Fidel Castro, líder histórico de la Revolución Cubana, falleció exactamente en el 60 aniversario de su partida de México.
En la madrugada del domingo 25 de noviembre de 1956, junto con 81 de sus camaradas a bordo del yate Granma, Castro llevaba una misión: Derrocar al dictador Fulgencio Batista, apoyado por Estados Unidos.
Pocos medios lo han hecho notar, pero la salida de Castro y sus camaradas de Tuxpan, en el estado costero de Veracruz, significó la transformación del joven exiliado en México que soñó insistentemente con derrocar a Batista al hombre que marcó la política latinoamericana del siglo XX.
Además, el paso de Castro por México ha dejado una profunda huella cultural, amistades y recuerdos.
El país ideal
De acuerdo con un relato de la revista mexicana ‘Proceso’ publicado en el 2012, Castro consideró a México el «país ideal» para organizar la caída de Batista: La «cercanía geográfica y cultural», «un gobierno estable emanado de la revolución más radical que hasta entonces se viviera en la región», hasta la política de asilo y la ruptura con regímenes fascistas como el de Francisco Franco en España.
‘Proceso’ cita al propio Castro a partir de un libro llamado ‘Guerrillero del tiempo’, el cual solo vio la luz en Cuba, escrito por la periodista Katiuska Blanco. El libro fue presentado en el 2011, hace notar la publicación, después de varios meses de ausencia pública del comandante.
«Eran evidentes dos cosas: el orgullo por la revolución y un sentimiento de hostilidad hacia Estados Unidos, mucho más grande que el existente en Cuba», decía Castro sobre el México al que llegó en julio de 1955.
Castro dijo en ese entonces que, a pesar de la revolución mexicana, la población del país al que llegó vivía en una profunda pobreza: «Eso se podía apreciar a simple vista. Las condiciones de vida eran duras, más duras que las de un trabajador cubano en la ciudad o el campo».
Debido a ello Castro no pudor recaudar ni todo el dinero ni todos los hombres para lanzar su expedición. Sus principales ingresos venían de Cuba. En México, el grupo revolucionario alquilaba vehículos y casas para guardar armas. Para entrenar usaron lugares como el famoso volcán Nevado de Toluca, una finca al norte de Tuxpan y un rancho en Chalco, al oriente del estado de México, como consigna la siguiente fotogalería del portal ‘SinEmbargo’.
El ‘Che’ y Fidel en México
El entonces joven refugiado, como muchos otros latinoamericanos que huyeron de diversas dictaduras en sus países, conoció allí al argentino Ernesto ‘Che’ Guevara, quien se ganaba la vida como fotógrafo.
De acuerdo con ‘Proceso’, Fidel recuerda que ‘Che’ Guevara era entonces un joven muy pobre.
«Desde que escuché hablar del ‘Che’ me percaté de la simpatía que despertaba en la gente. Con esos antecedentes lo conocí y lo conquisté para que se uniera a la expedición del Granma» dice el relato.
Guevara iba como médico en la expedición. Después se convirtió en el símbolo que todo el mundo conoce.
El 20 de junio de 1956, pocos meses antes de zarpar, Castro y sus compañeros fueron detenidos una noche por la Policía federal y trasladados a la estación migratoria de la calle Miguel Schultz, también ubicada en la capital mexicana.
Los revolucionarios cubanos por poco y caen en un enfrentamiento con la Policía, a la que confundieron con posibles agentes de Batista en México, en cuya existencia Castro siempre creyó.
A la cabeza del operativo se encontraba Fernando Gutiérrez Barrios, quien irónicamente después fue amigo de Castro. Gutiérrez Barrios tiene una negra historia en México, pues es acusado de ser artífice de la guerra sucia, periodo de la historia mexicana de fuerte represión contra disidentes locales, la mayor parte estudiantes.
Con las pistas que la Policía recogió, fueron capturados otros cubanos y el propio ‘Che’ Guevara, quien, dice el relato, convirtió en un campo de batalla ideológica su detención, declarándose ante jueces y policías mexicanos marxista-leninista. Sus declaraciones retacaron la prensa mexicana de aquellos días y están todavía hoy en el Archivo General de la Nación.
La detención de los disidentes cubanos duró más de un mes. Fidel Castro relata que fue el expresidente nacionalista Lázaro Cárdenas quien intercedió por ellos ante el entonces presidente Adolfo Ruíz Cortínez. El respaldo de esta acción de Cárdenas fue decisivo para los revolucionarios.
Fidel Castro de mojado
Después de obtener su libertad, el grupo al mando de Castro todavía no conseguía el dinero suficiente para comenzar con la aventura cubana. El expresidente derrocado por Bastista, Carlos Prío Socarras, ofreció a Castro apoyo. Este último, sin visa estadounidense, tuvo que pasar a nado el río Bravo, como miles de mexicanos lo hacen ahora, para reunirse y obtener el dinero.
El diario ‘Excelsior’ consigna que cuatro días antes de zarpar, las autoridades mexicanas detuvieron a tres cubanos exiliados en el país: la periodista Teresa Casuso, Pedro Mirey Prieto y Enio Leyva Fuentes. La Policía les decomisó armas en las casas 712 y 714 de la calle Sierra Nevada de la capital. El mismo diario dice que todos negaron conocer a Castro.
El libro ‘Fidel en el imaginario mexicano’, editado por el Senado mexicano el año pasado, cita a un antiguo amigo de Fidel, Antonio del Conde, quien dio el yate Granma para el viaje y lo acondicionó para la lucha que los revolucionarios llevarían después.
«Comes y te vas»
Ya como presidente de Cuba, Castro nunca se enemistó con el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Inclusive, asistió a la toma de posesión del polémico Carlos Salinas de Gortari en 1988.
Castro obtuvo las Llaves de la Ciudad de México en el 2000 y asistió a la toma de posesión de Vicente Fox, quien habría derrotado al PRI, después de que este partido dominara la vida política de México durante todo el siglo XX.
Sin embargo, la relación entre Castro y el nuevo gobierno mexicano se tensó en medio del contexto de la guerra de Irak.
En marzo del 2002, en un foro económico en la ciudad norteña de Monterrey, Fox llamó a Castro y le dijo una frase que ya se convirtió en motivo de burla y sarcasmo en México.
En una conversación por teléfono, temiendo un encuentro entre el presidente estadounidense George W. Bush y Castro, Fox le dijo al entonces mandatario cubano: «Oye, Fidel, de cualquier manera, está la invitación a que me acompañes a la comida, que eso sería como a la 1:00 de la tarde o 1:30 y acabando de comer, entonces puedes salir».
Fidel asistió al evento. Comió. Se fue y en Cuba publicó el audio.
Esa fue la última visita de Castro al país de donde partió a hacer la revolución.
Al-Dabi Olvera