Cuando llegan al cementerio de Nine Mile, en Jamaica, los peregrinos hacen silencio y después, entre susurros, cualquier conocedor identifica la letra de Soul Rebel o Redemption Song: están frente a la tumba de Bob Marley.
A 69 años del nacimiento de la leyenda del reggae, miles de personas de todo el mundo viajan hasta el poblado donde vio la luz y descansan los restos del cantante rasta de los dreadlocks (trenzas) y la bandera tricolor.
Nine Miles fue en otros tiempos una aldea paupérrima y desconocida, y aunque sigue siendo tan pobre como siempre, está ahora llena de quincallas y vendedores ambulantes.
Todos venden “al mejor de los precios” pullovers de souvenir, collares de piedras rojas, verdes y amarillas, discos, carteles, libros, postales y hasta supuestas reliquias del líder de The Wailers.
“Visitar Nine Mile es la excursión que todo fan de Marley debe hacer”, dicen las guías turísticas y miles lo cumplen al pie de la letra, más en estos días de aniversario.
El recorrido comienza donde antes estuvo la antigua choza de piso de tierra y sin electricidad, ahora museo remozado, en que nació Marley, un día como hoy, el 6 de febrero de 1945.
Pasan después por el monte Zion Rock, donde el cantante solía meditar, siguen hasta un lugar llamado The Pillow (el mismo de la canción Talking Blues) y terminan en el mausoleo, mientras cantan algún tema conocido o besan la losa.
Antes de partir, muchos dejan piedritas, papeles con deseos y hasta declaraciones de amor sobre la bóveda, otros colocan sus collares y muchos realizan ritos de veneración, que incluyen meditaciones y humadas de marihuana, hierba sagrada entre los Rastafaris, el movimiento sociocultural al que Marley perteneció.
Familiares de Bob viven todavía en este caserío (ubicado a un par de kilómetros de la parroquia de Saint Anne), unos lejanos y otros más próximos, como primos, tíos, alguna de su veintena de esposas o de sus 14 hijos, quienes controlan los negocios locales.
Los precios se dispararon en los últimos tiempos, como suele suceder en estas fechas señaladas, y una foto del músico puede volverse varios dólares, “hay que aprovechar la ocasión”, dicen los comerciantes.
Pero cuando se cierran las puertas del cementerio de Nine Mine y callan los susurros de canciones en inglés, las piedras son botadas de encima de la tumba y los restos de Bob Marley, bajo una lluvia pertinaz en este simulacro de invierno caribeño, vuelven a quedar solos.
Con la misma soledad, tal vez, de su mensaje de justicia y defensa de los oprimidos, que entre tantas ventas y visitas, parece pasar a un segundo plano ¿en estos días?
“Viejos piratas, sí, ellos me robaron y me vendieron a barcos mercantes”, cantó Marley en uno de sus temas más conocidos.