Hace 49 años, el 15 de mayo de 1970 saltó en el noticiero de la tarde de Radio Mundial un «última hora» que se repetía con el característico piripipí que parecía interminable y que denota que a continuación se va a anunciar un suceso de importancia. La zozobra era angustiosa pues los tiempos que corrían en Nicaragua eran de represión, persecuciones y muertes; por fin saltó la noticia y la puñalada llegó directo al corazón de mi mamá, de mi papá y todos nosotros sus hermanos y por qué no decirlo, de un gran sector del pueblo nicaragüense que estaba harto de tanto crimen y abusos: «El guerrillero muerto esta tarde es Igor Úbeda Herrera».
¿Y quién era este muchacho?
«Era de Estelí. De allí es donde ha salido el mayor número de guerrilleros. La convicción política los ha llevado a tomar las armas, e incluso a aceptar la muerte». Con este párrafo termina la columna escrita en la página 8 de un diario de circulación nacional del 16 de mayo de 1970, que dedicó la página completa a la noticia de la muerte el día anterior del guerrillero esteliano, acompañada de 4 grandes fotografías en cuyo titular ubicado al centro de la misma y destacado en color rojo se lee: «GUERRILLERO SORPRENDIDO»
¿A quién se refería este periodista que no firma su artículo y que para los que somos de la época no es de extrañar el por qué?
Hablaba de Igor Felipe Úbeda Herrera, un joven de apenas 21 años, espigado, moreno, de grandes ojos color castaño, pelo ligeramente ensortijado, de carácter afable, deportista, más identificado con la vida campesina que con que con las actividades festivas y de diversión de los muchachos de la ciudad contemporáneos suyos.
El periodista anónimo hablaba de un niño que nació un 28 de julio de 1948 en una pequeña comunidad llamada Plan Grande (Valle de San Roque) Era el quinto hijo del matrimonio de Luis Felipe Úbeda Úbeda e Isidora Herrera Osegueda.
Su niñez la vivió en esa fresca y brumosa comarca, compartiendo sus juegos y vivencias con los otros niños campesinos del lugar. A la edad de siete años toda la familia se traslada a la ciudad de Estelí con la finalidad de que Igor y sus otros hermanos estudiaran; pero los fines de semana regresaban para realizar labores del campo lo que propició que el contacto con la vida pobre del campesino trabajador no se perdiera.
Su educación primaria la cursó en la Escuela de Varones, hoy Sotero Rodríguez, luego pasó a la Escuela Normal de Estelí, donde estudió su plan básico; como no se inclinaba por el magisterio se trasladó a seguir su bachillerato al Instituto San Francisco, donde tuvo como maestro al poeta «Héroe y Mártir» Leonel Rugama. Indudablemente Leonel, como buen maestro, no se limitó sólo a dictar lecciones de su asignatura, sino que fue más allá, regó la semilla del despertar de conciencia de la realidad nacional y en Igor encontró terreno fértil, pues desde muy niño manifestó sus inquietudes revolucionarias ya que le gustaba oír de boca de su madre los relatos de la vida y lucha del General Sandino, historia que en parte ella vivió en las comarcas aledañas a San Rafael del Norte.
Su primer contacto formal para ingresar al FSLN fue con José Benito Escobar en 1968, quién organizó una célula compuesta por Igor, Armando Aguilera, Salvador Loza (Martín), Juan Alberto Blandón, Filemón Rivera y otros para estudiar y entrenarse militarmente.
Para los entrenamientos militares se trasladaban a nuestra finca en el Plan Grande.
Sus primeros trabajos partidarios fueron «legales» (así se les llamaba a los que todavía no estaban en el clandestinaje): Llevaba correos, realizaba operativos en otras ciudades y después regresaba a Estelí a la legalidad. Bajo este método de trabajo, junto con Enrique Lorente y otro compañero realizó una recuperación económica en la licorera Santa Cecilia.
En diciembre de 1969, Enrique Lorente, Roger Núñez y José Benito Escobar estaban operando clandestinos desde la casa de Igor, pero su presencia en Estelí fue denunciada y tuvieron que partir y con ellos se fue Igor un 17 de diciembre de 1969, comenzando así su vida clandestina.
En los primeros días de enero de 1970, junto con Leonel Rugama realiza una recuperación económica en una sucursal bancaria de León.
Después de este operativo fue enviado a una misión a la montaña y luego regresó a Managua y se ubicó en la misma casa donde el 15 de enero muriera combatiendo Leonel Rugama y resto de compañeros.
Igor logra salir junto con Salvador Loza en una moto y tomaron rumbo a Estelí, se quedaron escondidos en Santa Cruz. Con el chofer de un bus en el cual confió mandó un recado a su familia, pero al parecer la noticia se filtró porque al día siguiente la guardia peinó la zona.
De ahí salió por veredas a La Trinidad, iba herido en un pie, permaneció oculto en la casa de unos familiares a los cuales les contó toda la odisea vivida desde la muerte de Leonel.
El 19 de febrero de ese mismo año estando en misión en Estelí pasó por la casa de su hermana Olga que vivía un tanto alejada del centro de la ciudad y mandó a llamar a su mamá para verla.
Esa entrevista fue muy dura para su madre y para él. Ella que sentía en carne propia el dolor de doña Candidita Rugama, le pidió que lo pensara bien y que si quería que abandonara la lucha, que saliera fuera del país y él con la convicción y la generosidad de su juventud le dijo: «Mamá Tenés diez hijos, donale uno a la patria». Fueron unos pocos momentos porque pronto pasaron a recogerlo otros compañeros de lucha y entonces Igor le dijo: mamá, estos también son tus hijos y cuando veas a un compañero del FSLN me verás a mí.
El 21 de febrero de ese mismo año, en ocasión de conmemorar otro aniversario más de la muerte del General de Hombres Libres, participa en la toma de Radio Mundial y pasan un comunicado del FSLN.
El primero de mayo visitó en Managua a su hermano Ronaldo y le pidió que comprara el libro La Madre de Máximo Gorki y que se lo entregara en su nombre a su mamá el día 30 de mayo, ya que para él era imposible llegar a darle un abrazo personalmente.
El 15 de mayo de 1970 a eso de las 3 de la tarde, Igor Úbeda, Julián Roque, Leopoldo Rivas, Oscar Benavidez y Emmet Lang, intentan una recuperación económica en la sucursal Bóer del Banco Nacional para el sostenimiento de la lucha; Igor logra herir al guardia nacional que custodiaba la sucursal, pero no logran su objetivo.
El mismo artículo que cité al principio en otro párrafo dice textualmente:
«El asalto había fracasado. Una vida más se perdía en aras de los ideales que persigue la agrupación política a que pertenecía Igor» (FSLN)
«Sus ojos estaban abiertos, perdidos en la inmensidad de la muerte. No se los cerraron sino hasta que lo hicieron sus familiares en Estelí»
«Otro más que cae… una nueva familia que llora por dentro»
Al igual que Pavel el joven protagonista de la novela de Gorki, Igor no sólo logró influenciar a su madre para continuar la lucha que él comenzó sino también a sus hermanos y hermanas a su sobrino mayor Donoso Zeledón Úbeda y a muchos otros familiares y amigos, logrando un cambio radical en sus vidas.»
Recuerdo que cuando su cadáver estaba ya en nuestra casa dentro de su féretro, se acercó nuestro hermano Juan José (cuatro años menor que él) y le colocó entre sus manos un papelito doblado, todos intuimos que se trataba de algún juramento o promesa de seguir su lucha y en efecto, el tiempo nos dio la razón.
Desde ese momento, el juramento de Juan José fue de todos, no quedó uno solo de los hermanos sin integrarse, así patentizamos a Igor la comprensión de su causa y el respeto y reconocimiento a entrega generosa. El corazón de nuestra madre ya no sólo sufría la muerte de Igor, sino que albergaba la certeza de volver a abrazar a sus otros cuatro varones clandestinos. Las cinco mujeres junto con ella, disciplinadamente cumplíamos las tareas que la organización nos demandaba desde la legalidad.
Una tarde, visitando el pequeño museo de los Héroes y mártires de Estelí me encontré entre las pertenencias de Igor un poema dedicado a él, ya borroso por el tiempo, escrito en la cárcel modelo por el Comandante Tomás Borge en ocasión de un aniversario de la muerte de Igor.
Lo transcribo, aunque no estoy segura si quien lo escribió a máquina omitió algo:
A IGOR
Un disparo y antes de caer
una última mirada al mundo,
a la conciencia de los culpables,
a las excusas de los otros culpables.
Y cuando cerró los ojos
nos dimos cuenta que en algún
jardín, algún día,
las flores rojas, las azules flores,
los ojos brillantes, el paso firme,
el firmamento de las cosechas,
la posibilidad de los violines,
el sabor de naranjas y pieles
nuevas es parto doloroso,
alegre, inevitable.
Tomás Borge, Cárcel Modelo.