Las declaraciones ilusorias y descaradas mentiras del presidente norteamericano Donald Trump vuelven a ser más y más evidentes con cada reunión y encuentro en qué participa. La falsedad, ineptitud y cinismo de las y los dirigentes norteamericanos y europeos es la síntoma más obvia del malestar cultural, espiritual e ideológico de las clases gobernantes del Occidente colectivo. Durante seis décadas hasta la gran recesión provocada por la crisis financiera de 2008-2009, podían ofrecer a sus poblaciones un nivel de vida superior por mucho a las poblaciones del mundo mayoritario. Ahora la realidad cambia y no saben que hacer.
Como ha explicado el presidente Vladimir Putin, “…la era en la que un grupo selecto de las potencias más fuertes podía decidir por el resto del mundo se ha ido, y se ha ido para siempre.” Ahora los diversos avances tecnológicos, comerciales y financieros en la región eurasiática y sus asociadas secuelas en África y América Latina han tejido una nueva realidad mundial con múltiples diferentes hilos político-militares y socioeconómicos. El impacto de esta realidad se ha visto claramente en los sucesivos fracasos de Donald Trump en sus más recientes interacciones con los gobiernos de Rusia y China.
Rusia
Rusia ha derrotado el agresivo régimen de simpatizantes nazis en Ucrania a pesar del apoyo incondicional a ellos de los países occidentales de la OTAN. En la reunión con el presidente Trump de agosto este año en Alaska, el equipo ruso creía que se había logrado un acuerdo que iba a permitir una resolución completa del conflicto con la OTAN para garantizar la futura seguridad de la Federación Rusa. Dentro de pocas semanas, se dio cuenta que solo fue otro engaño norteamericano más. El presidente Trump juega con la posible entrega a Ucrania de misiles de largo alcance Tomahawk, canceló una reunión bilateral en Hungría propuesta por la misma parte norteamericana, e impuso nuevas medidas coercitivas unilaterales contra las dos más importantes empresas petroleras rusos.
En respuesta, el gobierno ruso descartó la relevancia de las nuevas medidas contra su industria petrolera, sigue con la metódica destrucción del ejército de Ucrania, anunció nuevas poderosas armas con propulsión nuclear y ratificó el acuerdo de asociación estratégica con Venezuela. Se destaca la absoluta autosuficiencia de la economía rusa, la profunda solidez de su capacidad militar y su producción industrial, su indiscutible superioridad tecnológica y su solidaridad con los países aliados como Irán y Venezuela dispuestos y capaces de defender su soberanía. Esta realidad contradice completamente las dementes versiones difundidas en los medios occidentales que describen a Rusia como un país al borde de la derrota militar y un colapso económico.
Quizás el punto más importante a notar aquí es el tremendo paso adelante tecnológico que significa el desarrollo del misil crucero de propulsión nuclear llamado Burevestnik. El mismo presidente Vladimir Putin ha explicado, “La principal ventaja radica en la pequeña unidad de propulsión nuclear. Es comparable en potencia a un reactor submarino nuclear, pero es mil – ¡mil! – veces más pequeño… este reactor se pone en marcha en minutos o incluso segundos, un logro tremendo.” Las implicaciones de este avance para el uso civil, especialmente para los usos aeroespaciales, significan una verdadera revolución tecnológica fuera del alcance de la tecnología occidental.
China
A la par de la incontrovertible ventaja político-militar y tecnológica de Rusia sobre el Occidente, la República Popular China ha obligado al gobierno del presidente Trump de ceder en sus agresivas medidas unilaterales arancelarias. Antes de su reciente gira de la región de Asia Este, el presidente Trump había afirmado que iba a lograr que China y la India dejaran de comprar petróleo ruso para así presionar a Rusia a aceptar un cese de fuego en Ucrania. También aseguró que iba a fortalecer la posición de la economía norteamericana en relación a las economías asiáticas.
Ciertamente, el presidente Trump en sus reuniones bilaterales logró consolidar acuerdos comerciales con los gobiernos de Malasia, Camboya, Japón y Corea del Sur, y formalizó acuerdos marcos con Tailandia y Vietnam. Fue muy importante para la economía norteamericana que su presidente resuelva el sumamente conflictivo ambiente comercial internacional provocado por su propia guerra de aranceles iniciado en abril de este año. Por su parte, los países asiáticos lograron limitar el alcance de los aranceles sobre sus exportaciones hacia los EE.UU. a cambio de concesiones favorables para productos norteamericanos y, en el caso de Japón y Corea del Sur, compromisos de muy sustanciales inversiones en la economía norteamericana.
La reunión del presidente Trump con el presidente Xi Jinping fue diferente. En un ambiente notablemente frío de la parte china, el presidente Xi insistió en la disminución de varios aranceles norteamericanos y la suspensión por un año de otros. El gobierno norteamericano también acordó suspender los punitivos impuestos portuarios aplicados a los barcos chinos. China acordó volver a comprar soya norteamericana y reanudar la venta de las tierras raras procesadas, esenciales para la industria norteamericana. Así que la firmeza de China en defensa de sus legítimos intereses forzó a la administración norteamericana a retroceder, para el momento, en sus intentos de extraer de China las mismas concesiones que extorsionaron de Japón y Corea del Sur. Queda a ver qué tanto tiempo durará esta relativa calma en la agresión comercial norteamericana.
De hecho, China y la India seguirán comprando el petróleo ruso. De igual manera, Japón ha insistido que va a seguir comprando el gas natural licuado ruso, porque es esencial para su seguridad energética. Con los países de la Asociación de Naciones de Asia Sur-Este (ASEAN), China profundizó su acuerdo de libre comercio y a los países del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), propuso “debemos construir un futuro inclusivo y universalmente beneficioso para fomentar un nuevo dinamismo en el crecimiento inclusivo de Asia Pacífico. Siempre debemos anteponer a las personas y fortalecer la comunicación de políticas, el intercambio de experiencias y la cooperación orientada a los resultados para… eliminar juntos la pobreza y promover la prosperidad compartida para todas las personas en Asia Pacífico.”
Es fuerte el contraste entre la agresiva postura extorsionista norteamericana en las negociaciones comerciales y esta visión del presidente Xi de cooperación con enfoque en la persona humana y la reducción de la pobreza. Hay una relación directa entre la dysfuncional relación coercitiva norteamericana con Japón y Corea del Sur y las negociaciones en camino de estos dos países con China para mejorar su comercio y desarrollar un acuerdo de canje trilateral. Este mecanismo deriva de la llamada Iniciativa Chiang Mai establecida después de la crisis financiera asiática de 1998. El canje fortalece la capacidad de los respectivos bancos centrales para proporcionar liquidez en moneda local para abordar alguna u otra crisis financiera. De hecho, este mecanismo complementará la tendencia de los países eurasiáticos de usar sus monedas locales en vez del dólar norteamericano .
Venezuela
Para empeorar el fracaso de su política exterior hacia Rusia y China, la fascista administración norteamericana ha iniciado una criminal agresión contra Venezuela. A nivel político interno y a nivel hemisférico, se garantiza un desenlace eventual con secuelas muy adversas para el gobierno norteamericano tanto en su política interior como en sus relaciones regionales e internacionales. La fuerza estadounidense desplegada en el Caribe parece ser para establecer una cabeza de puente en alguna parte del territorio venezolano. Pero una operación de ese tipo arriesga sufrir numerosas bajas contra la diversa capacidad disuasoria de las fuerzas armadas venezolanas.
El consenso de expertos en la materia es que la combinación de los sistemas radares venezolanos con avanzadas sistemas chinas de comunicación, ofrece un potente desafío al control del espectro electromagnético por las fuerzas norteamericanas. Venezuela ha colaborado con la empresa china de tecnología electrónica CETC desde 2005. Ahora, el país despliegue el moderno sistema de radar JY-27A 3D de esta empresa, junto con sistemas modernos rusos como el 9S19ME de banda VHF y el 64N6 de banda S, además del excelente, aunque más vieja, sistema P-18.
Este sistema de aviso temprano alimenta una fuerza formidable de misiles anti-aérea y anti-buque. Venezuela despliegue eficaces misiles anti-buques CM-90 de Irán, C-802A de China, KH31A de Rusia y Otomat MK2 de Italia/Francia. Sus misiles anti-aérea incluyen los sistemas rusos de eficacia demostrada, Buk-M2E, Pechora-2M, S300VM, además de miles de misiles anti-aéreos portátiles Igla-S. Además de misiles anti-buque o anti-radar, los aviones de combate Sukhoi-S30 pueden llevar los avanzados misiles rusos aire-aire tipo R77. En el mar, los diferentes buques de guerra y patrulleros navales venezolanos también llevan misiles anti-buque y anti-radar.
Así que, para las fuerzas norteamericanas la amenaza de recibir golpes destructivos es real. Y aun si al final lograran establecer sus fuerzas terrestres en una u otra parte del territorio venezolano, tendrían que enfrentar los numerosos recursos de vehículos aéreos no tripulados (UAV) desplegados por las fuerzas armadas venezolanas. Venezuela ha desarrollado su fabricación de UAVs durante más de 20 años y ahora dispone de varios tipos tanto de diseño nacional como modelos derivados de, entre otros, los variantes iraníes Mohajer y Shahed o el tipo Orlan de Rusia.
Todos estos recursos tecnológicos se despliegan a la disposición de más de 120,000 efectivos de las fuerzas armadas profesionales y más de cuatro millones de milicianos bien armados y entrenados. En su conjunto, son fuerzas suficientemente formidables para disuadir una operación terrestre a gran escala. Por otro lado, la destrucción de Libia y de Siria dependía del soborno de figuras traidores del alto mando militar, una estratagema con pocas posibilidades de funcionar en Venezuela. Es posible que habrán ataques por las fuerzas especiales norteamericanas y la CIA contra la dirigencia bolivariana, quizás disfrazados como una especie de rebelión popular.
Pero, igual que la agresión yanquí-sionista contra Irán aumentó el apoyo popular de la Revolución Islámica, un ataque contra Venezuela fortalecerá el apoyo popular a la Revolución Bolivariana. El caso de Venezuela es muy diferente a otros casos de intentos de cambio de régimen como en Libia o Siria. Venezuela ya superó la guerra económica occidental y países poderosos en la región como Brasil y México se oponen a la agresión norteamericana.
Colombia y muchas de las islas naciones del Caribe han expresado su solidaridad política con Venezuela. La oposición política nacional es completamente desprestigiada y el país es autosuficiente en la producción de alimentos. Por encima de todo, sus fuerzas armadas y una mayoría de la población son fuertemente cohesionados alrededor de un proyecto nacional enfocado en la persona humana y el florecimiento del potencial de sus familias.
Mucho comentario hace énfasis en la distancia física entre Venezuela y sus poderosos aliados, China y Rusia. Hay que recordar la hazaña de Nicaragua que, con el apoyo de la Unión Soviética, neutralizó una formidable fuerza terrorista armada, entrenada y financiada por los gringos durante diez años de cruenta guerra. De igual manera, a pesar de las enormes distancias a cruzar, la Revolución Cubana y la Unión Soviética aseguraron la victoria de Angola contra las poderosas fuerzas armadas de la Sudáfrica racista apoyada por el Occidente colectivo.
De la misma manera que Rusia y China apoyan a Irán, es seguro que harán lo mismo para apoyar a Venezuela como ha hecho claro la vocera de la Cancillería rusa María Zajárova, “Apoyamos el liderazgo de Venezuela en la protección de la soberanía nacional, teniendo en cuenta la dinámica de la situación internacional y regional. Mantenemos contacto con nuestros socios, estamos dispuestos a seguir respondiendo adecuadamente a sus solicitudes… Continuaremos trabajando «hombro con hombro», mirando hacia el futuro con calma y confianza. Hemos atravesado distintas situaciones. Estamos preparados para cualquier cosa.”
Es imposible saber con seguridad cuál será el desenlace final de la criminal agresión fascista en marcha contra Venezuela. Todo indica que será adverso en muchos sentidos para el gobierno norteamericano. El consenso general internacional es que la política exterior de la administración del presidente Donald Trump sencillamente va de un engaño fracasado a otro. En cambio, la seña característica de nuestros gobiernos revolucionarios es la absoluta firmeza de nuestros líderes en seguir las políticas soberanas para el desarrollo de nuestros pueblos en medio de la volatilidad, desesperación y agresión de las clases gobernantes del Occidente colectivo.