco, Jorge Bergoglio, el Obispo de Roma, puede ocultar, como tampoco lo pudieron hacer sus antecesores en el Pontificado, las caretas, los puñales, las luchas de poder y por supuesto las conspiraciones de aquellos que muchas veces pretenden ser percibidos por el mundo como angelitos y son en realidad murcielaguitos.
El papa Francisco critica la «detestable hipocresía» existente en la Iglesia católica y entre sus ministros. El papa Francisco dijo la semana pasada durante su audiencia general en el Vaticano que en la Iglesia católica existe «hipocresía» y «muchos ministros hipócritas».
El Obispo de Roma, consciente del rebaño que tiene, donde muchos son ovejas negras, como sus subalternos aquí en Nicaragua y víctima de aquellos conspiradores que le piden la renuncia para que asuma el Vaticano alguien verdaderamente conservador, porque el que está se lanzó contra los abusadores, contra los corruptos, contra los saqueadores del Banco Ambrosiano, se le fue a la yugular de una mafia dirigida por cardenales que al ser descubiertos o renunciaron o los renunciaron porque desde la supuesta dignidad que según ellos les concedía el púrpura resultaron ser verdaderos magnates por cuya conducta delictiva estremecieron tanto a los católicos del mundo que en una impresionante diáspora emigraron a otras religiones menos suntuosas o simplemente adoptaron quedarse al margen de las iglesias y profesar en la intimidad de su conciencia un cristianismo que tuviera una cercanía más espiritual con Jesús de Nazaret.
Por eso mismo el Papa Francisco, Jorge Bergoglio dijo clara y contundentemente:
«Particularmente detestable es la hipocresía en la Iglesia, y lamentablemente existe la hipocresía en la Iglesia, y hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas».
Según el papa, el hipócrita es una persona que «finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad».
Fíjense que certidumbre encierra esa confesión Papal. Se refiere a los que allá en el Vaticano se la están montando porque osó apretar el divieso de los corruptos, pero también se refiere a los que con sus conductas están trayéndose a pique a una iglesia católica que dejó de ser un poder desde hace mucho tiempo gracias a algunos sotanudos como los que tenemos aquí en Nicaragua, gracias a esos hipócritas que osan hablar de Cristo para bendecir actos abominables que tienen su origen en lo satánico y perverso que representa el odio, la muerte, la destrucción, la traición, la sedición y todo aquel maquiavelismo que quiere acabar con la patria.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.