Este 7 de noviembre tendrán lugar en Nicaragua las elecciones presidenciales y parlamentarias previstas de acuerdo al mandato de las leyes vigentes en la Patria de Rubén Darío.
Estos comicios han despertado singular interés en distintos confines del planeta. Pero eso no ha ocurrido por la naturaleza excepcional del evento, ni por la importancia estratégica de un pequeño país situado en el corazón de Centro América.
El hecho, en verdad, ha llamado la atención del mundo por la campaña desatada contra Nicaragua por el Gobierno de los Estados Unidos y las diversas estructuras del Poder Imperial, que se han empeñado en denigrar al proceso porque saben signará una victoria de pueblo, y una derrota de la vieja oligarquía nostálgica de los oropeles del pasado.
En verdad, Nicaragua tiene una historia escrita en nuestro continente. Desde mediados de siglo XIX fue un territorio en disputa. Aplicando la “Doctrina Monroe” el gobierno de los Estados Unidos buscó ocupar el país y someterlo. En el extremo, alentó a una gavilla de aventureros que se apoderó de ese suelo, y decidió que en adelante sus habitantes, sólo hablaran inglés para ser dignos vasallos del Imperio. Fueron los años del Pirata Walker, que fuera echado a pedradas por los originarios, a los que buscara someter.
Luego vinieron intentos más formales, y a inicios del siglo XX la Infantería de Marina de los Estados Unidos -la invencible, hasta entonces- invadió esas tierras para apoderarse de ellas. Desde Las Segovias, los campesinos le hicieron resistencia al calor de las palabras de un modesto y aguerrido campesino que acuñó una frase de leyenda: “la Soberanía de los Estados no se discute, se defiende con las armas en la mano”.
Cuando eso trascendió en América, nuestro Amauta, en noviembre de 1928, sabiamente dijo: “el único camino de resistencia activa al dominio yanqui, era el camino heroico de Sandino” . Y lo fue. Al frente de su pueblo, Sandino demostró que los Marines no eran invencibles. Tuvieron que liar sus bártulos y huir en desbandada. En represalia asesinaron a Sandino en febrero de 1934 e instauraron una camarilla de ese signo. A ella se le conoció en el mundo como “la estirpe sangrienta de los Somoza”.
La Dinastía de los Somoza se apoderó a la mala de los resortes del Poder a la sombra del Imperio. Amamantada desde Washington, hizo de las suyas hasta que asomaron las primeras grandes expresiones de la resistencia popular a sus políticas. En 1957, en efecto, el viejo Anastasio Somoza fue abatido por un poeta -Rigoberto López Pérez-, que se inmoló por la causa de su pueblo. Pocos años después, en 1961, Carlos Fonseca, Tomás Borge, Silvio Mayorga y algunos más, fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional y desarrollaron una guerra infatigable que daría al traste con los Somoza en julio de 1979. Allí comenzaría otra historia.
Los Sandinistas, con el Comandante Daniel Ortega al frente, batallaron incasablemente durante diez años por transformar su país, pero debieron enfrentar -cómo no- la sistemática hostilidad del Imperio que incluso financio una guerra interna destinada a frustrar los cambios. En medio de un escenario internacional adverso, en 1990 los Sandinistas se vieron forzados a entregar el Poder a las fuerzas más conservadoras. Fue esa una experiencia negra que duró 17 años signada por el “modelo” Neoliberal.
Fue el 2007 cuando Nicaragua estuvo en condiciones de recuperarse de esa amarga experiencia. El FSLN volvió al Poder de la mano de Ortega, y transita hasta hoy esa senda victoriosa.
¿Tuvo dificultades? Claro que sí: entre abril y julio del 2018 se alzó otra vez el accionar sedicioso de la reacción. Bandas armadas, prolijamente adiestradas, sembraron destrucción y muerte en campos y ciudades. Centenares de víctimas cayeron en esa circunstancia. Se registraron daños inmensos e perjuicio del país y de los pobladores. Pero Nicaragua supo resistir y recuperarse. Hoy, es la nación más próspera y segura de América Central. Y eso no lo puede negar nadie.
Estados Unidos sabe que el FSLN ganará las elecciones este domingo en todo Nicaragua. Y lo sabe porque las encuestas preparadas por su propia iniciativa, le dieron una clara victoria a Ortega sobre sus 5 adversarios ocasionales. Como no puede vencerlo, arrecia su ofensiva para denigrarlo. Ella busca descalificar al Proceso Electoral como si fuera fraudulento. Y desacreditar a Ortega, como si fuera un “dictador”.
Ellos, que consideraron a Somoza “un demócrata occidental y cristiano” sostienen que Ortega es “un tirano”. ¿Por qué? Porque su gobierno aseguró para todos educación y salud gratuita, empleo, salario, bienestar y dignidad, esa pequeña palabra que los oligarcas no entienden nada porque confunden la Teología de la Liberación, con la Teología de la Prosperidad contada en dólares.