Ahora los gobiernos occidentales ni se preocupan por esconder el esencial nihilismo de su quehacer político ante el declive de su poder político-militar y económico relativo al mundo mayoritario. Este nihilismo de las élites gobernantes del Occidente colectivo se expresa en múltiples formas. Se ve en el abuso de las instituciones multilaterales, el unilateralismo y el abandono del derecho internacional, la traición de sus propios pueblos por dirigentes mediocres, su antidemocrática cultura doméstica de censura y represión, y el colapso de confianza provocado por la constante mala fe.
Por medio de mayor productividad, mejor tecnología y más cooperación para el desarrollo, los países eurasiáticos y sus contrapartes en otras regiones han creado nuevas condiciones comerciales y financieras que dejan en desventaja a las economías occidentales. Pero en vez de adaptarse a la nueva realidad económica mundial y asimilar de manera competitiva los retos que se enfrentan, las élites gobernantes occidentales han recurrido al proteccionismo, al contraproducente unilateralismo y a mayor agresiva manipulación de las instituciones multilaterales que controlan, pero que ya no sirven como antes para lograr todos sus objetivos.
La incapacidad del Occidente colectivo de responder de manera coherente, viable y eficaz al nuevo orden mundial se expresa en las desesperadas políticas de militarización y sus esfuerzos de consolidar su poder a nivel regional. Estos esfuerzos son evidentes en la agresión militar norteamericana contra Venezuela, la agresión sionista y norteamericana en Palestina, Siria y el Líbano y las intervenciones europeas en Armenia, Georgia y Moldava, por ejemplo. A nivel doméstico, en medio de la censura de la información genuina y la represión política de la protesta, las élites occidentales intimidan a sus poblaciones al infundir el miedo de una ficticia agresión rusa o la falsa amenaza de una opresiva hegemonía china.
A nivel internacional, las cínicas clases gobernantes occidentales abusan de las instituciones que ellas mismas crearon. Abusan de su control del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para favorecer de manera groseramente desmesurada a sus gobiernos vasallos, como los de Argentina y Ucrania, sabotean la Organización Mundial de Comercio para obstaculizar posibles adversas decisiones de los mecanismos de arbitraje y manipulan organizaciones como la Agencia Internacional de Energía Atómica para perseguir a Irán. Su abandono del derecho internacional humanitario se expresa por encima de todo en su desalmado apoyo al genocidio sionista en Palestina y a las sistemáticas violaciones de las normas internacionales por el corrupto régimen nazi en Ucrania.
Los mismos poderes occidentales violan las normas internacionales más fundamentales con sus repetidas agresiones ilegales contra Irán y Venezuela o cualquier otro país que defiende su soberanía nacional. De la misma manera, siempre han actuado con descarada criminalidad al secuestrar los activos financieros de los países que atacan económica y militarmente como Libia, Irán, Rusia y Venezuela. A nivel interno, las y los dirigentes occidentales no pueden ofrecer a sus poblaciones una visión de su futuro desarrollo humano porque no lo tienen.
Ni piensan en democratizar sus economías con enfoque en la productividad y la promoción de las pequeñas y medianas empresas que son la base esencial de las economías nacionales, junto con la provisión por el sector público de buenos sistemas de salud y educación y de nueva infraestructura. En su lugar proponen desacreditadas y desfasadas esquemas neoliberales de bienestar corporativa como las recomendaciones del informe de banquero y político italiano Mario Draghi del año pasado sobre la futura competitividad europea. De hecho, ante la derrota de la OTAN en su guerra contra Rusia en Ucrania, ahora los dirigentes europeos enfrentan dos secuelas insuperables a corto plazo de su agresión económica contra Rusia: el alto endeudamiento público y la desindustrialización debido al alto costo de la energía.
Ahora, contemplan todavía mayor endeudamiento para revivir la industria europea por medio de un esquema megalómano de rearme general supuestamente en preparación para una guerra con Rusia antes del año 2030. A la vez que proponen hacer esto, el pasado mes de julio la dirigencia europea se comprometió a un acuerdo de sumisión neocolonial que compromete los países europeos a invertir más de US$600 mil millones en la economía norteamericana y comprar US$750 mil millones de gas licuado norteamericano. El arreglo elimina los aranceles europeas contra las exportaciones norteamericanas, pero acepta aranceles de 15% sobre las exportaciones de los países europeos al mercado norteamericano.
Nada expresa mejor el demente nihilismo del Occidente colectivo que esta profundamente antidemocrática traición de la soberanía de los pueblos europeos. Mientras las élites norteamericanas y europeas destruyen las aspiraciones de sus pueblos, los gobiernos del mundo mayoritario comprometidos con un nuevo orden internacional demuestran su fe en el futuro desarrollo humano de sus pueblos. Los mejores entre estos gobiernos orientan sus políticas socioeconómicas para eliminar la pobreza, lograr el Bien Común, proteger los intereses de sus pueblos y defender la soberanía y la dignidad nacional.
Es natural que los países revolucionarios sean los mejores representantes de esta visión del futuro por motivo de su compromiso con las mejores prácticas para lograr el Bien Común por medio de la planificación responsable y una fe entrañable en las tradiciones y el espíritu ancestral de sus pueblos. Esta realidad es evidente por la manera en que Cuba, Corea Democrática, Irán, Nicaragua y Venezuela, entre otros países, han logrado superar las sádicas agresiones de las élites occidentales. Se trata de una fe profunda e invencible en el potencial humano de nuestros pueblos. En el caso de Venezuela, la frustración de la avaras élites criminales norteamericanas se expresa ahora en la amenaza de una nueva más grave agresión militar.
En el caso de la República Popular China la tremenda capacidad transformativa de la fe revolucionaria es evidente en la planificación quinquenal coordinada por el Partido Comunista de China. Este año el PCCh ha destacado como, “El XV Quinquenio ocupa una posición importante de apertura al futuro con herencia del pasado en el proceso de cumplir básicamente la modernización socialista. El cumplimiento de la modernización socialista, un proceso histórico de avance escalonado y de desarrollo y progreso incesantes, requiere empeño incansable y lucha continua.” Así el socialismo de China distingue el proceso revolucionario planificado de la perversa visión capitalista de la sociedad como un caos de transacciones individuales dominado por las fascistas élites que monopolizan el poder.
Entre los objetivos del nuevo plan quinquenial, el PCCh recomienda que se prioriza ““Mayor afianzamiento de la fe en nuestra cultura; consolidación y robustecimiento constante de las principales ideologías y opiniones públicas; aplicación amplia de los valores socialistas esenciales; activación incesante del vigor innovador y creativo cultural de toda la nación; enriquecimiento añadido de la vida espiritual y cultural de la población…” Esta conciencia cultural responde a la visión del presidente Xi Jinping quien siempre ha enfatizado la importancia del espíritu de la nación china.
En 2013 ante la 12va Asamblea Nacional, el presidente Xi Jinping afirmó, “Para materializar el sueño chino hay que fomentar el espíritu chino que consiste en un espíritu nacional centrado en el patriotismo y un espíritu de la época centrado en la reforma y la innovación. Este espíritu constituye el alma de la vigorización y el fortalecimiento del país.” De la misma manera en 2021 durante una visita a la famosa Jardin de Zhu Xi en la provincia de Fujian, el presidente Xi comentó, “Es preciso conceder suma importancia a la explotación de la quintaesencia de la antigua civilización china y combinar el desarrollo de la excelente cultura tradicional con las posiciones, puntos de vista y métodos marxista con miras a seguir inquebrantablemente el camino del socialismo con peculiaridades chinas.”
Esta fusión del compromiso revolucionario, de la mejor práctica de gobernanza y de fe en el espíritu nacional se ve también en las revoluciones de Cuba, Nicaragua, y Venezuela. Como ha explicado nuestra Compañera Rosario, «Nuestros Héroes nos enseña a vivir la Inmensidad, la Inmensidad que quiere decir entrega al Bien Común. Esa és la Inmensidad. És Espiritualidad… Entrega al Bien Común !» Y el Comandante Daniel ha afirmado como «Asesinaron a Sandino, destruyeron la materia humana, pero no pudieron destruir el Espíritu de Sandino, no pudieron destruir el Alma de Sandino. ¡No pudieron destruirla! Por eso, ¿dónde está? ¿Dónde está? ¡Está en el Alma de Pueblo nicaragüense!» Y la Compañera Rosario también confirma que “Estamos convocados siempre a vivir nuestra Soberanía Nacional con Sentido Espiritual profundo y trascendente de Soberanía, porque nuestra Historia, además, nos obliga”.
Esta alta conciencia revolucionaria de la histórica identidad cultural y espiritual de nuestros pueblos impulsa el compromiso con una planificación nacional enfocada en el desarrollo humano de las personas y de las familias. Uno de los principios de obligatorio cumplimiento que el PCCh recomienda para el XV Plan Quinquenal en China es, “La perseverancia en la primacía del pueblo. En respeto de la posición protagonista del pueblo, es preciso que actuemos apoyándonos estrechamente en él, defendiendo sus intereses fundamentales y fomentando la equidad y justicia social, que prestemos atención tanto a garantizar como mejorar sus condiciones de vida…”
De la misma manera, las revoluciones latinoamericanas insisten en el protagonismo de nuestros pueblos, en la defensa de sus intereses para lograr el Bien Común. En Nicaragua, este principio se expresa no solamente por medio de los quinquenales Planes Nacionales del Desarrollo Humano y Lucha contra la Pobreza sino también en la constante planificación en todas las áreas de la vida nacional, desde la seguridad ciudadana, vial y de madres de familia, contra los desastres naturales y los incendios, para proteger la cosecha cafetalera, proteger la seguridad nutricional de la niñez, hasta la vacunación y los planes de escuelas saludables, el Plan Nacional de Producción, Consumo y Comercio y los constantes planes de todas las instituciones y alcaldías.
Ahora con la criminal amenaza norteamericana de mayor agresión militar contra Venezuela, se ve la crucial papel fundamental que han jugado los planes de la seguridad y defensa nacional para resguardar la seguridad y paz del pueblo venezolano y la soberanía nacional. Allí se trata de un choque decisivo entre la fe mayoritario de nuestros pueblos en su futuro desarrollo humano y el nihilismo destructivo del Occidente colectivo. Como nuestra copresidencia comunicó en su mensaje de felicitaciones al hermano presidente Nicolás Maduro;
“Seres como vos, Nicolás, llenan nuestros Corazones de nuevos brillos y nos dejan enormes bríos. Que sigamos siendo, Junt@s, grandes Energías, gigantescos Sueños, confirmación de Derechos, desde una Vitalidad y una Firmeza trascendentes para que la Paz Sea y Reine. Siempre Más Allá y Siempre Juntos, en Tiempos de Sacrosantas y Determinantes Batallas, para las Más Grandes y Decisivas Victorias.”