Investigaciones recientes ponen en duda los beneficios atribuidos a esta tendencia popular entre quienes buscan mejorar su condición física

El entrenamiento en ayunas, práctica que implica realizar ejercicio físico por la mañana antes de consumir alimentos, ha ganado notoriedad en redes sociales y entre entusiastas del bienestar.
La idea de que esta modalidad favorece la quema de grasa y optimiza el rendimiento deportivo generó debate, pero la pregunta central persiste: ¿aporta realmente ventajas comprobadas desde el punto de vista científico? Un análisis presentado por The Conversation explora los principales mitos y realidades de esta tendencia.
Origen y fundamentos de la práctica
El origen de la popularidad del entrenamiento en ayunas se encuentra en estudios sobre metabolismo y utilización de grasas. Sus defensores argumentan que ejercitarse sin desayuno produce cambios positivos en la composición corporal, refiriéndose a la distribución de masa magra, hueso y grasa.
La hipótesis se basa en investigaciones que muestran diferencias en la forma en que el cuerpo utiliza la energía según se haya comido o no antes de entrenar. En particular, el ejercicio aeróbico en ayunas incrementa el uso de la grasa como combustible durante la sesión, fenómeno denominado “oxidación de grasas”.
¿Se pierde más grasa corporal a largo plazo?
Sin embargo, The Conversation señaló que esta observación no implica necesariamente una mayor pérdida de grasa corporal a largo plazo.
Una revisión sistemática realizada por el equipo de la profesora de fisiología del ejercicio, Mandy Hagstrom de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW Sydney) concluyó que los programas de ejercicio en ayunas no producen diferencias sostenidas en la reducción de grasa corporal.
Esta discrepancia se explica porque el cuerpo compensa el gasto energético: tras un ejercicio intenso sin desayuno, es frecuente que la persona disminuya su actividad física el resto del día o que la quema de grasa se reduzca al comer.
Un estudio publicado en The Journal of Applied Physiology reforzó esta conclusión al indicar que, si bien aumenta el uso de grasas como combustible, en sesiones prolongadas sin nutrientes también se produce una mayor degradación muscular, lo que puede limitar la recuperación posterior.