El 1° de mayo de 1886 la huelga por la jornada de ocho horas estalló de costa a costa de Estados Unidos. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas y 340.000 obreros salieron a calles y plazas a manifestar su exigencia.
En Chicago los sucesos tomaron rápidamente un sesgo violento, que culminó en la masacre de la plaza Haymarket (4 de mayo) y en el posterior juicio amañado contra los dirigentes anarquistas y socialistas de esa ciudad, cuatro de los cuales fueron ahorcados un año y medio después.
Entre los periodistas que cubrieron aquella trágica noticia en Chicago el 11 de noviembre de 1887 estaba el cubano José Martí, cuyo relato del acto final fue publicado en el diario “La Nación”, de Buenos Aires, el 1° de enero de 1888, en cuyas líneas está la dramática narración de cómo los mártires de Chicago subían al cadalso ratificando su inocencia y el objetivo de su lucha por limitar la jornada de trabajo.
Fue una lucha que duró décadas y cuya historia ha sido olvidada, ocultada o despojada de todo contenido social, hasta el punto de transformar en algunos países el 1° de mayo en algo rutinario. Pero sólo teniendo presente lo que ocurrió, adquiere total significación la fecha designada desde entonces como “Día Internacional de los Trabajadores”.
En Nicaragua, en el curso de la historia nacional el pueblo trabajador ofreció numerosas pruebas de enfrentarse a los verdugos de la larga dinastía somocista y luchar por sus reivindicaciones económicas, laborales y sociales.
Hace 45 años, el 1ro. de mayo de 1969, Carlos Fonseca Amador dirigió un mensaje al pueblo nicaragüense en llamado a reforzar el combate, en el cual explicaba:
“La conmemoración este año del Primero de Mayo, día del proletariado internacional, encuentra al movimiento revolucionario reanudando acciones resueltas contra el ignominioso sistema social que padece el pueblo de Nicaragua. De nuevo resuena en Nicaragua el disparo del fusil guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que en las montañas de Río Bocay y Pancasán, juró ante la sangre de los mártires no rendirse jamás”.
Por ello, en la primera celebración del Día de los Trabajadores en una Nicaragua libre, en 1980, se mostró una nueva imagen de la nación, cuando hombres y mujeres, campesinos y obreros, se unían para la reconstrucción del país, y el Comandante Tomás Borge, como orador que hizo el resumen de aquella inolvidable jornada popular, pidió a la Dirección Nacional del FSLN y a los entonces miembros de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional levantar el puño y jurar al pueblo trabajador ser fieles y llevar la Revolución hasta las últimas consecuencias.
Así ha sido. Y así será