El regreso del héroe

Tras cumplir una dura condena en Estados Unidos, el segundo de los Cinco luchadores antiterroristas cubanos injustamente encarcelados, ha vuelto a su patria

JOAQUÍN R. HERNÁNDEZ 

El caso de los cinco cubanos arrestados violentamente en Estados Unidos y condenados a durísimas penas carcelarias, ha penetrado hondamente en la conciencia de quienes, desde posiciones ideológicas dispares, lo han conocido y se han identificado con la causa de su liberación.

Pese a un extraordinario cerco mediático, que ignora el caso o solamente se refiere a ellos para denostarlos y tergiversar su lucha contra el terrorismo que, como una sombra, ha asolado al pueblo cubano desde el inicio de su revolución, un denodado y desinteresado trabajo de fuerzas honestas del mundo ha ido ampliando el círculo solidario con esta causa, hasta lugares remotos del planeta.

No es el mismo caso en el interior de Estados Unidos. Allí, pese al trabajo valiente de cientos de amigos de las mejores causas de América Latina, la dura pared de la confabulación mediática se ha atravesado en pocas ocasiones. Enaltece ver cómo, sin embargo, estos activistas continúan, incansables y desinteresados, su labor de persuasión en sectores influyentes: estudiantes, abogados, artistas, argumentando en detalle las injusticias del caso.

Porque es en Estados Unidos donde se ganará esta batalla. Así como durante muchos años los puertorriqueños libraron una tenaz campaña por la libertad de sus presos políticos, y finalmente, al hallar oídos y voluntad -además de una coyuntura propicia-, lograron liberar a prisioneros que ya para entonces habían cumplido largas estancias en prisión.

El regreso de Fernando González Llort

Junto a la batalla política se libra otra, en el terreno jurídico. Una de las muchas apelaciones permitió una reducción de algunas sentencias, que benefició a René González, el primero en abandonar la prisión, y la disminución de las penas de otros dos casos.

Fernando solo fue beneficiado por una reducción mínima de la pena por su buena conducta en prisión.

Tras él quedan aún encerrados Antonio Guerrero, condenado a 21 años y 10 meses, Ramón Labañino, a 30 años (previamente se le había condenado a cadena perpetua), y en particular Gerardo Hernández, sentenciado a dos cadenas perpetuas -que no tienen posibilidad de libertad condicional-, más 15 años. Su sentencia no fue rectificada en la mencionada apelación. (Un recurso de hábeas corpus espera en favor de los tres ha sido presentado y espera una respuesta sin fecha predeterminada).

La crueldad que los acompañó durante todo su encarcelamiento no abandonó a Fernando luego de abandonar la prisión. Tal como narró al llegar a La Habana, al salir de la cárcel fue arrestado nuevamente por autoridades migratorias. Esposado hizo el viaje que lo traía para Cuba, deportado. Y al abrirse la escalerilla del avión en el aeropuerto habanero, le fueron retiradas las esposas: solamente entonces recobró su verdadera libertad.

Y vestido con la sencilla ropa que dan a los reclusos al salir de prisión, se fundió en un abrazo con sus familiares y con el presidente cubano, el General de Ejército Raúl Castro.

Sus primeras palabras emocionaron al auditorio: su primer agradecimiento fue dirigido a sus otros cuatro compañeros, que en los momentos más crudos, cuando la agresividad imperial se desató sobre ellos, cuando no faltó quienes los tentaran con convenios que hubieran implicado una traición a sus principios, le mostraron el camino de la firmeza y la dignidad.

Un pequeño gigante

El pequeño, le llamaban sus compañeros, en alusión a su corta estatura. El gigante, lo llamó en una carta hecha pública al arribo de Fernando a La Habana, Gerardo Hernández, a quien la justicia yanqui solamente le augura pasar toda su vida en la cárcel.

A redoblar la lucha por ellos llamó Fernando:

“Yo sé que la felicidad hoy es compartida por todos, es una felicidad que es difícil de describir, estar aquí en Cuba, estar aquí con la familia, es una felicidad que es inmensa y a la misma vez le falta un pedazo, y es el pedazo que queda reservado para que cuando en este mismo lugar estén Ramón, Gerardo y Tony, entonces la felicidad será completa.

“Mientras tanto el papel nuestro será hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que esa realidad llegue lo más pronto posible y podamos entonces reunirnos los Cinco, y reunirnos todos con nuestras familias y con ustedes, y entonces disfrutar realmente de la verdadera felicidad total cuando estén los cinco aquí.”

El aporte de estos hombres en la frustración de criminales acciones terroristas contra su patria, que han costado la vida de miles de cubanas y cubanos y daños materiales billonarios, ha tenido un alcance mayor.

Al compartir la causa por su liberación, hemos admirado su limpio ejemplo de integridad moral, de resistencia ante los llamados a la traición, de fidelidad a su causa, que es la causa de todos los pueblos que aspiran a vivir en dignidad.

Todos crecieron junto con la Revolución cubana, y de ella recibieron la ética que los ha mantenido como ejemplos del hombre nuevo que, para el Che, debía ser el mejor resultado del socialismo.

Todos los que en todo el mundo han abrazado la causa de su liberación, han admirado su ejemplo moral y lo han compartido. Al identificarnos con la liberación de los tres héroes restantes, la única forma de redimir la espantosa injusticia cometida con los Cinco, todos tenemos derecho a sentirnos mejores seres humanos.

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